Por: Staff / La Voz
Durante la Revolución Mexicana hubo muchos personajes que dejaron huella. Algunos heroicos, otros mártires, pero ninguno tan sanguinario como Rodolfo Fierro: El ‘Carnicero’ de Pancho Villa. Rodolfo Fierro fue un general villista y uno de los hombres de mayor confianza que tuvo el Centauro del Norte, fue su brazo ejecutor, así como su gatillero en todo el sentido literal de la palabra.
El General Fierro participó de manera activa en la lucha armada revolucionaria al lado de la División del Norte, nació en la población Del Fuerte, Sinaloa en 1880 y en su infancia fue abandonado por su madre en la iglesia de la localidad y adoptado más tarde por una familia que lo crio hasta su juventud.
Presenció el conflicto de Cananea y posteriormente contraería nupcias pero al nacer su primer hijo, su esposa murió. Laboró también en varios oficios, uno de éstos fue el de maquinista de ferrocarril.
Curiosamente en 1912, Fierro operaba el tren que trasladaba a Pancho Villa a la Ciudad de México luego de haberse salvado de ser fusilado por robarse un caballo. Un año después, Rodolfo Fierro conocería Tomás Urbina que en ese entonces era el brazo derecho y compadre de Villa.
Urbina se desempeñaba como General de Brigada y se había unido a las filas de Pancho Villa para derrocar al gobierno de Victoriano Huerta. Para ese momento el Villismo combatía junto con el ejército constitucionalista al mando del Gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza.
Rodolfo Fierro de inmediato se destacó por su espíritu de guerra, siendo un hombre arrojado y temerario que no temía disparar en ningún momento, por ello muy pronto fue nombrado General.
En el año de 1913, participaría en la Batalla de Tierra Blanca y su destacada actuación le abriría las puertas de la confianza de Villa quien lo hizo parte de su escolta y lo puso a cargo de los trenes de la División del Norte.
Con esta victoria Pancho Villa se convertiría en Gobernador de Chihuahua, fue a partir de ese momento que Fierro permaneció leal al Cenaturo del Norte. En 1914, una vez derrocado el régimen de Huerta, Fierro acompañaría a Villa la convención de Aguascalientes donde se desconocería a Venustiano Carranza como Presidente y en su lugar se nombraría Eulalio Gutiérrez.
Esto propició la entrada triunfal de los ejércitos de Emiliano Zapata y de Villa a la Ciudad de México el 6 de diciembre de ese mismo año, Fierro estaba presente, incluso aparece en una de las emblemáticas fotografías tomadas en Palacio Nacional donde Villa y Zapata están sentados entre la multitud.
La fama de Fierro como un hombre sanguinario y cruel fue tal que infundía miedo a todos ganándose el apodo de 'El Carnicero'. Aprovechando esas “facultades”, Villa lo empleaba para recaudar fondos para la División del Norte, pues nadie se atrevía a decirle que no, cobrando grandes cantidades de dinero principalmente a los hacendados de algunos de los estados del norte.
Cabe señalar que, en tan solo dos semanas, el General Fierro asesinó a 15 personas que se habían rehusado a dar fondos a la causa revolucionaria. Entre los múltiples asesinatos en “nombre de la Revolución” se encuentra el de William Benton dueño de la hacienda de Santa Gertrudis el cual había sido condenado por Villa por proteger a integrantes de los colorados rurales y a huertistas.
El Centauro del Norte le decomisó a la hacienda lo que ocasionó el reclamo del inglés. El líder del movimiento villista ordenó el fusilamiento de Benton, pero Fierro no se quiso esperar y lo ejecutó de un disparo en la nuca. Otros dicen que con una piedra con el que le golpeó la cabeza como si fuera martillo.
Otro de sus extravagantes crímenes tiene que ver con el asesinato de Tomás Urbina, su primer jefe, quien lo había ayudado a establecerse en la lucha armada revolucionaria, esto luego que Villa se enterara que su ‘compadre’ Urbina lo había traicionado al recibir dinero para entregar la batalla del ébano. Villa dudó en sí fusilarlo, pero Fierro, siempre amante de un buen entierro, intervino para que Urbina fuera despachado al más allá y Villa accedió.
Acto seguido, el General Fierro alcanzó Urbina que se dirigía a un hospital para atenderse de una herida de bala, tras preguntarle cuánto le habían dado para comprarlo, le disparó en la cabeza enterrando su cuerpo en alguna parte del camino.
Fierro era muy adicto al alcohol y bebía en grandes cantidades. En cierta ocasión ya bastante borracho, apostó a que los hombres cuando se les dispara caen hacia adelante y no hacia atrás. Sin mediar palabra salió de la cantina y le disparó al primer hombre que pasaba por enfrente y por supuesto, ganó la apuesta.
En otra ocasión Villa había ganado una batalla de la famosa División del Norte y su botín eran 500 prisioneros, 200 federales y 300 traidores Orosquistas.
Pancho Villa decidió perdonar a los federales, pero ejecutar a los 300 traidores, entonces fierro ordenó encerrar a los presos en un corral y empuñando sus dos pistolas le dijo su asistente que no dejara de recargarlas so pena de recibir un balazo.
De inmediato pidió que fueran liberando los presos de 10 en 10, y prometiéndoles que aquel que alcanzará llegar a la barda al final del corral, quedaría libre. Desde luego nadie lo consiguió, muriendo todos bajo las balas de las pistolas de Fierro.
Al término de esta “gran hazaña”, Rodolfo Fierro cansado por su esfuerzo, se quedó profundamente dormido hasta que fue despertado por un Orosquista que agonizante le pedía un trago de agua. Fierro molesto se levantó solo para rematarlo.
Participó en las tomas de Torreón, San Pedro de las Colonias, Paredón y Zacatecas. Acompañó a Francisco Villa a la Convención de Aguascalientes y permaneció fiel a él.
Durante los confusos días de la ocupación de la Ciudad de México por las fuerzas de Villa y Zapata en diciembre de 1914, Fierro se dedicaría a “recaudar” muchos centenarios de oro de las casas de personas adineradas, así como a violar mujeres.
En su paso por la Ciudad de México seguiría matando a la menor provocación, entre ellos a David Berlanga miembro de la Convención Revolucionaria quien en una noche se atrevió a regañar a un grupo villistas que intentaban pagar con un “vale” la cuenta en el restaurante Sylvain.
Debido a esta actitud Berlanga lo regañó, diciéndoles que esas acciones no eran de hombres de honor de la Revolución y él mismo pagó la cuenta a nombre de los villistas, lo que generó que a los pocos minutos se presentara el General Fierro con una escolta para llevarse a Berlanga al cuartel de San Cosme y de ahí al cementerio de Dolores donde lo asesinó.
A pesar de la fama de hombre implacable y sanguinario, Fierro tenía también algunos “secretos” que dada la mentalidad de aquella época, le podían haber incluso costado la vida.
En una ocasión, él, en compañía de otros hombres, cerraron un burdel en Chihuahua durante varios días, solicitándole al propietario de un almacén de ropa que les enviara un vestido elegante color lapislázuli, un lápiz labial color rojo y otro más para un lunar, así como unas zapatillas doradas.
El sanguinario General entonces se maquilló, pintó y adornó como una bailarina de burdel, amenazando el dueño del establecimiento de no decir nada o el mismo regresaría para matarlo. Ya con el alcohol encima, Fierro se puso a llorar murmurando: “Pancho, pancho, pancho”, aunque otros dicen que dijo: “Valdo, valdo”.
Muchos especulan que esa sería la verdadera razón por la que siempre le fue fiel al General Villa, pues Fierro quizás sentiría algo más que simple admiración por el Centauro del Norte, pero por supuesto son sólo especulaciones.
Por otro lado, el descontrolado alcoholismo de Fierro, lo llevó inclusive tener múltiples problemas con Villa. Muchos de sus asesinatos, así como victorias militares los realizó en estado de ebriedad, pero las cosas no siempre saldrían bien.
Su actuación en la campaña contra Venustiano Carranza ya no fue tan brillante: en enero de 1915 fue derrotado en Guadalajara junto con Calixto Contreras y Julián Medina. Benjamín L. Camacho fue muerto a traición por Rodolfo Fierro. En la Batalla de León intentó sin consultar a su superior, tomar el Cerro de la Cruz; el resultado fue que sacrificó a muchos de los dorados. Pancho Villa, furioso, mandó aprehenderlo y fusilarlo; se salvó de la muerte porque estando herido de bala fue enviado a Chihuahua, en calidad de prisionero. Cuando se recuperó, la División del Norte estaba en decadencia y en sus filas se encontraba poca gente de calidad, por lo que fue perdonado y readmitido.
El 13 de octubre de 1915, Villa ordenó a Fierro retirarse hacia el norte para reorganizarse. En el camino cerca de Casas Grandes Chihuahua, se toparon con la Laguna de Guzmán y Fierro obviamente ebrio e impaciente, decidió no rodear el cuerpo de agua y cruzarlo a bordo de su caballo.
El caballo de Fierro estaba cargando con varios morales llenos de monedas de oro, lo que provocó que a mitad de la laguna se enredara con la vegetación del fondo hundiéndose ambos sin que los hombres de Fierro pudieran hacer nada.
Algunos aseguraron haber visto varias manos jalar a Fierro al fondo de la laguna, pero esta última parte es tan solo una leyenda. Aun así, el desenlace sería el mismo, el General Fierro moriría ahogado.
Al enterarse de la noticia, Villa pidió al japonés Kingo Nonaka de quien ya hemos hablado en un reportaje anterior, y que fungía como Capitán del Batallón de Sanidad de la División del Norte, para que se encargará de sacar el cuerpo de Fierro de la laguna.
La muerte de Rodolfo Fierro sería la derrota final del villismo, pues para ese entonces los generales más cercanos a Villa habían muerto y el movimiento se había debilitado significativamente.
La gente que antes apoyaba Villa ahora le temían pues los excesos sanguinarios del General y su tropa. Además, la presión de nuestro vecino país del norte por acabarlo, se derivarían en varias derrotas que finalmente orillarían al Centauro del Norte a rendirse y retirarse a la vida privada lejos de las armas y de la política
Posteriormente, Luis Aguirre Benavides Secretario de Villa, sería entrevistado sobre el General Fierro y él se expresaría de la siguiente forma: “Era sin embargo sumamente útil en aquel medio siniestro, eran necesarios hombres valientes, decididos y sin ningún escrúpulo de conciencia para llevar adelante los designios, con frecuencia injustos o equivocados del jefe de la revolución en Chihuahua”.
Aquella “utilidad” a la que el ex secretario de Villa se refería, acabó con la vida de cientos de personas por una discusión, por una apuesta, por un capricho o por una borrachera, ya que cualquier problema, Fierro lo resolvía con una bala.
La lealtad que Fierro le profesó a Villa no tiene precedentes, siempre obediente y sumiso a su General.
Estuvo a su lado en las batallas más decisivas de la División del Norte. Fue uno de los Dorados más implacables y permaneció hasta el final de su vida a las órdenes de su general, pero como podemos ver también fue un hombre violento, cruel y desalmado.
Importante aclarar que muchos de los hechos sanguinarios que se le atribuyen no fueron inspirados por Villa, sino que eran producto de su propia iniciativa.
Su muerte fue de cierta forma poética, desapareciendo bajo las aguas como sacrificio a los dioses de la guerra, hundido en el fondo del lago, rodeado de oro, con su caballo y su pistola.
Como un hombre cruel y Sanguinario, el General Rodolfo “el Carnicero” Fierro, se convertiría en un muy oscuro lastre, un pasado poco conocido en la Leyenda de la vida y obra de Pancho Villa.