Trabajador minero narra su día a día en la región carbonífera de Coahuila

Un minero comparte su rutina laboral y los desafíos en la región carbonífera de Coahuila.

Por: Carlos Macias

REGIÓN CARBONÍFERA DE COAH.- Aunque el despertar es difícil porque interrumpe un descanso bien merecido, el olor que me llega de la cocina es capaz de hacerme olvidar todo mal pensamiento. Mi jefecita ha calentado ya el agua para el café, y el olor de las tortillas de harina en el comal no se puede describir, solo disfrutar. De esto nunca me canso. ¿Quién se puede cansar?

Taquitos de papitas con chorizo y de frijoles refritos, son para el lonche, pero que vá... Doy un adelanto a lo que me espera en la mina comiéndome dos taquitos. Y antes de salir, la bendición de mi madre... ¡Que me protejan y acompañe Dios y la Virgen María!

Madre, sabes que voy a trabajar, no si voy a regresar, por eso en tu oraciones siempre estoy, y en mi retrato que llevas siempre cerca de tu corazón.

¡Vamos!... Que hay que trabajar para ganarme el pan!

Caminando a la parada del camión, alcanzo a ver el beso que Juan da a su esposa, y a otro vecino que se ha levantado tarde, apenas con tiempo para tomar su lonchera, y recibir un regaño y la bendición de su viejita haciendo la señal de la cruz, ¡Dios guarde Pedro!

Puntual llega el transporte, que me da los buenos días con la carrilla que solo nosotros sabemos dar, me ofenden, sin ofender, gritos de palabras incompletas, risas y en el fondo, Luis el dormilón, que despierta fulminado por efecto de un silencioso gas.

Recuerdos del juego de anoche, de la novela de las 9:00, y del mentiroso y vendido de las noticias de las 10:30.

Al salir del pueblo, el escándalo se calla y llegan unos minutos de silencio ya rumbo a la mina. No lo sé, tal vez nadie lo dice, pero es nuestra oración diaria, por nuestros, padres, por nuestros hermanos, por nuestra esposa, por nuestros hijos y porque todos regresemos a casa.

Entrando por la destinada, vemos ya a los que salen del turno contentos por ver de nuevo la luz y dando gracias por salir del pozo, al que ahora vamos operarios, bomberos, mecánicos, supervisores, jefe de turno, gaseros y hasta un mula para desarrollos.

En lampistería chocamos los que llegamos y los que se van, dando y pidiendo la ficha que nos ha de identificar, y también para poder cobrar.

Abajo y arriba canastillas, botas, overol, casco, lentes, gancho, guantes, faja, tapa oídos, respirador, y no se nos olvide el auto rescatador junto a la lámpara.

En la destinada entregamos la boleta al supervisor que nos informa cual será el trabajo para hoy, en el regreso, en desarrollos, en la frente o en la plancha, y allí vamos todos en marcha, en carro o en telesilla, ¡vamos mi cuadrilla!...

Ya llegue a desarrollos y vi la máquina, pero primero es lo primero, vamos a lonchar... No hay mejor momento que este, todos compartiendo los alimentos hechos con manos amorosas, de madres y esposas, que alcanza para hasta para el que hoy no trajo nada.

Tacos, tortas, lonches, botanas, coca, kool aid, todo va pa la tolva...

Cumplida la tarea, a "picarle la cola al diablo", tomo la barrena y darle para dentro y fuera del manto. Saca la muestra el barretero y aprobado el nivel de metano, a trabajar.

Listos, operador, paleros, ademadores, los de materiales, banderos; con el visto bueno del topógrafo y el láser al centro del manto.

Arranca la banda, los cadillos de la máquina, el hidrante abierto y producir carbón, uno, tres, diez metros... que salga pal bono...

Acaba el corte y entramos para ademar, el turno casi finaliza ya.

¡Este es el último carnal!

¿Qué pasa que solo silencio hay? De pronto todo se ha oscurecido, después de un fuerte tronido.

El manto me tapa.... ¿Se habrá venido el caído?

No puedo moverme, no puedo hablar, pero nada me duele.

No siento mi cuerpo, empiezo a flotar, no tengo miedo, empiezo a sentir paz.

Luego veo mi cuerpo y el de otro compañero más, que me indica que el cielo nos espera ya.

Una luz hermosa alumbra el cañón, donde al final me espera Jesús, conmigo desea hablar.

La bienvenida al cielo te quiero dar, realmente no has muerto, entraste al reino de la eternidad...

Madre mía comprendo tu sentir, hermanos, compañeros, que me van a despedir, estoy en paz, contento y feliz, esperando el día en que Dios nos ha de reunir.

Soy minero, como mi padre, mi tío y mi abuelo, que escribieron la historia con tizne de carbón.

No estén tristes que mi vida tuvo un propósito, pues como miles de mineros, nuestro sudor y esfuerzo están en todo objeto de acero que se fundió con el carbón: En la cocina, en las calles, en los autos, maquinas, en el resorte que une las hojas de un cuaderno... En cada bombilla de luz...

Seguro estoy que la palabra corazón, Dios la creó para definir al carbón, pues si volviera a nacer, minero del carbón sería de corazón.

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