Víctimas de agresiones sexuales se sienten culpables: especialista
Por: Hilda Sevilla
SALTILLO, COAH. - A diferencia de muchos menores de su edad que están inmersos en la tecnología, Valentina conservaba su esencia de niña, a sus 11 años lo que más le gustaba era jugar, usar su imaginación para pasar divertida los espacios entre la escuela, tareas y las dinámicas familiares.
La menor de 4 hermanas quería ser arquitecta y era cariñosa con su familia, había unidad en las cinco mujeres que habitaban en el domicilio donde ocurrió la tragedia, en la calle Catedral de Santiago de la colonia Portal del Pedregal de Saltillo; su madre, Aracely Arzola era la proveedora de su casa, pero siempre estaba al pendiente de sus hijas para lo que necesitaran.
La noche del miércoles 8 de junio, Valentina había convivido con su familia en la sala de la casa de dos pisos, fue su madre la última que estuvo con ella y en lo que sería también el último momento que estarían juntas, la niña comenzó a pedirle a su mamá que la abrazara, que le diera masaje en la espalda, que le dijera que la amaba; ahí estuvieron abrazadas, en el sillón donde acostumbraban a pasar buenos ratos.
Alrededor de la una y media de la mañana, Aracely subió a su habitación y le pidió a la niña que hiciera lo mismo, se despidieron con un “te amo” y Valentina se quedó en la sala, lista para dormir con una playera blanca estampada y short de colores.
La niña no había querido ir a la escuela ese miércoles, se mostraba triste y deprimida, pero calló las razones por las que estaba así, a pesar de la insistencia de sus hermanas y su madre para saber qué era lo que le pasaba; sin embargo, por la noche se veía mejor de ánimo, aunque buscaba el refugio de Aracely al preguntarle si la amaba, tal y como peguntan los hijos a los padres en ocasiones para reafirmar el amor que sienten por ellos.
Fue a esa hora cuando se quedó sola en el sillón, como lo había hecho muchas veces antes y las luces de la casa se apagaron para que todas pudieran descansar, cada una en sus recámaras, hasta que un grito despertó a Aracely a las 5:40 de la mañana, era su hija Abril, de 13 años de edad la que le pedía desesperada que bajara a ver a Valentina: “¡Ven a ver a mi hermana cómo está!”.
En un principio, Aracely creyó que la niña había vomitado porque se sentía mal, pero al llegar a las escaleras, vio lo que ningún padre o madre desea ni está preparado para ello, su hija menor, la bebé de la casa colgaba de las escaleras; entre ella y Abril la quitaron de ahí para acostarla en el sillón y tratar de reanimarla, pero ya no podían hacer nada.
La madre de familia llamó a su hermano y a sus familiares, además del número de emergencias que notificaron a la Fiscalía General de Coahuila a las 7 de la mañana sobre el deceso de una niña de 11 años por suicidio, los elementos llegaron para acordonar la casa se Valentina y de los dos domicilios contiguos; antes de retirar el cuerpo, le permitieron a la mamá ingresar a la casa para que pudiera estar unos minutos con su bebé.
La necropsia arrojó que la muerte de la menor fue alrededor de las 2 de la mañana, lo que indica que Valentina esperó a que su mamá se durmiera para matarse; el mismo examen determinó que había sido abusada sexualmente y las lesiones provocadas por la agresión tenían al menos 15 días de haberlas sufrido.
Tras el sepelio, familiares cercanos afirmaron que Valentina se veía hermosa, con mucha paz en su carita, como si estuviera descansando, profundamente dormida: “Ella se convirtió en un ángel”.
Tras las investigaciones de la Fiscalía, se detuvo a Gerardo “N”, sub director de la Escuela Primaria Urbano Flores, donde Valentina estudiaba por ser el presunto responsable del abuso, y a partir de la muerte de la niña, otra menor decidió romper el silencio y denunció al profesor por haber sido también una víctima, por lo que se inició el proceso judicial por el delito de violación con violencia.
Mientras tanto, la familia de Valentina quedó destrozada: “Éramos cuatro y ahora sólo somos tres”, lloran sus hermanas y piden a su mamá que se las regrese para jugar con ella, así como le gustaba a la niña que de grande iba a ser arquitecta.
VÍCTIMAS DE AGRESIONES SEXUALES SE SIENTEN CULPABLES
La mayoría de las víctimas de una agresión sexual sienten culpa porque creen que provocaron a sus atacantes o que no debieron haber estado donde estaban; o que no deberían haber tomado alcohol, ni llevado la ropa que tenían puesta, pero la culpa principal es por creer haber causado, de alguna forma, que el abuso haya ocurrido: “El sistema de la culpa es parte del fenómeno del abuso sexual”, asegura la psicóloga Javiera Donoso, especialista en reparación de daño emocional
“En la infancia, es una de las emociones con las que el agresor manipula y logra que la víctima no cuente lo que le pasó, no denuncie. que se quede en silencio culpándose con la idea de que hizo o dejó de hacer algo para que esto le pasara”, explicó.
Así, la culpa, en el caso de los abusos sexuales, es aquello que permite la perpetuación, mantención y repetición de los episodios de agresión: “Pero más que venir de la sociedad, que claramente juega un rol importante, el responsable siempre es el agresor”.
La especialista reiteró: “El agresor es el que hace sentir a la víctima que es imposible que exista este abuso si no existe ella, es el sentimiento de que de alguna forma las agredidas fueron las responsables de que les pasara”.
Más allá de sentir culpa por lo que pasó, muchas víctimas se sienten responsables por lo que podría pasar después, así lo explica la psicóloga: “Muchas veces las víctimas no denuncian, primero porque al no tener claro lo que es el consentimiento no están seguras de si fueron abusadas o no, pero también porque no quieren avergonzar a sus familias, producirles un daño o dolor. O temen que se genere una rabia irracional y que, por ejemplo, el papá quiera ir a matar al sujeto”.
Por eso es tan importante destacar que la culpa nunca es de la víctima, que no importa dónde estaban, con quién andaban, la hora ni qué tenían puesto: “La culpa del abuso siempre es responsabilidad del agresor, así como todo lo que pueda pasar después. Siempre deberían ser denunciados y nunca es tarde para hacerlo y en el caso de los menores, que exista una comunicación y profunda con los padres para detectar si han sido agredidos”, finalizó.
DIEZ SEÑALES DE ALERTA
1. Cambio notorio de conducta
2. Irritabilidad o llanto fácil
3. Retraimiento
4. Defensivo ante el contacto físico
5. Que se niegue a realizar ciertas posturas
6. Signos en su cuerpo o infecciones en genitales
7. Dibujos o conductas sexuales inapropiadas a su edad
8. Rechazo ante ciertas personas o lugares que antes aceptaba
9. Regresiones en su conducta (volver a mojar la cama)
10. Conocimientos sobre sexualidad que no corresponden a su edad
¿POR QUÉ LOS NIÑOS CALLAN?
- Tienen miedo de las consecuencias que sus dichos puedan ocasionar en el agresor y su familia.
- Callan por temor a ser acusados de complicidad
- Evitan ser estigmatizados y rechazados.
- Sienten culpa y vergüenza
- Muchas veces, al padecimiento sufrido se suma otro