El joven Leovigildo se topó con la mamá de una antigua novia suya

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El joven Leovigildo se topó con la mamá de una antigua novia suya. Le preguntó: “¿Qué ha sido de Filita?”. “Le va muy bien -se enorgulleció la señora-. Es maestra de educación sexual y da clases de natación”. Acotó Leovigildo: “Debe irle mejor como maestra de educación sexual. Para nadar no era tan buena”. Un sujeto les contó a sus amigos: “Mi esposa y yo volvimos a hablarnos después de varios días de no dirigirnos la palabra”. Preguntó uno: “¿Estaban peleados?”. “No -aclaró el otro-. Volvimos a hablarnos porque a los dos se nos acabó al mismo tiempo la batería de la tablet”. La vedette Nalgarina le comentó a su compañera Tetonier: “Este vestido me ha dado mucha suerte. Cuando me lo ponto tengo un gran éxito con los hombres, y cuando me lo quito, más”. Doña Pasita le pidió a su nieta que le explicara eso del feminismo. Le dijo la chica: “Significa que las mujeres queremos ser iguales que los hombres”. 

Exclamó con desdén doña Pasita: “¡Qué poca ambición!”. (No eran aspiracionistas). Un bello reportaje hecho por Martha Santos de León y publicado a toda plana por Vanguardia, periódico de mi ciudad, nos hizo recordar a los saltillenses a Rubén Aguirre Fuentes, el entrañable Profesor Jirafales de la televisión, en el quinto aniversario de su muerte. Rubencito fue primo hermano mío: su padre y mi mamá eran hermanos. Le decíamos así, Rubencito, aunque medía casi 2 metros de estatura, para distinguirlo de mi tío Rubén, su padre, hombre bueno, bonísimo. En un cuarto de hospital mi tío, una religiosa le avisó que en la puerta estaba un sacerdote. Preguntó mi tío Rubén en la traviesa forma de expresarse que tenía: “¿Y a qué debo la visita de ese santo varón?”. Contestó la monja: “Viene a reconciliarlo con Dios”. Replicó mi tío: “Dígale que nunca me he peleado con Él”. De su padre heredó mi primo Rubencito al mismo tiempo el ingenio y la bondad. En el teatro de cámara de Radio Concierto, la emisora cultural que mi familia y yo fundamos en Saltillo, hice pintar un mural acerca de nuestra ciudad. Lo realizó Gerardo Valdés, extraordinario pintor que con talento y sensibilidad plasmó el estilo y el ánima de lo saltillense. 

En su obra el artista puso a ocho personajes que, nacidos en Saltillo, hicieron que su nombre se conociera más allá de México. Está ahí Manuel Acuña, claro. (Un cierto amigo mío, norteamericano él, vio el retrato que Gerardo hizo del poeta y dijo: “Miras el rostro de ese hombre, y aunque no sepas quién es adivinas que se va a suicidar”). Aparecen igualmente otros ilustres saltillenses: Julio Torri, literato; don Artemio de Valle Arizpe, cronista y escritor; Felipe Valdés Leal, compositor (“Tú, sólo tú”; “Hace un año”; “Échenle un cinco al piano”); Carlos Pereyra, historiador más valorado en Europa que en nuestro país; don Fernando Soler, actor insigne; Fermín Espinoza “Armillita”, torero entre los mejores que en la tauromaquia han sido. Y está, por supuesto, mi primo queridísimo. Rubén Aguirre Fuentes, el Profesor Jirafales, quien junto con el Chavo del 8 dio la vuelta al mundo. Dueño de una voz privilegiada, una grata presencia y una simpatía arrolladora, Rubencito fue figura grande de la televisión, la radio, el cine, el teatro y el circo; pero en el ámbito de la familia, aun admirándolo por sus éxitos en el espectáculo, lo quisimos más por su sencillez, su gentileza y su profunda calidad humana. Doy gracias a Martha Santos y a Vanguardia por ese homenaje al Profesor Jirafales. Y agradezco a Gerardo Valdés, retratista incomparable, habernos devuelto con su pincel a Rubencito, que sigue viviendo en ese mural igual que vive y vivirá por siempre en nuestro cariño y en nuestro recuerdo

FIN.

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