“Le soy infiel a mi marido”

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“Le soy infiel a mi marido”. Eso le dijo al padre  Arsilio en el confesonario una de sus feligresas. Y añadió en seguida: “Pero no me imponga una penitencia tan severa, señor cura. Son más los días que le soy fiel que los días que le soy infiel”. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, gusta mucho de los coches deportivos. Su cumpleaños estaba cerca y don Sinople, su marido, le anunció: “Te voy a regalar algo que puede subir de 0 a 200 en cuestión de segundos”. 

Como es natural doña Panoplia se ilusionó: esperaba un automóvil de motor potente. Muy grande, entonces, fue su decepción cuando el día de su cumpleaños su esposo le obsequió una báscula de baño. .. Afrodisio Pitongo, galán concupiscente, no puede sofrenar sus ímpetus libidinosos en presencia de una mujer hermosa. Conoció a una en un bar y de inmediato le hizo una proposición salaz. Ella se molestó: “¡No soy una mujer pública!”. Le aseguró Pitongo: “Lo haremos en privado”. Comentó una señora: “Mi marido es poeta. Cuando me hace el amor me recita apasionados versos. 

Eso me gusta mucho”. Dijo otra: “Mi esposo es cantante. Cuando me hace el amor me canta románticas baladas. Eso me gusta mucho”. Dijo una tercera: “Mi marido es publicista. Se la pasa toda la noche diciéndome lo mucho que me va a gustar cuando me haga el amor”. La piel roja habló con su novio: “No sé si ésta sea una noticia buena o mala para ti, Uncas, pero todos mis síntomas indican que ya no vas a ser el último de los mohicanos”. Don Guarino se sorprendió al darse cuenta de que su esposa estaba leyendo libros sobre sexualidad. 

El último que vio sobre el  buró se llamaba “Aventuras eróticas”. Mayor fue su sorpresa cuando una noche ella se le presentó completamente al natural, quiero decir sin ropa, y llevando en las manos unas cuerdas. Se las entregó y le dijo con insinuante voz: “Átame de pies y manos a la cama y luego haz lo que quieras”. Don Guarino cumplió cabalmente el deseo de su mujer: la ató a la cama y luego se fue a jugar dominó con sus amigos. Caperucita Roja terminó de vestirse y luego le dijo al Lobo Feroz: “Disculpa si al principio me asusté y traté de escapar. Es que creí que habías dicho: ‘Te voy a comer’”. 

Era la hora del café, y don Algón necesitó a su secretaria. Alguien le dijo que la había visto entrar al cuarto del archivo. Fue allá el ejecutivo, abrió la puerta y lo que vio lo dejó sin habla: Rosibel -así se llamaba la linda chica- estaba ahí practicando el rito del amor con uno de sus compañeros de oficina. Antes de que don Algón pudiera articular palabra le dijo Rosibel: “Ya sabemos que es la hora del café, pero no por eso tenemos  necesariamente que tomar café ¿verdad?”. 

Al entrar en la suite nupcial donde los recién casados pasarían su noche de bodas el emocionado novio pronunció la consabida frase: “¡Al fin solos!”. Le dijo con enojo su flamante mujercita: “Después de esperar los dos años de noviazgo para esto ¿ahora te vas a poner a platicar?”. 

El cuento que sigue tiene un alto contenido sicalíptico. Nadie con sentimientos morales delicados debe posar en él los ojos so riesgo de sufrir una penosa impresión. La novia de Nonito era una chica de abundante busto. En el Ensalivadero, solitario y penumbroso lugar al que acuden las parejitas para dar libre curso a sus expansiones amorosas, él le sugirió a ella un modo de disfrutar su intimidad. 

A ella no le gustó la sugerencia. Adujo Nonito: “Pero, mi vida, todo lo que tenemos que hacer es imaginar que tú eres una vaquita muy maternal y yo un becerrito mus hambriento”. Médicos cubanos en México. Ya veo. Ahora la 4T se dedica a la trata de esclavos

FIN.

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