Un voto por Morena es un voto contra México

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Un voto por Morena es un voto contra México. A partir de hoy, y hasta el 6 de junio próximo, todos los días pondré esa frase en mi columna. Estoy convencido de que votar en la próxima elección por el partido de López Obrador es causar daño grande a nuestro país, por el peligro que representa dar más poder al Presidente, que tan mal uso está haciendo de él. No es la primera vez que empleo aquella frase. 

En 1997 escribí cotidianamente en este mismo espacio: “Un voto por el PRI es un voto contra México”. Ahora, sin embargo la situación es más grave. En la ocasión anterior había que luchar para que el partido que dominaba la vida política del país tuviera un freno en el Congreso. Se logró ese fin, y la derrota priista de ese año abrió los cauces para la democratización de México.

 Hoy por hoy la circunstancia política tiene peligrosidad mayor. Aquella vez se trataba de evitar la hegemonía de un partido. Ahora se trata de impedir la tiranía de un hombre. La próxima elección es la última oportunidad que tendremos los ciudadanos de poner freno a los abusos de poder de López Obrador, a su desbocada embestida contra las instituciones, a su desprecio por la ley. Si su partido se fortalece, si el Presidente consigue la mayoría que a toda costa busca tener en el Congreso, nada podrá poner ya límites a su caprichosa y nociva voluntad, y le quedará libre el camino para la instauración de un poder absoluto sin atadura alguna ya. 

Llevemos a las urnas nuestra protesta por los daños que AMLO está causando a México y a los mexicanos. Votemos por el partido de nuestra preferencia, pero no por el del Presidente, ese presidente mesiánico y absolutista que tan mal y con tan desastrosos resultados está ejerciendo el cargo para el que fue electo. Lo digo hoy, lo volveré a decir mañana y lo repetiré todos los días hasta que llegue la crucial elección del 6 de junio: un voto por Morena es un voto contra México. Los novios entraron a la suite nupcial donde pasarían su noche de bodas. Ella le dijo a él: “Me pregunto cuál será el motivo de nuestra primera riña de casados, Pedro. Digo, Juan”.

 Doña Solina declaró de pronto en la merienda de los jueves: “Mi marido es ratero”. “¡Cómo es posible!” -exclamó sobresaltada una de las asistentes. “Sí -confirmó doña Solina-. Solamente a ratos va a la casa”. En una cena Babalucas dijo: “La palabra ‘palo’ debe ser usada cuidadosamente, pues tiene varias acepciones”. Preguntó una señora, divertida: “¿Cómo cuál?”. “Bueno -respondió el badulaque-. Por ejemplo, para un oriental la palabra ‘palo’ significa suspensión de labores”. El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, habló con el genitor de la muchacha: “Vengo a pedirle la mano de su hija”. “¿La mano? -replicó, áspero, el rudo granjero-. 

Lo primero que tiene usted que aprender en su trato conmigo, joven, es a llamar a las cosas por su nombre”. La mujer de la Edad de Piedra le dijo con tono de cansancio a su marido: “Ay, Troglo. No porque todavía no haya televisión quieras estar todo el día a duro y dale”. Doña Jodoncia salió de pésimo humor de la exposición canina. Traía un listón azul prendido a su abrigo de pieles. 

Don Martiriano, su marido, le dijo tímidamente: “¿Entiendes ahora por qué no quería yo que viniéramos?”. Caco y Queco se metieron a una milpa a robar elotes. Para no ser vistos por el dueño se cubrieron con una piel de vaca.

 Queco se puso adelante y Caco atrás. En eso Caco vio que venía un toro con evidentes intenciones lúbricas. “¿Qué hacemos?” -le preguntó espantado a Queco. 

Respondió éste: “Yo haré como que estoy comiendo la hierbita, y tú mientras entretenlo”. 

FIN.

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