Anacronismos

Por: Óscar Rodríguez

Amables lectores, tengan ustedes un buen día.

A partir de la caída de Tenochtitlán se estableció en la región central de lo que ahora es nuestro país un gobierno dependiente de la corona Española (ya para entonces se habían integrado las coronas de Aragón y Castilla, la que a su vez incluía a Navarra). Debido a que una serie de epidemias diezmaron a la población nativa, se tuvo que echar mano de esclavos traídos desde África para laborar tanto en las minas como en la agricultura.

Y como las condiciones de vida de estos esclavos eran bastante lamentables, ocurrieron varias rebeliones desde el mismo siglo XVI. 

Luego, en 1609 un numeroso grupo de esclavos cuyo cabecilla se llamaba Yanga huyeron de las haciendas en las que eran explotados y se refugiaron en la sierra. Con el tiempo, lograron una negociación con el virrey mediante la cual se les otorgó el derecho de fundar el primer pueblo libre de esclavitud de América: en donde se ubica el actual municipio de Yanga, Veracruz.

Sin embargo, para 1612 la población (principalmente los habitantes de origen peninsular y los criollos) de la capital de la Nueva España estaban convencidos de que numerosos grupos de personas de raza negra tenían la intención de llevar a cabo una rebelión generalizada de manera que el viernes de Semana Santa fueron aprehendidas treinta y tres personas, incluidas cuatro mujeres. En el día de Pascua todos los detenidos fueron ahorcados y luego desmembrados.

Según una de las crónicas de la época: “Aunque se trató de la aplicación de la ley, estos hechos cayeron dentro de los límites del sadismo”.

Momento. Íbamos muy bien. Pero esta última cita textual es completamente imposible. La palabra “Sadismo” se deriva del nombre del escritor francés conocido como “Marqués de Sade” quien vivió desde 1740 hasta 1814.

La palabra “anacronismo” (del griego “ana”, contra y “cronos”, tiempo) se refiere a algo que no corresponde a la época a la que se hace referencia.

Este tipo de errores suceden más comúnmente de lo que se podría creer. Al mismo ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump le ocurrió durante uno de sus discursos un 4 de julio cuando agarró por su cuenta las palabras y enfatizó que en 1775 el Ejército Continental se apoderó de los aeropuertos y consiguió la victoria. Difícilmente tal afirmación podría ser correcta ya que el primer vuelo de los hermanos Wright (de Orville para ser precisos) ocurrió en octubre de 1903.

En los últimos meses (a raíz de la contingencia que hemos vivido a causa de la conocida pandemia) le he dedicado una proporción de tiempo mayor que antes a ver películas y series de televisión. En algunas de ellas he llegado a detectar escenas que contienen anacronismos. Desde una escena ubicada en algún momento del Medievo inglés en la que un hechicero con todo el desparpajo saca de entre su ropa una pequeña pipa y un cerillo y empieza a fumar (se supone que el hábito de fumar llegó a Europa después del descubrimiento de América y el cerillo se inventó hace unos dos siglos), hasta otra acción situada en la Italia del siglo XVII en la que uno de los personajes describe una distancia y en lugar de utilizar brazas, varas, codos, palmos, pies, pulgadas o cualquier otra medida más creíble simplemente habla de “metros”.

Hace algunos años tuve que visitar la ciudad de México por cuestiones de trabajo. En un momento libre un compañero me mostró algunas construcciones que claramente contaban con muchos años de haber sido edificadas. Cuando me señaló una fuente le pregunté que más o menos de qué época databa y me respondió algo así como: “Debe ser de la época del virrey Marquina”. Luego de algunos segundos le hice otra pregunta: “¿Y cómo es que se bombea el agua?”. En ese momento mi amigo procedió a echarme una mirada que iba de la incredulidad a la lástima y que parecía decir “Ah ¡cómo serás ignorante!” pero lo suavizó con otra frase: “Con una bomba de agua ¿si las conoces?” No me quedó otra opción que preguntarle: “Y en la época virreinal las bombas de agua ¿eran de 110V o de 220V?” Hasta hoy no he recibido la respuesta; en vez de eso hubo un silencio y un cambio de expresión en su cara. Creo que con ello se aclaró que mi duda acerca del bombeo era genuina.

En otra ocasión hace ya varias décadas, tuve otro compañero que era muy aficionado a la lectura. En alguna conversación me pidió alguna recomendación para leer con la condición de que fuera interesante. Mi respuesta: La Historia Universal de Isaac Asimov. Mi amigo me hizo caso y adquirió la colección. 

A partir de allí durante varios meses cuando conversábamos temas de historia se emocionaba con algunos pasajes como cuando en el siglo XVII los venecianos dispararon contra el Partenón que los turcos habían habilitado como polvorín y con ello se destruyó gran parte de la construcción.

Pero donde ocurrió el inolvidable anacronismo fue cuando me describió la excursión de Aníbal hasta las inmediaciones de Roma: “Nada más imagínate, Óscar. Cruzar los Alpes ¡con elefantes! Cargando y arrastrando los cañones”. Y allí se derrumbó el encanto de la narración. Recordando las numerosas películas de griegos y romanos que había visto estaba en condiciones de afirmar que en la época de la Segunda Guerra Púnica (que es la referida líneas arriba) no existían tales armas.

Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.

Que tengan ustedes una excelente semana.

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