Por: Óscar Rodríguez
Hace ochenta años
Amables lectores, tengan ustedes un buen día.
Se dice que Cristóbal Colón falleció con la creencia de que había llegado a la India. Sin embargo, hubo quienes opinaban que los territorios descubiertos por el navegante genovés pertenecían a un nuevo continente. Entre este grupo de personas estaba el también italiano Américo Vespucio, quien opinaba que de acuerdo a los cálculos realizados por Eratóstenes unos dieciséis siglos antes, debería haber una distancia cercana a los 25,000 kilómetros entre Europa y Asia.
Las opiniones de Vespucio fueron aceptadas por el geógrafo alemán Martin Waldseemüller quien en 1507 publicó un mapa en el que aparecía un nuevo continente y propuso que se llamara América, en honor del italiano.
España y Portugal llegaron a un acuerdo respecto al reparto de las tierras recién descubiertas. Las tierras ganadas en viajes hacia el oriente pertenecerían a Portugal mientras que aquéllas adquiridas en viajes hacia el occidente corresponderían e España.
El navegante de origen portugués (aunque al servicio de la corona española) Fernando de Magallanes aprovechó el acuerdo de manera que viajando siempre hacia el poniente más allá de América intentó llegar hasta la India. Luego de una larga travesía, logró llegar al estrecho que ahora lleva su nombre y luego encontró un océano de aguas bastante tranquilas por lo que le llamó Océano Pacífico (este mismo océano había sido llamado Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa unos años antes).
Magallanes murió en un enfrentamiento contra una tribu de las islas que luego se llamarían Filipinas (en honor del rey Felipe II) de modo que su expedición de circunnavegación fue concluida por una sola nave luego de casi tres años con Juan Sebastián Elcano al frente de un grupo de dieciocho navegantes en septiembre de 1522 (habían salido casi 240 personas en cinco naves).
Al poco tiempo, España pasó a ocupar un papel protagónico en la historia mundial a tal grado que fue la primera potencia a la que se le podía permitir la frase “el imperio donde nunca se pone el sol”. Alrededor de 1565 se inició el intercambio comercial que duró cerca de dos siglos y medio en la llamada “Nao de China”, la cual efectuaba uno o dos viajes anuales entre la costa occidental de la Nueva España y Manila.
Por todo lo anterior, resulta un tanto extraño que las llamadas islas de Hawaii no hayan sido tomadas en posesión por los exploradores españoles. De hecho, entre los primeros europeos que documentaron su llegada a Hawaii se encuentra el explorador inglés James Cook, en 1778.
Cook había estado en Tahití casi una década antes y se dice que las descripciones tan coloridas acerca de la vida en aquellos territorios provocaron los viajes (más de cien años después) y la residencia temporal en la Polinesia Francesa del artista Paul Gauguin (el autor del diario de viaje llamado “Noa Noa”) aunque eso es otra historia.
Volviendo al tema de Hawaii, hasta hace unos doscientos años los isleños se consideraban a sí mismos como protectorado británico, aunque todavía tenían algunos aspectos de la vida diaria bastante arcaicos. Por ejemplo, la propiedad privada no existía como la conocemos en la mayoría de los países.
En medio de una pugna entre los gobiernos de Francia y Reino Unido, el reino de Hawaii contó con el apoyo de los Estados Unidos para asegurar su independencia.
Haciendo un paréntesis. Parte importante del destino de las naciones ha sido el resultado de batallas navales. Salamina, Lepanto, la derrota de la Armada Invencible, Trafalgar. En palabras de Sir Walter Raleigh “quien manda en el mar, manda en el comercio; quien manda en el comercio dispone de las riquezas del mundo y domina, en consecuencia, al mundo entero”.
Siendo así, la ubicación geográfica de Hawaii y sobre todo la existencia de un puerto natural como Pearl Harbor convirtieron al archipiélago hawaiiano en un objetivo muy atractivo para las aspiraciones de los Estados Unidos.
Desde 1875 se firmó un tratado de reciprocidad entre los gobiernos hawaiiano y norteamericano. Para 1887 el senado estadounidense autorizó a su armada a alquilar a Pearl Harbor como una base naval.
La guerra hispano-estadounidense en 1898 y la necesidad de los Estados Unidos de mantener una presencia constante en el océano Pacífico fueron factores que provocaron la posterior anexión de Hawaii por parte de la nación norteamericana.
De aquellos misioneros que habían llegado a las islas en 1838, para 1875 más de la mitad del territorio cultivable de Hawaii pertenecía a familias de ascendencia norteamericana. Estos terratenientes originalmente buscaban que el azúcar hawaiiana no tuviera aranceles al llegar al mercado continental de los Estados Unidos, pero eventualmente el objetivo terminó en la anexión territorial.
A partir de 1893, se declaró a Hawaii como “Protectorado” del gobierno de los Estados Unidos. La última reina hawaiiana fue Su Majestad Lili’uokalani quien además dejó para la posteridad una melodía que tal vez sea la música más conocida de esas islas: “Aloha ‘Oe”, la cual compuso durante su arresto domiciliario. Hawaii pasó a ser parte de los Estados Unidos en 1898.
Y así pasaron algunos años, hasta que el 7 de diciembre de 1941 la base naval de Pearl Harbor fue objeto de un ataque sorpresivo por parte de la Armada Imperial Japonesa. Esto tuvo como consecuencia el ingreso inmediato de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.
Curiosamente, los últimos participantes activos en dicho conflicto fueron Japón y los Estados Unidos en agosto de 1945.
Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.
Que tengan ustedes una excelente semana.