¡Mangos!

¡Mangos!

Por: Oscar Rodriguez

Amables lectores, tengan ustedes un buen día.

Cuando se consumó la conquista de la ciudad de Tenochtitlán en agosto de 1521 se establecieron las condiciones para iniciar un importante intercambio de productos entre la región que hoy forma parte de nuestro país y el resto del mundo.

Vegetales como la chirimoya, la tuna, el tejocote, el nanche, el capulín, diversas variedades de zapotes, la guayaba, la jícama, el guamúchil, el mamey, la papaya, la guanábana, el aguacate, el tomate y la chía pudieron ser llevados a otras regiones del mundo mientras que a nuestro territorio llegaron toda una gama de frutas tropicales. Entre ellas, el mango.

Considerado una fruta altamente saludable con un contenido de aproximadamente 86% de agua, tiene su temporada de mayor oferta entre los meses de abril y agosto. De acuerdo con la información proporcionada por la página de internet de la Secretaría de Agricultura, el consumo promedio por persona en nuestro país es de alrededor de trece kilogramos al año. El mango es una fruta tropical versátil y nutritiva. Cuenta con alto contenido en fibra y es fuente de vitaminas A, E y C, ácido fólico, hierro, calcio y zinc, sin contar la cantidad importante de azúcares que aporta al organismo.

México ocupa el quinto lugar mundial con una producción en 2020 de un poco más de dos millones de toneladas al año, siendo el estado de Guerrero el principal productor (aproximadamente el 20% del total nacional). La exportación mexicana a los Estados Unidos es de más de 425,000 toneladas al año con lo que se cubre un 65% de su demanda. Como dato adicional, la misma página menciona que nuestro país posee desde 2002 la denominación de origen del mango Ataúlfo producido en la región del Soconusco en Chiapas. Esta variedad lleva su nombre en honor a su creador, el productor chiapaneco don Ataúlfo Morales quien obtuvo los primeros ejemplares experimentando diversos injertos con sus árboles en 1963.

Algunas de las variedades más conocidas en nuestro país son el Manila, el Ataúlfo, el Kent, el Thomas Atkins, el Champagne y el Haden, pero existen cientos de otras variedades que no llegan hasta los supermercados. Algunas de estas son cremosas y dulces, otras tienen un toque cítrico e incluso existen las que son un tanto picosas.

La producción mundial del mango es de aproximadamente 46 millones de toneladas al año. La India es el principal productor mundial (unos 18 millones de toneladas al año), sin embargo casi no exporta debido al tamaño de su mercado doméstico. Por cierto, hay un árbol en la región de Kandesh (al centro del país) al que se le calcula una edad de 300 años y aún da frutos.

El mango es tan popular que ha sido declarado la fruta nacional en tres países: India, Pakistán y Filipinas. En Bangladesh no es la fruta sino la planta a la que se le considera “árbol nacional”. El origen del nombre puede ser el término “mankay” de Tamil Nadu o “mangga” de Kerala, ambos son estados de la India. Cuando los comerciantes portugueses se establecieron en el sur del país, adaptaron el nombre de “manga” para esa fruta. A la llegada de los comerciantes británicos surgió la palabra “mango”.

En 2009 se midió y pesó el mango más grande del mundo. Un ejemplar cosechado en Filipinas llegó a pesar 3.5 kilogramos y a medir 30.48 centímetros de largo por 17.78 de ancho, con una circunferencia de 49.53 centímetros.

Se dice que Buda meditaba y descansaba junto con otros monjes en un ambiente de armonía que les brindaba una arboleda de mangos. Es por ello que los budistas consideran que dicho árbol es sagrado.

El mango es considerado una drupa, o sea un fruto carnoso con una piel delgada y un centro duro llamado endocarpio que resguarda la semilla. De manera que está relacionado con las aceitunas, los dátiles, las nueces de la India, los pistaches y las cerezas.

En agosto de 1968 Mao Tse Tung (ahora Mao Zedong) entregó una cesta de mangos que le había sido regalada por el canciller pakistaní a un grupo de seguidores. Los mangos fueron vistos como un símbolo de afecto del líder y fueron conservados como objeto de culto, incluso se hicieron réplicas de plástico y de cera. La manía del mango se extendió por todo el país con imágenes en carteles, figuras de porcelana y textiles.

Algunos de los rituales imitaban siglos de tradiciones budistas y taoístas. Los mangos incluso llegaron a ser puestos en altares frente a los que se inclinaban los trabajadores de las fábricas. China tiene una larga historia de asociaciones simbólicas con alimentos, que puede haber alentado interpretaciones extravagantes del regalo de Mao. Los mangos fueron comparados con las Setas de la Inmortalidad y el Melocotón de la Longevidad de la mitología china. Los trabajadores conjeturaron que el regalo de Mao fue un acto de desprendimiento, en el que sacrificó su longevidad por la de ellos.

Pero el dentista Han Guang Di tuvo la osadía de comentar que los mangos regalados por Mao eran como cualquier otra fruta sin nada especial, de hecho comparó al mango con el camote. Estas palabras bastaron para que fuera acusado de “contrarrevolución activa”. Guang Di fue hecho prisionero, juzgado y condenado a muerte. Su fusilamiento se llevó a cabo en 1969.

La fiebre del mango duró año y medio. Algunas réplicas de cera fueron usadas como velas en apagones eléctricos. La esposa de Mao quiso replicar el fenómeno en 1974 pero no tuvo éxito.

Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.

Que tengan ustedes una excelente semana.

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