Que su Dios los perdone

Por: Marcos Durán Flores

Que su Dios los perdone

Fue el escritor Jacinto Benavente, uno de los autores teatrales más importantes de la historia y Nobel de Literatura hace un siglo, quien alguna vez dijo: “Perdonar supone siempre un poco de olvido, un poco de desprecio y un mucho de comodidad”. Una buena parte de lo que dice es verdad, porque habría que aceptar que los hechos pasan y no los podemos cambiar. Al hacerlo, solo resta olvidar, perdonar o decidir que lo pasó no admite el perdón, pues desde mi punto de vista, este no siempre es posible, y mucho menos aplica para todos los casos.

 A la llegada del argentino Francisco Berboglio a la silla en donde se sentó Simón Pedro, me entusiasmé y pensé que, en su discurso progresista, renovador, en donde se reconocía los derechos de los homosexuales, condenaba los dogmas, las doctrinas morales y pugnaba por castigar los crímenes de pederastia cometidos por ministros de su iglesia, promovía un verdadero cambio al interior del catolicismo.

 Con gran ingenuidad empecé a creer en Berboglio y sus intenciones de abrir el sarcófago en donde se esconden los pecados que tanto han dañado al cristianismo. Pero todo eso acabó cuando hace años anunció que otorgaba la indulgencia plena a la Legión de Cristo y a su movimiento Regnum Christi Luego de esos, siguieron por miles los escándalos develados por la verdad. Portodas partes surgieron los casos: Irlanda, Argentina, Perú, México, Alemania, los Estados Unidos de América y un silencio oprobioso del catolicismo. 

Pero la semana pasada fueron muy lejos. Y es que el Papa retirado Benedicto XVI, ante un informe independiente que criticaba sus acciones en cuatro casos de pederastia mientras era arzobispo de Múnich, Alemania, pidió perdón por cualquier “falta grave” en su manejo de los casos de abuso sexual por parte del clero. Pero es ese perdón no supuso admitir ningún delito personal. Dijo y cito textual “He tenido grandes responsabilidades en la Iglesia Católica. Tanto mayor es mi dolor por los abusos y los errores que ocurrieron en esos diferentes lugares durante el tiempo de mi mandato”.

  Los autores del informe criticaron el manejo de Benedicto XVI durante su tiempo como arzobispo, acusándolo de mala conducta por no haber restringido el ministerio de los sacerdotes en los casos incluso después de haber sido condenados penalmente. El informe de 1.900 paginas es un “catálogo de horrores” sobre el manejo de casos de abuso sexual por parte de la archidiócesis de Múnich donde de 1977 a 1982, Ratzinger fue arzobispo, en los que debería haber actuado contra sacerdotes abusadores y no lo hizo. Por ejemplo, en el caso de los sacerdotes, cuyos actos de abuso eran conocidos, pero que sin embargo continuaron con su labor pastoral, al igual que Ratzinger pasó de Múnich a Roma hasta llegar a la silla de Pedro.

 El Vaticano de inmediato empezó con el encubrimiento y los asesores de Benedicto XVI publicaron una carta que dice: “Como arzobispo, el cardenal Ratzinger no estuvo involucrado en ningún encubrimiento de actos de abuso”, escribieron. Además, dijeron, el informe no proporcionó evidencia de que Benedicto XVI estuviera al tanto de los antecedentes penales de ninguno de los cuatro sacerdotes en cuestión y terminó diciendo “Estoy particularmente agradecido por la confianza, el apoyo y la oración que el Papa Francisco me expresó personalmente”, dijo.

 Se trata pues, de crímenes sin castigo que me llevan a pensar que ni siquiera una refundación del catolicismo, los puede salvar de su comportamiento gravísimo y objetivamente inmoral. Luego de décadas de un silencio oprobioso, en donde no tuvieron para sus víctimas la “la misericordia de Dios”, pero si es que su Dios existe, con toda seguridad ha enviado a estos deleznables personajes al fuego del infierno, el mismo infierno al que han hecho pasar por tantos años a los niños y niñas de quienes han abusado.

 El dolor de las víctimas, los agravios a sus familias, el encubrimiento institucional desde lo más alto de la jerarquía católica, pone a la iglesia nuevamente herida por sus propios pecados y ni siquiera hay ya un “Mea culpa”, esto se trata más bien de un esfuerzo institucionalizado para darle vuelta a la página, como si eso fuera posible. Hoy, para ellos, solo queda el perdón del Dios que se han inventado.

  

@marcosduranf

Salir de la versión móvil