Sor Bette le comentó al jardinero del convento: “Tengo el cuerpo cortado”. El hombre, que conocía la inocencia de las monjitas, la tranquilizó. Le dijo: “Son las pompas, madre”.
Don Cornulio llegó a su casa antes de lo esperado y sorprendió a su esposa encamada con un desconocido. “¡Bribona! -le gritó furioso-. ¡Mala mujer! ¡Hetaira! ¡Meretriz!”. “¡Ay, Cornulio! -se quejó la señora-. ¡Tú llenándome de injurias y yo aquí entrenando para darte un mejor servicio!”.
El hijo mayor de don Poseidón le contó, atribulado, que había embarazado a una muchacha. Según él le hizo el amor una sola vez, pero con eso hubo para poner a la joven en estado de buena esperanza. “Hijo mío -lo amonestó el progenitor-, debiste haber hecho lo que el tren inglés”. El muchacho se desconcertó: “¿Qué hace el tren inglés?”.
Respondió don Poseidón: “Siempre sale a tiempo”. Uglicia, lo digo con temor de faltar a la caridad cristiana, era bastante fea. Aunque su padre tenía una gran fortuna a la pobre muchacha jamás le había salido un pretendiente. Pero, como dice el dicho, nunca falta un roto para un descosido. Llegó de fuera un individuo llamado Picio, igualmente feo, y empezó a cortejar a Uglicia.
El padre de la doncella, esperanzado en ver casada a su hija, buscó al recién llegado y le dijo lisa y llanamente: “El día que te entregue a mi hija depositaré en el banco 5 millones de pesos a tu nombre”. Sugirió el tipo: “¿No podría mejor entregarme los 5 millones y depositar en el banco a su hija?”. “¡Gallo desgraciado! -se enojó el granjero-. ¡Aprendió a nadar, y ahora está pisando también a las gansas del estanque!”. (“Me canso ganso”, dijo el gallináceo). ¿Una cachetadita? A mí me parece que la economía nos está dando puñetazos, guantadas, mojicones, trompadas, reveses y bofetadas.
Hace unos cuantos meses -digamos en octubre o noviembre del año pasado- una pareja de la clase media podía cenar en una cafetería y pagar una cuenta de 300 pesos. Ahora no les alcanza con 500.
Las amas de casa, que son las mejores economistas del mundo, se dan cuenta de lo que han subido los precios de los artículos en el supermercado y los recibos del mes. Desde luego tal inflación es multifactorial, si me es permitido usar ese sonoro término de mucha utilidad cuando no se puede explicar algo, pero quizá intervengan también el ambiente de incertidumbre que priva en el país y la contracción de la economía a raíz de las medidas de austeridad tanto republicana como franciscana del régimen actual.
Los pesimistas dicen que debemos apretarnos el cinturón y prepararnos para tiempos peores. (Los optimistas dicen lo mismo). En la mesa del restorán don Feblicio hizo un movimiento en falso y se echó en el regazo el plato de menudo. “¡Qué bueno! -se alegró la esposa del languidecido señor-. ¡He oído decir que el menudo levanta muertos!”. El papá del niñito le preguntó: “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”. Respondió el pequeño: “Repartidor de pizzas”. El señor se asombró: “¿Por qué quieres ser repartidor de pizzas?”. Contestó el niño: “Para que las señoras me dejen acostarme en sus camas como hace mi mamá”.
El ciempiés hembra y la luciérnaga se casaron el mismo día, y fueron con sus respectivos maridos a pasar la luna de miel en el mismo lugar. Al día siguiente de la noche de bodas las dos recién casadas se reunieron a comentar sus experiencias. La luciérnaga le preguntó en voz baja al ciempiés hembra: “¿Cuántas veces te hizo el amor anoche tu marido?”. Respondió ella: “Una vez”. “¿Sólo una vez? -se burló la luciérnaga-. Mi esposo me hizo a mí el amor tres veces”. Dijo con acento pesaroso la ciempiés: “Es que ustedes no tardan tanto en quitarse los zapatos”.
FIN.