Por: Agencia
Por: Clauu Cece
Hablar es bueno, creo que hoy en día es uno de los mejores placeres que nos damos los seres humanos, en sociedad destacamos más por lo que decimos que por lo que somos o hacemos.
Nos encanta comentar, dar opinión, “el chisme”, reír y convivir para estar dentro de “la plática” y así embonar en el grupo.
Por lo general las mujeres tenemos distintos grupos de amigas, y NO a todas les contamos lo mismo.
Las del relajo.
Las de la familia.
Las confidentes.
Las compañeras.
Las de apariencia.
Aquellas del Té de los jueves con quienes siempre tenemos que “quedar bien” y siempre estamos de acuerdo en lo que dicen, de quién lo dicen y cómo lo dicen.
Aunque seamos la misma persona, no todos o todas reciben de nosotras la misma información, personalidad, comportamiento y tiempo.
Somos seres camuflajeados según el ambiente.
Nos adaptamos según el trato, la conveniencia o los intereses.
El compañerismo es uno de los rubros que se destacan para hablar, convivir e intercambiar opiniones, es el lugar donde más pasamos tiempo fuera de nuestra casa, los compañeros son parte de nuestra rutina, así que con ellos creamos un vínculo rutinario en el que tarde o temprano terminamos haciéndolo nuestro desahogo.
La familia, cuñadas, concuñas, tías o primas políticas se hacen nuestras aliadas y ahí es donde nos sentimos a gusto al hablar. Siempre debemos tener un desahogo, alguien en quien creer que podemos confiar o simplemente alguien que nos escuche ya que siempre traemos “pechito cargado” y el desahogo es nuestro remedio favorito, aunque no siempre veamos bien quién, y cómo es esa persona a quien le hablamos de nuestras cosas o damos nuestras quejas.
Un punto importante que destacamos hoy es eso, es requisito tener con quién quejarnos.
Si alguien nos escucha y a parte se pone de nuestra parte al hablar, quejarnos, desahogarnos y/o hablar de alguien más, estamos más que satisfechas.
En cualquier caso, ya sea de amistad, compañerismo, “conocido” o de convivencia por X razón, nuestra personalidad se acopla, tenemos tema para todos los rubros, aunque a veces nos falte conocimiento. Hemos llegado al punto que ya no importa que decimos, sino decir algo.
Punto importante, las habladurías, los comentarios, las quejas y la empatía en la plática se transforma en información que depende del receptor al que se le expresa. No todo lo decimos a todos, nuestro sistema de defensa nos impide decir todo lo que pensamos por lo que sabemos callar ciertas cosas y tenemos claro a quién decirlo, no toda la información que damos es para todos los grupos en que estamos.
Por lo que no todo lo decimos, ni a todos decimos lo mismo.
Caigo en la conclusión de que somos seres tan necesitados de adaptación y aceptación que no podemos decir siempre ni en cualquier término lo que en verdad pensamos, no todo lo que creemos ni todo cuanto queremos expresar, no todos los temas son para todas las amistades o todos los receptores. Nos guste o no estamos educados para simpatizar y educados de tal forma que hablar de más está mal visto y el precio a pagar es el rechazo.
Hablar es para nosotras importante, no siempre queremos escuchar, solo queremos ser escuchadas, vivimos en esa constante necesidad de desahogo, necesitamos hablar, nuestra manera actual de aceptación o adaptación es que siempre tenemos que tener algo que decir, algo que opinar, que expresar, que informar, sin importar lo que se diga.
Habla
Hablar es una necesidad, aunque a veces no sepamos bien como nos expresamos.
Mi opinión es que siempre que necesites hablar, hables, desahógate, solo ve bien con quién lo haces y cómo lo haces, di lo que sientes hablando. Y has hábito al hablar hasta que el desahogo ya no sea una necesidad si no una manera de intercambiar información.
Recuerda que no toda la información que va de boca en boca siempre es segura, ni hablarle a todos de ti es lo mejor.