No es cuestión de soberanía, sino de complicidad

No es cuestión de soberanía, sino de complicidad

Por: Alejandro Moreno

En las recientes semanas, la relación entre el gobierno de México y la administración de la Casa Blanca ha tomado un giro inesperado y preocupante. Los señalamientos sobre nexos entre el partido en el poder, Morena, y grupos criminales han sido contundentes y reiterados, lo que ha llevado a que muchos cuestionen la integridad del actual gobierno. Sin embargo, en lugar de enfrentar estas acusaciones de manera frontal, la respuesta ha sido desviar la atención hacia una supuesta violación de la soberanía nacional.

Es innegable que las relaciones entre países deben ser respetuosas y basadas en el entendimiento mutuo. Sin embargo, cuando se trata de la seguridad y el bienestar de la ciudadanía, es crucial que la verdad salga a la luz. La administración de la Casa Blanca ha hecho aseveraciones que, lejos de ser simples especulaciones, reflejan una preocupación genuina sobre la complicidad del gobierno mexicano con el crimen organizado. En este contexto, el uso de la retórica de la soberanía se convierte en una estrategia para eludir la responsabilidad y desviar la atención de la problemática real.

La narrativa de que se está atacando la soberanía de México no solo es simplista, sino que también resulta peligrosa. En lugar de abordar las preocupaciones sobre la corrupción y la colusión con grupos criminales, se opta por construir una cortina de humo que busca deslegitimar los señalamientos internacionales. Este enfoque no solo priva a la ciudadanía de una respuesta clara y honesta, sino que también perpetúa un ciclo de impunidad que beneficia a aquellos que operan al margen de la ley.

La complicidad entre algunos sectores del gobierno y el crimen organizado no es un tema nuevo, pero lo que ha cambiado es la visibilidad y la gravedad de los señalamientos. La comunidad internacional, y específicamente los Estados Unidos, han comenzado a alzar la voz con mayor firmeza, lo que revela un creciente descontento ante la falta de acciones concretas para combatir la corrupción y el narcotráfico. Ignorar esta realidad y enmarcarla como un ataque a la soberanía solo aumenta la desconfianza y el escepticismo hacia el liderazgo actual.

Es imperativo que el gobierno de México, en lugar de refugiarse en discursos de soberanía, asuma una postura proactiva y transparente. La rendición de cuentas y la colaboración internacional son fundamentales para enfrentar el flagelo del crimen organizado. La soberanía de un país no se mide únicamente por la capacidad de tomar decisiones autónomas, sino también por la habilidad de proteger a su población de amenazas internas y externas. La verdadera soberanía reside en la capacidad de un gobierno para mantener el orden y la justicia, y no en el silencio cómplice ante la corrupción.

El tiempo de la evasión ha terminado. La ciudadanía merece respuestas claras y contundentes sobre los vínculos entre su gobierno y el crimen organizado. La lucha contra la impunidad y la corrupción debe ser una prioridad, y la única manera de avanzar es enfrentando la verdad, sin máscaras ni cortinas de humo.

Al final del día, no se trata de soberanía; se trata de responsabilidad, ética y, sobre todo, de la confianza que la sociedad deposita en su gobierno. La verdadera lucha es contra la complicidad, no contra los cuestionamientos internacionales.

Salir de la versión móvil