Sería el primer presidente en funciones en abordar un avión y comprar su flotilla con fines militares
Por: Yolo Camotes
La Fuerza Aérea Mexicana, brazo de las Fuerzas Armadas de México, es la encargada de la defensa del espacio aéreo de nuestro país, además de velar por la integridad territorial y auxiliar a la población en caso de desastre.
Su lema es: Honor, valor y lealtad y actualmente cuenta con una flota área militar que la sitúa como la tercer más grande de América Latina, solamente por debajo de Brasil y Colombia.
Los inicios de la Fuerza Área Mexicana se remontan a principios del Siglo 20, gracias a la visión de un hombre que inspiró a toda una nación.
Y es que el sueño de surcar los cielos siempre estuvo en la sangre de los mexicanos. Las culturas precolombinas imaginaban deidades celestiales que podían volar como aves.
En el siglo 18, los globos aerostáticos vinieron a deslumbrar al mundo entero haciéndose extremadamente populares en el siglo 19.
Pero fue hasta inicios del siglo 20 que gracias al trabajo de varios pioneros se sembrarían las bases de la aviación como actualmente la conocemos.
Los primeros aeroplanos construidos con madera de balsa se elevarían a los cielos robándose la imaginación de la humanidad entera.
En México, entre los pioneros de la aviación se encuentra Alberto Braniff quien en 1910 se convirtió en el primer hombre en volar un avión en Latinoamérica.
En 1911, Porfirio Díaz renunció a la presidencia y abandonó el país quedando en su lugar Francisco I. Madero, cabeza del movimiento revolucionario que derrocó a Díaz.
Ese mismo año se llevaría a cabo una exhibición de aviación del 16 al 30 de noviembre de 1911, promovida por la empresa francesa Moisant International Aviators.
El evento tenía como objetivo promocionar el uso del avión y se llevaría a cabo en los terrenos de la Hacienda Balbuena, específicamente en la zona llamada los “llanos de Balbuena”, donde años más tarde se desarrollaría la colonia Jardines de Balbuena junto a donde se construiría el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Para este evento, se colocaron carteles por todas las calles, además se imprimió la noticia en los diarios más importantes.
La exhibición fue todo un éxito, miles de curiosos pudieron ver de primera mano, este maravilloso invento.
El último día de la exhibición y de manera sorpresiva, el Presidente Madero se presentó acompañado de su familia, así como de su gabinete.
Su intención por supuesto, era presenciar el espectáculo, además Madero que era un hombre letrado y de naturaleza curiosa, la atraían estas máquinas que según él parecían ser “mágicas”, pues les daba alas a los hombres.
Ese día el espectáculo se desarrolló sin incidentes; Madero parecía encantado y visiblemente emocionado cuando se acercó a uno de los pilotos de nombre George Dyot, quien estaba preparando su avión para una de las demostraciones.
Así Madero inició una charla con él; repentinamente, dice los que atestiguaron el hecho que Madero brincó como chapulín brinco sobre el ala del avión para colocarse en el asiento delantero, mientras George Dyot se colocó en el asiento posterior.
Rápidamente se corrió la voz de que el presidente Madero se había subido al avión, lo que nadie esperaba es que el avión comenzará a rodar.
En ese entonces no existían las más mínimas medidas de seguridad, nada te protegía la excepción de llevar algún amuleto, medallón o rosario en la mano ya que no eran infrecuentes los accidentes fatales en estos aparatos.
Para admiración del público y para terror de la familia, así como del gabinete de Madero, el avión comenzó elevarse.
Madero con gafas y casco parecía firme y alegre. Durante 12 minutos el tiempo pareció detenerse, el pequeño avión iba de un lado a otro zigzagueando como mosca.
En ratos parecía que sus frágiles alas cederían ante la presión del viento y Madero pasaría a mejor vida.
El Presidente gozaba en esos momentos que los dioses le permitieron “tener alas”.
Desde las alturas pudo tener una vista única y contemplar la ciudad como pocos lo habían hecho.
Desde esa perspectiva vio a un México entrando a una nueva era, donde la justicia y la paz sería no sólo un ideal, sino por fin, una realidad.
Después de los doce minutos que parecerían una eternidad, el pequeño avión por fin tocó tierra en un suave aterrizaje.
El público llenó de júbilo corrió hacia él, la gente lo vitoreó aplaudió y llenó de vivas a Madero.
Esta temeraria hazaña, causó gran relevancia los medios de la época, entre críticas y alabanzas, pues algunos destacaban su valentía mientras la achacaban esta experiencia como un acto de irresponsabilidad al arriesgar su vida.
La noticia le daría la vuelta al mundo, Londres, París, Moscú, Nueva York y Tokio, en sus principales diarios harían eco a esta proeza: Un presidente había desafiado los mismos cielos y vivido para contarlo.
Con el paso del tiempo este hecho histórico se fue minimizando, incluso como es costumbre algunos han tratado de reescribir la historia intentando adjudicarse lo que no les pertenece, llegando a decir que el primer mandatario en volar había sido el Rey de España o Roosevelt presidente de los Estados Unidos quien sí voló en 1910, pero éste lo hizo en calidad de ciudadano, pues ya era expresidente cuando realizó su vuelo.
Históricamente el primer presidente en funciones que voló en el mundo fue Francisco I. Madero.
Este hecho debe recordarse no como si Madero fue el primer presidente en funciones en la historia en volar un avión, sino que este acto también marcaría el inicio de las Fuerzas Aéreas Militares en México.
Madero, hombre visionario, se dio cuenta del poder de la aviación como arma de guerra, la experiencia al volar le causó tanto impacto que decidió enviar una comisión a Europa a entrenarse en aviación y autorizó la compra de cinco aviones monoplanos para el Ejército Mexicano.
Los dos primeros de estos aviones llegaron a Torreón, Coahuila en 1912 para ser empleados en la campaña contra Pascual Orozco, convirtiéndose México en el primer país del mundo en que actuarían los aviones en acciones militares.
Posteriormente otros caudillos revolucionarios también hicieron uso de aviones en sus batallas, ya sea como observadores o participando activamente de las acciones bélicas.
De este modo, Francisco I. Madero se convirtió además en el primero en emplear la aviación como arma militar.
Madero mismo confesó que esta experiencia fue la más emocionante de su vida, ni siquiera las balas que le pasaron silbando en los combates revolucionarios, aumentó tanto su adrenalina y lo pusieron tan cerca de la muerte.
Madero ciertamente fue un hombre poco convencional, basta con adentrarnos a sus memorias y a sus escritos para darnos cuenta de que sus ideales estaban muy adelantados a su época, incluso a los de hoy en día.
Quizá por eso, se llegó a considerar “un loco” y algo tendría de ortodoxo, pues Madero gustaba de bailar en público, pasear sin escoltas por Chapultepec y la Alameda acompañado del brazo de su esposa. Lloraba al escuchar la música clásica en los conciertos de la sinfónica del conservatorio, fue un gran ideólogo, filósofo y hombre espiritual.
Cuando realizó esta hazaña, muchos se preguntaron: si había logrado salir vivo de la Revolución, ¿para qué arriesgar su vida?
Pero Madero fue temerario, parecía conocer muy bien a la muerte, porque en sus propias palabras, la muerte no existía, era sólo una puerta, un tránsito hacia otra existencia.
En otro artículo hablaré seguramente de los pensamientos de Madero, de los que nunca se habla en ninguna clase de historia, ni ningún discurso oficial y que la inmensa mayoría de los mexicanos desconocemos.
Madero tenía la visión de elevar a México al estatus que en realidad merecía y no al que años más tarde, sus sucesores lo llevaron.
Hoy nos queda como recuerdo de ese día, los recortes de los diarios de la época y decenas de fotografías donde aparece don Francisco con una sonrisa alegre y sincera, además equipado con sus lentes para vuelo.
Madero con este sencillo y valiente gesto, abrió las puertas de lo que sería a la postre la Fuerza Aérea Mexicana.
Hoy, a pesar de contar con muchos retos técnicos, presupuestales y sobre todo políticos; los hombres y mujeres que en ella sirven, han dejado en cada misión su esfuerzo y dedicación con honor y valentía en la encomienda de defender y resguardar a los mexicanos y mexicanas.
Cuando veas un avión de los cielos de México, acuérdate por un momento de Madero y de todos aquellos que sirven todos los días a la nación arriesgando sus vidas a miles de metros de altura y volando por los cielos como si fueran aves.