Por: Agencia
Ucrania conquistó su primer título del Mundial Sub 20 tras remontar 3-1 a Corea del Sur con un doblete del delantero Vladyslav Supriaha, antes del último y definitivo tanto de Heorhiy Tsitaishvili.
Se preveía un encuentro marcado por la rigidez defensiva, el rigor táctico o el orden de las líneas y todo se desvirtuó con la primera jugada del partido, en la que Corea se encontró con un penalti, previa revisión del videoarbitraje, para ponerse en ventaja.
No hubo que esperar más que segundos desde el pitido inicial para presenciar el frente a frente de los dos nombres propios del Mundial, por nivel e impacto mediático, de Kangin Lee y Andriy Lunin. Se miraron cara a cara y el valencianista no titubeó en engañar al madridista para ejecutar el penalti a placer.
El escenario era idóneo para el combinado asiático, experto en defender resultados toda vez que aventaja a sus rivales en el marcador, con su línea de tres centrocampistas arropando a sus cinco defensas.
A pesar de los problemas de Ucrania en la construcción y elaboración para adentrarse en el entramado coreano, el balón parado, a pesar de no contar con Popov, se presentaba como una opción viable para abrir el encuentro.
Sikan, el delantero titular durante todo el Mundial, más dotado físicamente para el juego aéreo, cedió su sitio a Supriaha en la punta tras la portentosa actuación del último en las semifinales ante Italia y, en el plano menos esperado, el '11' respondió haciendo buena su agilidad y flexibilidad para girarse dentro del área y aprovechar las dudas de Corea al despejar una falta para firmar el empate.
Con el 1-1 en el marcador, Ucrania se despojó del nerviosismo propio de un equipo que por primera vez tenía que buscar respuestas y no plantear las preguntas, y recuperó su papel habitual en los encuentros.
Los de Petrakov se juntaron cerca de su área, siempre protegidos por la altura y sobriedad de Lunin, y tendieron a Corea una trampa hacia la que los asiáticos caminaron sin freno.
Kangin, cerebro, motor y ejecutor de las ofensivas coreanas, empezó a recibir el esférico en un sobrecargado carril del central, sobre el que algún ucraniano siempre saltaba a molestar. Después, Ucrania robaba, se apoyaba en sus mediapuntas y se desahogaba sobre sus bandas.
La actuación de Korniienko y Konoplia para trasladar el balón desde la primera línea hasta la última volvió a ser el oxígeno de los Petrakov. Corea no llegaba a cerrar las bandas y menos aún a limitar las constantes intimidaciones de Supriaha al espacio de la adelantada defensa asiática.
Así llegó el doblete del jugador del Dynamo, de suplente en el inicio a héroe en la final, que con sus dos goles puso el punto final a una de las historias del Mundial. Detectó el espacio entre los centrales coreanos, esprintó a máxima velocidad para ocuparlo, e hizo de la recepción un control orientado que solo le dejó opciones para definir.
Con el 2-1, Chung ajustó fijando a Um en banda y buscando llover balones sobre el área de Ucrania. Tanto en los córners, como a balón parado o juego corrido, los europeos demostraron por qué habían llegado a la final como el equipo menos goleado del Mundial y por qué Lunin era la pieza fundamental del equipo.
El portero madridista hizo gala de su poderío aéreo, su liderazgo, su madurez y su lectura de juego para anticiparse a cada movimiento coreano y anular las opciones de un equipo que buscó remates con la envergadura de Oh y la potencia de sus centrales.
Lunin también tuvo tiempo de dejar una estirada para el recuerdo antes de que Tsitaishvili, más intermitente en la segunda mitad, terminara de castigar los espacios cedidos por Corea con una espectacular carrera que terminó en un contragolpe vertiginoso, un disparo cruzado y el gol que otorgaba a Ucrania el título mundialista.
El equipo de Petrakov supo reponerse a las adversidades y hacer valer sus optimizados recursos para coronarse como la mejor selección sub 20 del mundo. Una generación primorosa, encabezada por Lunin y formada por Konoplia, Popov, Bondar, Khakhlov, Tsitaishvili, Buletsa, Sikan y Supriaha, que bajo la dirección de Petrakov es la justa merecedora del oro mundialista, en un torneo sobre el que mandaron desde el primer hasta el último día.