Hércules, Coah.- La escena que hoy se vive en Hércules es la de un pueblo que se va desmoronando ante los ojos de sus últimos habitantes. Casas vacías, escuelas casi sin alumnos, calles sin comercio y una población que sobrevive apenas con lo indispensable.
Aída Mata, directora de programas de Bienestar en la región, lo resume con crudeza: "Las familias viven de la gracia de Dios".
Actualmente, apenas cien familias resisten en este lugar donde, hasta hace unos años, la vida giraba en torno al trabajo minero y al comercio. Hoy quedan sobre todo adultos mayores, personas con discapacidad y unos cuantos niños. El programa de Bienestar llegó con la intención de aliviar el abandono, pero la realidad es más dura que cualquier apoyo: "Ya casi no hay ni alumnos; en la primaria apenas se cuentan unos diez", lamenta Aída.
El panorama es tan desolador que el gobierno federal ha iniciado un censo casa por casa para documentar cuántas personas sobreviven aquí y qué requieren de manera urgente. "Nosotros somos los ojos del gobierno federal", sostiene la funcionaria, quien anticipa que solicitarán apoyo alimentario porque muchas familias están batallando incluso para llevar algo a la mesa.
Mientras algunos sobreviven gracias a las remesas que envían parientes que trabajan en Chihuahua —donde además enfrentan la inseguridad— otros apenas pueden salir de su casa. Como la familia del taller de vulcanizado: tres hijos con discapacidad que no tienen más refugio que su pequeño local y la solidaridad de los vecinos.
La clínica local permanece cerrada la mayor parte del tiempo y apenas si brinda atención básica, por lo que se organizarán brigadas de salud en las próximas semanas. Pero la crisis no se detiene: "Se está poniendo difícil, triste... es como un Chernóbil", advierte Aída Mata.
Las viviendas abandonadas se multiplican, el comercio ha desaparecido y el silencio es el nuevo habitante de Hércules. Un silencio que duele y que retrata el olvido.
