Si de algo puede jactarse México es que a lo largo de su historia siempre ha contado con personas valientes que se han alzado en defensa de la justicia mientras sus gobernantes se esconden debajo de un escritorio.
Hoy quiero hablarles precisamente de una heroína que siendo empleada doméstica y sin incursionar en la política o el ejército, puso en jaque a los gobiernos de México y Estados Unidos a principios del siglo 20.
Me refiero a Carmelita Torres, una mujer que en 1916 confrontó las abusivas e inhumanas políticas racistas del Gobierno de los Estados Unidos, mientras el Gobierno Mexicano guardaba silencio.
UN POCO DE HISTORIA
Después del 9 de marzo de 1916, cuando Pancho Villa invadió Estados Unidos, las autoridades norteamericanas en represalia, establecieron una serie de requisitos indignos para que los trabajadores mexicanos pudieran cruzar la frontera.
Con el pretexto de prevenir epidemias, todos los mexicanos que desearan ingresar a suelo estadounidense, tenían que pasar, como si fueran animales, por un proceso de desinfección con baños de gasolina y queroseno, así como una revisión médica para detectar enfermedades físicas o mentales.
A quienes tuvieran piojos, los rapaban para evitar que fueran portadores del temido Tifus, enfermedad provocada por la picadura de pulgas y garrapatas.
Estas medidas se recrudecieron en 1916, cuando el recién electo alcalde de El Paso, Texas, Tom Lea Jr., envió un telegrama al Cirujano General de los Estados Unidos donde le solicito que se implementará cuarentenas para prevenir la propagación del tifus.
En su telegrama escribió: “sucios y apestosos mexicanos llenos de piojos llegan a El Paso todos los días y sin duda traerán y propagarán el tifus a menos que se implemente una cuarentena”.
En respuesta los Estados Unidos construirían duchas en sus fronteras con el fin de rapar y desinfectar a todos los mexicanos que cruzaron por ella.
Tom Lea Jr. al que le apodaban “calzones de seda” (por usar ropa interior de ese material), estaba obsesionado con la limpieza y el racismo.
Al inicio de su gestión, en 1916, había prometido que se desharía de todo lo “podrido” que contaminaba a los Estados Unidos, comenzando, según él, con los “sucios y corruptos” como lo era su antecesor el exalcalde católico irlandés Charles Kelley, así como a sus votantes mexicoamericanos.
Tom Lea acusaba a Charles E. Kelley de pagar los impuestos electorales de los votantes mexicanos, estos impuestos eran básicamente una cuota que tenían que pagar los descendientes de los mexicanos nacidos en los Estados Unidos para tener el derecho de votar.
Estos impuestos se han creado para asegurarse que los trabajadores mexicoamericanos no pudieran votar debido a que la mayoría ganaba muy poco.
En su campaña racista, Tom Lea con la ayuda del General Pershing, demolieron cientos de antiguas casas de adobe que, según él, estaban infestadas de chinches y gérmenes en el barrio de “chihuahuita” en El Paso, echando a sus moradores mexicanos y sustituyéndolas por casas estilo anglosajón vendidas también estadounidenses de origen europeo.
PASO DE MEXICANOS
En aquel entonces, existían pequeños trolebuses internacionales que transportaban principalmente a mexicanos que iban desde Ciudad Juárez a trabajar a El Paso.
Sería el 28 de enero de 1917, cuando una mujer mexicana de cabello castaño rojizo y de nombre Carmelita Torres, quien viajaba en uno de estos tranvías eléctricos, decidió no acceder a la humillante inspección sanitaria.
Cabe señalar que además de ser tratados como ganado, las mujeres eran fotografiadas desnudas por los soldados estadounidenses.
Carmelita en un acto de resistencia, se rehusaría a esta humillación que incluía baños de gasolina y queroseno y el uso de pesticidas como el Zyclon B, la misma sustancia Alemana que se usó para el llamado Holocausto, durante la Segunda Guerra Mundial.
Después de rehusarse a este humillante y peligroso procedimiento, Carmelita solicitó pasar la frontera sin tener que someterse al desnudo completo, solicitud que por supuesto le fue negada.
Molesta pediría que le devolvieran el dinero de su pasaje, lo cual también le fue negado, así que convenció a otras 30 mujeres que iban en el tranvía a bajarse del mismo y no pasar por el baño ni la desinfección.
Las mujeres que iban a trabajar en labores domésticas en las casas de residentes en los Estados Unidos se sumaron a su protesta y lo que empezó con 30 damas a las pocas horas ya congregaba a 2 mil personas.
Ante esta, “sublevación”, fueron enviadas al lugar tropas del General Pershing, el mismo que intentó capturar a Villa pero cuyas tropas fueron humilladas por soldados mexicanos.
Al arribo de las tropas estadounidenses, las mujeres “comandadas” por Carmelita, se enfrentaron con piedras, botellas y otros objetos.
El gobierno estadounidense enteró de la revuelta al gobierno carrancista que para sofocar el conflicto enviaría al General Francisco Murguía, llamado popularmente como el General “Mecates”, por su fama de colgar a muchos villistas.
El general llegaría con su famoso escuadrón de la muerte; ambas tropas, la mexicana y el estadounidense, rodearon a las mujeres que en lugar de asustarse siguieron confrontándolos.
En medio de la protesta un hombre gritaría: ¡Viva Villa! siendo rápidamente aprehendido y fusilado por los soldados mexicanos.
La protesta se prolongaría por unos días y alcanzaría varios niveles, principalmente contra el racismo sistemático estadounidense hacia los mexicanos que sólo buscaban trabajar en una tierra que consideraban aún suya.
También se protestaba contra el carrancismo, al cual se le veía como un gobierno “títere” que colaboraba con los Estados Unidos para apresar a Villa.
La prensa de ambos lados de la frontera se sumaría a esta traición, criticando a Carmelita y su gente.
La prensa estadounidense alegaba que los mexicanos eran personas “sucias”, “ingratas” que no les gustaba bañarse.
Mientras que los periódicos oficiales de México señalaban que los protestantes eran personas de clase “baja” a los que no les gustaba respetar la ley.
El motín finalmente sería disuelto por las tropas estadounidenses y las mexicanas a través del “diálogo” que significaron golpes, palazos y balazos.
Por desgracia esta protesta no terminó con estas prácticas, de hecho, el trato humillante continuó hasta el año de 1964.
En total 24.5 millones de trabajadores mexicanos, empleados por los Estados Unidos y llamados “braseros”, sufrieron este mismo proceso, sólo que en ellos se empleó la hoy prohibida y tóxica sustancia llamada DDT.
Lamentablemente el Gobierno Mexicano se quedó con los brazos cruzados y no protestó jamás por este humillante trato a los ciudadanos.
A Carmelita se le ha llegado a llamar la Rosa Parks mexicana, en referencia a la mujer afroamericana que desafió el sistema racista que imperaba en el transporte público de los Estados Unidos, donde las personas afroamericanas debían viajar en la parte de atrás de los autobuses y parados.
Mientras la protesta de Rosa Parks sería el inicio del cambio en el sistema social, la de Carmelita quedó tan solo como una anécdota casi oculta en la historia de México y los Estados Unidos.
Es importante señalar que esta desinfección no se llevaba a cabo en otros puntos de entrada a Estados Unidos, solo en la frontera con México.
Por otro lado, siendo justos un país tiene el derecho de imponer las condiciones de entrada que desee en orden de salvaguardar la salud e integridad de sus habitantes, pero también es esencial hacer esto de una manera ordenada y digna.
La nación que presume al mundo ser baluarte de la libertad, la democracia y la dignidad humana, trataba a sus visitantes mexicanos pero que al ganado.
Hoy a los mexicanos ya no nos llaman “sucios”, ahora somos criminales, violadores y aprovechados por trabajar en los Estados Unidos.
No obstante, frecuente los visitantes de origen hispano, son sometidos a tratamientos humillantes bajo el pretexto de combatir a un enemigo invisible, el llamado terrorismo.
Casos muy sonados donde figuras famosas como médicos o científicos al cruzar las fronteras, son detenidos, desnudados e indagados en todas las cavidades por las autoridades migratorias de aquel país.
A los Estados Unidos se les olvida que además de haber hurtado un vasto territorio que no les pertenecía y que eran de las tribus originarias, hicieron lo mismo con México.
Olvidan los norteamericanos que los migrantes de origen mexicano contribuyen a su economía como el sector agrícola y silvícola o de pesca hasta en un 18 % del producto interno bruto o en el de la construcción con el 13%.
Se estima que los mexicanos de hasta la tercera generación en los Estados Unidos aportan el 8 por ciento del producto interno bruto total, además 1 de cada 24 trabajadores estadounidenses, depende directamente del comercio con México.
De una población de casi 57 millones de latinos en Estados Unidos, más del 63% son de origen mexicano, es decir, aproximadamente 36 millones de personas.
Cada año el gobierno de los Estados Unidos detiene a cientos de miles de personas en centros de detención administrativa de inmigración, esto mientras se procesan sus casos de inmigración y apelaciones.
Muchos detenidos son sometidos a una detención prolongada a pesar de que enfrentan desafíos sustanciales para ser deportados y no representan un peligro significativo para la seguridad pública o riesgo de fuga.
A pesar de años de promoción y cierta supervisión adicional los centros de detención de inmigrantes, continúan las condiciones inhumanas, incluido el uso excesivo del confinamiento solitario y distintos niveles de agresión incluida la sexual.
En las celdas extracciones de custodia a corto plazo administradas por las autoridades migratorias de aquel país, los adultos y los niños no acompañados han sido sometidos a abuso acoso y maltrato.
Carmelita Torres, por cierto, al final de la protesta, sería arrestada y jamás se sabría de nuevo de ella. Se dice que se “suicidó” presa de una depresión tipo Jeffrey Epstein o a la Mcafee.
Ella sería una de las primeras mártires de los derechos humanos de los mexicanos en la historia, a pesar de que nadie le recuerda, nadie le honra y cuya historia raramente es contada.
Pero no todos son malas noticias, Pancho Villa se enteraría de este incidente y ofrecería una alegre recompensa de mil pesos oro a quien le trajera al alcalde Tom Lea “vivo o muerto”.
El alcalde y su familia vivirían por muchos años con el temor de que alguien quisiera reclamar esa recompensa, por lo que estarían siempre custodiados por escolta policiaca.
A más de 100 años de distancia, recordamos a Carmelita y su lucha que no fue en vano, ya que nunca será incorrecto denunciar la injusticia, nunca será incorrecto luchar por lo que se cree con el corazón, por aquello que es importante para ti como persona, aún en eso se vaya la vida.
Es mejor dar nuestra vida luchando por lo correcto, que vivir pasivamente en medio de todo lo que es incorrecto.
Ya lo dijo Emiliano Zapata: “Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.
Aunque no siempre ganemos las batallas, es bueno saber que por lo menos hemos luchado por ellas.