Ocho migrantes venezolanos, entre ellos una madre y sus hijos pequeños, abandonaron un albergue de Protección Civil después de haber permanecido allí durante tres días. Ahora, sin rumbo, sin dinero y sin un lugar donde pasar la noche, se enfrentan a la incertidumbre de su situación, con la esperanza de que la caridad de la gente les permita continuar su viaje.
Geriyuris, de 24 años, y su esposo Keni, quienes viajaban con sus hijos de 6, 4 y 2 años, forman parte del grupo que dejó el albergue, junto a otra familia venezolana, que incluía a una madre y sus dos hijos adolescentes.
"Nos dieron tres días en el albergue, y ahora vemos qué conseguimos para pasar la noche", comentó Geriyuris, quien relató que su esposo Keni, quien camina cojeando con muletas, fue atropellado por un hombre bajo los efectos del alcohol y las drogas, mientras viajaban a bordo de un vehículo.
Este grupo de migrantes han venido viajado por diversos países durante un año en busca de una vida mejor. A lo largo de su trayecto, han sido testigos de situaciones dolorosas y difíciles que han enfrentado otros migrantes que, al igual que ellos, buscan llegar al norte de Coahuila para cruzar a Estados Unidos.
"Venimos huyendo de Venezuela porque la situación económica allá es muy mala, se pasa mucha hambre. No hay ni para comer", relató Geriyuris.
En México, donde han vivido los últimos cinco meses, destacan que el trato recibido por la gente ha sido cálido y acogedor, aunque no han tenido la oportunidad de entrar en alguna colonia, han encontrado ayuda y hospitalidad principalmente en las calles de cada ciudad donde se han detenido.
Ahora, con la partida del albergue, la familia no sabe dónde pasará la noche ni qué rumbo tomará. La única esperanza que les queda es que la caridad de las personas, que puedan darles algo de dinero, les permita llevar algo de comida a la boca y encontrar un refugio temporal.
"La gente ha sido muy buena con nosotros, nos ayudan, nos dan algo de dinero, y eso es lo que nos mantiene", dijeron con esperanza, mientras continuaban su caminata sin un destino claro.
La situación de estos migrantes refleja las duras realidades que viven miles de personas en su viaje hacia el norte, enfrentando no solo las dificultades del camino, sino también la constante incertidumbre sobre su futuro. Mientras esperan que su suerte cambie, se aferran a la solidaridad de quienes, en el camino, deciden tenderles una mano.