Maximiliano de Habsburgo, a quien la historia oficial le otorga el nada honroso grado de “usurpador” y villano, fue el primer gobernante en México que celebró el “grito” de independencia.
Fue en 1864 cuando el emperador acudiría personalmente a Dolores Hidalgo, Guanajuato para dirigir la ceremonia del grito, en un evento muy similar al que conocemos hoy en día.
De aquel suceso, existe en esta localidad una placa alusiva, al año siguiente, en 1865, Maximiliano, organizó una gran fiesta por el 55 aniversario del inicio de la guerra de independencia, evento que se llevó acabo en el zócalo de la capital del imperio, así como en Palacio Nacional.
El emperador y su esposa Doña Carlota de Bélgica, organizaron la celebración, testigos de la época narraron que fue un festejo que mezcló la fiesta popular, con el protocolo oficial, es decir como ocurre hoy en día.
De esto quedó el siguiente testimonio: “Con el entusiasmo de todos los años, con la vehemencia de costumbre, el pueblo mexicano acudió esa noche a la plaza de armas para gritar vivas a la Independencia de México, cuando oh ironía, México estaba gobernado por un monarca extranjero”.
“A la madrugada del 16, las salvas de artillería, los repiques, las banderas militares y los cuetes que tronaban el aire, anunciaban al pueblo mexicano que celebraba su independencia bajo el régimen de un príncipe Austriaco”.
“A las nueve de la mañana, se dirigieron sus majestades a la catedral en la carroza de lujo, en medio de una valla del palacio a la basílica formada por la guardia palatina, después el tedeum, es decir, el himno de acción de gracias, los soberanos recibieron en el salón de embajadores a todos los funcionarios de la corte, al cuerpo diplomático, a los miembros del ayuntamiento de la ciudad y a los notables. El emperador vestía aquella mañana un informe de General mexicano, luciendo al pecho las grandes cruces del águila mexicana, de Guadalupe y el toisón de oro. La emperatriz vestía de blanco y llevaba riquísimas joyas, posteriormente Maximiliano, escoltado por su estado mayor y por un cortejo de generales y jefes de alta guarnición, pasó revista a sus tropas, después de este acto regresó a palacio imperial trotando a todo galope por las calles de Plateros y San Francisco, donde una multitud entusiasmada la aclamaba”.
“Al llegar a la plaza de armas el emperador y sus principales acompañantes se situaron en frente a la puerta central del palacio, para presenciar el desfile de la columna, en los balcones se encontraba la emperatriz sus damas y altos dignatarios de la corte”.
En este punto es importante señalar que Maximiliano decidió estar en la puerta de palacio a pie de calle, debido a que no deseaba que se le viera como un gobernante alejado o por encima de su pueblo, cómodamente en un balcón lejos, sino como un mexicano más, aún fuese extranjero y emperador.
Continuando con el relato, “… en la columna militar que desfiló frente a palacio, las tropas mexicanas venían en primer lugar, seguidas de las francesas, austriacas y por último las belgas, por la tarde se sirvió una suntuosa y elegante comida, no sólo a los que festejaban dentro de palacio, sino una gran verbena popular se dio en el zócalo, donde se repartió una gran cantidad de comida y la música de alegres bandas y cantantes también hizo su aparición. Por la noche concluyó el día patrio con la quema de vistosísimos fuegos artificiales y una gran serenata frente al palacio imperial”.
Fue de esta manera que transcurrió aquel grito de independencia, todos los gobiernos que le siguieron, conservaron esta costumbre que aún perdura hasta nuestros días, todos estos sean liberales o conservadores y de distintos partidos políticos, imitando el evento organizado por aquel al que la historia oficial califica como “usurpador”.
Se olvida por alguna razón, que Maximiliano de Habsburgo no arribó como conquistador a México, ni vino a usurpar, sino que fue invitado a gobernar por parte de un grupo político denominado en aquel entonces Conservadores, con el repudio del grupo opuesto denominado Liberales comandados por Benito Juárez.
Sin duda uno de los grandes desaciertos del que fuera el segundo emperador de México, fue el haber aceptado venir a gobernar un país difícil, dividido por guerras, clases sociales y donde en aquel entonces aún no tenía una identidad bien definida.
Además, Maximiliano, no tenía la más mínima idea de que nuestro vecino país del norte estaba muy interesado en que México se convirtiera en una república, la cual dependiera política y económicamente de ellos, al punto que no dudó en apoyar con armas dinero y hasta hombres, al presidente Juárez para lograr este cometido.
Otro de sus grandes errores fue su falta de malicia, en su afán de que todas las partes en conflicto estuvieran satisfechas, no supo percatarse del peligro que se cernía sobre su persona, por lo que desoyó los consejos de los propios conservadores que lo trajeron al país.
Resultó ser demasiado liberal, incluso más que los liberales, ya que sus ideas vanguardistas rebasaban por mucho la de los liberales, y por si fuera poco las ideas de Maximiliano de Habsburgo eran mucho más liberales que las de uso común en la Europa de aquellos años.
Por liberal debemos entender, que sus ideas apuntaban hacia la justicia social y el reparto de la riqueza.
Por ejemplo, una de sus primeras órdenes al acceder al trono, fue la siguiente: “Quiero que en lo adelante no haya distinción entre indios y los que no lo son, todos son mexicanos y tienen iguales derechos a mi solicitud”.
Esta orden vino chocar de frente contra las costumbres sociales de la época, donde las diferencias sociales eran aún más visibles que hoy.
Otro de sus errores y el más mortal de todos, fue no haber creado un Ejército Nacional propio, es decir formado y dirigido exclusivamente por mexicanos, en lugar de esto, se dejó influenciar por Françoise Achille Bazaine, también conocido como el Mariscal Bazaine, que estaba el mando de las tropas francesas y cada vez que Maximiliano sugería comenzar a formar un ejército propio, Bazaine saboteaba sus órdenes o convencía al emperador de que no era necesario formar un Ejército Imperial Mexicano.
En este sabotaje Bazaine logró que el emperador enviara a Miguel Miramón, uno de los verdaderos niños héroes, gran estratega militar, a un exilio perfumado, se le envió a Berlín supuestamente a estudiar el “arte de la guerra”.
Lo que Maximiliano siempre ignoró es Bazaine y Juárez pertenecieron a la misma asociación política semi secreta, y Bazaine tenía la orden de mermar la fortaleza del imperio hasta donde él pudiera.
Cuando finalmente Maximiliano se dio cuenta de este engaño, intentó formar un Ejército Nacional y llamar a Miramón desde Europa para que organizara este ejército, pero era ya demasiado tarde.
Maximiliano tuvo grandes aciertos durante su corto mandato, aunque la historia oficial prefiere jamás mencionarlos, el más grande de todos fue que intentó incitar en los mexicanos a tener una identidad propia, pues comprendió que los mexicanos no eran indígenas y tampoco europeos.
Los mexicanos eran una raza única, con aciertos y debilidades y esa identidad nacional única, sólo se lograría a través de recordar a los verdaderos héroes de la historia, así como las fechas memorables, por este motivo instauró durante su breve reinado, festejos cívicos y monumentos que honraban las fechas memorables de la historia nacional, así como a los héroes de México, con el propósito de enaltecer el orgullo nacional.
Fue Maximiliano quien encargó a Joaquín Ramírez, pintar la imagen del Miguel Hidalgo que más conocemos, gracias a esa pintura se dio vida a uno de nuestros primeros héroes nacionales.
A pesar de todo lo anterior, el emperador Maximiliano es visto como un villano usurpador que habitó palacio nacional y el Castillo de Chapultepec, mientras hay gobernantes de dudosa calidad moral cuyos bustos adornan los lugares de honor hasta nuestros días.
Les dejo estas palabras pronunciadas por Maximiliano en aquel primer grito oficial de independencia en Dolores Hidalgo, Guanajuato en 1864: “Mexicanos, más de medio siglo tempestuoso ha transcurrido desde que en esta humilde casa, el pecho de un humilde anciano resonó la gran palabra de independencia que retumbó como un trueno del uno al otro océano, por toda la extensión y ante la cual quedaron aniquilados la esclavitud y el despotismo de centenares de años, esta palabra que brilló en medio de la noche como un relámpago, despertó a toda la nación de un sueño limitado a la libertad y a la emancipación, pero todo lo grande y todo lo que está destinado a ser duradero se hace con dificultad y a costa de tiempo, años y años de pasiones, combates y luchas se sucedían, la idea de la independencia había nacido ya, pero desgraciadamente aún no lo ve la nación, peleaban hermanos contra hermanos, los odios de partido amenazaban minar lo que los héroes de nuestra hermosa patria habían creado, la bandera tricolor, ese magnífico símbolo de nuestras victorias, se había dejado invadir por un solo color, el de la sangre, entonces llegó al país del apartado oriente y también bajo el símbolo de una gloriosa bandera tricolor, el magnánimo auxilio, un águila mostró a la otra el camino de la moderación y de la ley, el germen que Hidalgo sembró en este lugar, debe ahora desarrollarse victoriosamente y asociando la independencia con la unión, el porvenir es nuestro, un pueblo que bajo la protección y con la bendición de Dios, funda su independencia sobre la libertad y la ley y tiene una sola voluntad, es invencible y puede elevar su frente con orgullo, nuestra águila al desplegar sus alas caminó vacilante, pero ahora que ha tomado el buen camino y pasado al abismo, se lanza atraída y ahoga entre sus garras de fierro la serpiente de la discordia, más al levantarse nuestra patria de entre los escombros, poderosa y fuerte, y cuando ocupen el mundo el lugar que le corresponde, no debemos olvidar los días de nuestra independencia, ni los hombres que nos las conquistaron, mexicanos que viva la independencia y la memoria… de sus héroes”.