En una de las zonas más transitadas de Monclova, bajo el puente del Bulevar Pape a la altura del IMSS, una mujer fue captada inhalando sustancias tóxicas en completo abandono. Vestía un short azul, blusa negra y tenía en sus manos una botella de Resistol 5000 y un foco, artículos comúnmente usados en el consumo de drogas inhalantes.
La escena, documentada en exclusiva por La Voz, ocurrió a plena luz del día y a escasos metros de donde cientos de peatones y vehículos circulan diariamente. Nadie se detuvo. La mujer inhalaba sin ocultarse, sin miedo... sin ayuda. Su mirada perdida y su cuerpo afectado son un reflejo del deterioro social y humano que avanza en silencio en esta ciudad.
El lugar se ha convertido en un punto invisible de exclusión, donde la adicción se normaliza y la indiferencia crece.
El uso de inhalantes como el Resistol y focos como pipas improvisadas se ha extendido entre sectores vulnerables y en situación de calle, como una consecuencia de la falta de atención institucional y programas de salud mental y rehabilitación eficaces.
Esta mujer representa más que una adicción: es el rostro de una crisis ignorada, una realidad que se consume entre el cemento, el olvido y la pasividad. Mientras no exista una estrategia firme que aborde el problema de raíz, Monclova seguirá siendo testigo de una tragedia que ocurre a diario, a la vista de todos, pero que nadie quiere mirar.