Vivir sin energía eléctrica en días en los que el termómetro rebasa los 40° centígrados y durante la noche ser atacados por los zancudos, es el pan de todos los días para los habitantes de la colonia Las Moritas, una zona marginada ubicada al norte de la ciudad.
Olga Juárez habita la única vivienda de este sector que cuenta con electricidad producida por un pequeño panel solar que compró en 3 mil pesos, lo adquirió con mucho sacrificio y lo utiliza para encender un pequeño refrigerador para que los alimentos no se descompongan.
También usa un abanico que solo se puede encender durante algunas horas, Olga y su familia eligen encenderlo durante la noche, pero es la vecina más privilegiada.
Más de la mitad de los habitantes de Las Moritas no tuvo la oportunidad de estudiar ni la primaria, muchos de ellos no trabajan porque hay quienes no se atreven ni siquiera a pedir empleo otros si trabajan, viven al día, pues consiguen un trabajo en el que se les explota por unos cuantos pesos.
Debido a que son predios irregulares nunca han tenido los servicios básicos como la electricidad que es de suma importancia en tiempo de calor y solamente quién puede acarrear el agua desde la entrada de la colonia hasta su vivienda es quien puede gozar del vital líquido, muchos enfermos no pueden.
Estas son pequeñas viviendas que hace más de 30 años fueron construidas y entregadas a maestros de la Región que al llegar a estas y ver las pésimas condiciones que tenían decidieron desistir de los créditos y quedaron abandonadas.
Con el paso del tiempo, familias que en su mayoría son de bajos recursos y que vivían en jacalitos llegaron a estas pequeñas viviendas de concreto, cuarteadas, sin enjarre y algunas ni techo, las adecuaron y se posesionaron.
En este sector no hay nada más que velas todas las noches, cerca de la mitad de las familias tienen algún familiar enfermo que pese al calor, el frio y las carencias, siguen sobreviviendo a terribles enfermedades que necesitan de ciertas medidas de salud y temperaturas adecuadas.
Para llegar a estas casitas hay que cruzar un terreno baldío de aproximadamente un kilómetro, todos los días lo cruzan a pie quienes sí tienen un trabajo, en invierno el frio cala hasta los huesos y aunque pareciera que ya están acostumbrados hay quienes no se salvan de un golpe de calor con los intensos rayos solares que han tostado la piel de estos habitantes, muchos de ellos que incluso padecen de enfermedades en la piel,
Es una localidad urbana marginada en donde muchos de ellos ni siquiera pueden trabajar, pues hay quienes no pueden ni levantarse de la cama debido a una enfermedad, otros que no cuentan con recursos para el camión o que por simple pena, no se atreven a pedir empleo.
En esas condiciones no pueden cubrir el gasto que representa el servicio del agua mucho menos el de la luz, pero siguen sobreviviendo y lo peor es que pese a las condiciones de viento y sol que facilitan el uso de múltiples tecnologías renovables y de uso local, miles de zonas en la región siguen viviendo en la oscuridad, siguen padeciendo la peor de las pesadillas durante todo el año, ya sea que haga frio o que haga calor.
Santos Juárez Chávez es un hombre de 78 años de edad que se encuentra postrado en una cama desde hace varios años, toda su vida mató ganado en los rastros de la Región Centro, “Yo soy el matancero, bueno era, ya no, ya no sirvo pa´ nada”, comentó mientras sus ojos se cristalizaban al recordar esa etapa de su vida.
Otra de sus habitantes es Dina Leticia García tiene 42 años de edad y la enfermedad que padece fue heredada por sus padres, es diabética, hipertensa y se dializa, aunque muchos años trabajó como guardia de seguridad hoy en día no pude ni caminar y está por perder la vista, vive con la indiferencia de sus hijas pero con el amor de su hermana que la ve a diario.