Emiliano Zapata fue un indiscutible revolucionario mexicano, líder agrarista y luchador social recordado por sus proclamas de “Tierra y Libertad” y de que “la tierra es de quien la trabaja”.
Con el paso de los años, Zapata sigue siendo uno de los héroes más admirados por encima de otros líderes revolucionarios sin escrúpulos, que lucharon más por la ambición, que por una autentica transformación social.
Según la historia oficial, Emiliano Zapata fue asesinado cobardemente en una emboscada que ocurrió en la Hacienda Chinameca en Morelos el 10 de abril de 1919, al ser considerado un obstáculo para la Presidencia de la República.
La emboscada fue preparada por Jesús Guajardo, oficial del ejército carrancista bajo las órdenes de Pablo González. El plan comenzó a fraguarse un mes atrás. Fue un asesinato de Estado, decidido y llevado a cabo desde el más alto nivel del gobierno mexicano, orquestado por el general González y del que el presidente Venustiano Carranza estuvo enterado.
Con su muerte surgiría uno de los más grandes mitos revolucionarios del siglo 20.
Pero existe una historia “alterna”, una que nos relata que Zapata no murió en esa emboscada y que por el contrario vivió hasta la década de los sesentas.
Aquí el relato de la historia no oficial de su emboscada fallida.
Fue en agosto del año 1911, cuando la torpeza de los jefes federales que comandaba el General Victoriano Huerta, erraron en una primera emboscada a Zapata, propiciando que huyera.
El efecto obtuvo una respuesta inmediata: Zapata se volvió tan desconfiado que prefería no hacer apariciones públicas, incluso hubo el rumor de que usaba a un doble para que asistiera en su representación para engañar a sus perseguidores.
El día de la emboscada, se cuenta que Emiliano Zapata llegó a la Hacienda Chinameca y antes de ser acto de presencia, se reunió con su doble, un ciudadano de Mecatlán, el cual tenía un inmenso parecido a él.
Se llamaba Agustín Cortés y era su compadre.
Y tal como ocurrió en anteriores reuniones, decidió mandarlo en su representación ataviado con su ropa y alhajas.
Esta hipótesis no resulta tan descabellada, cuando se revisan fotografías de la época y donde en al menos tres de ellas, se descubre a un “raro” Zapata, demasiado autóctono, o “aindiado”, con aspecto pequeño, de bigote grande, negro y espeso.
Además de su complexión diferente, algo que levanta aún más la sospecha de una sustitución, en las fotos carecía de algunos signos que distinguen al caudillo, tales como el traje de charro, los anillos, los adornos y el chaquetín.
Se decía en Morelos que Zapata nunca vistió de calzón de manta o con ropa corriente, es decir, jamás él vio vestir ropas sencillas algo que su doble hacía en las fotografías.
Como anécdota curiosa, en algunos libros impresos por parte de la Secretaría de Educación Pública se aprecia una figura que según la SEP era Zapata, pero en realidad era su hermano mayor.
Esto nos demuestra lo fácil que era confundir al auténtico Zapata, de hecho, la leyenda señala que el día de su muerte el doble le pidió al caudillo precisamente traje, el arma y el caballo para hacerse pasar por él y confundir los carrancistas de Jesús Guajardo.
Su compadre fungiendo como su doble, como en otras ocasiones, habría ingresado a la Hacienda de Chinameca mientras el verdadero Zapata esperaba pacientemente.
Al escuchar el tiroteo de la emboscada, Zapata aguardó dentro de un pozo con el agua hasta la nariz hasta las 6 de la tarde, luego vestido con la ropa de su compadre, se dirigió a diversas comunidades donde tuvo contactos con personas conocidas hasta que finalmente encontró a un compadre árabe que tenía una casa y una botica en la comunidad de Cuautla y quien finalmente lo ayudaría a escapar.
Ambos partieron hacia Acapulco y de ahí se embarcaron a Arabia.
Se dice también que tiempo después, Zapata regresó a Morelos para ver a su familia, afirman que se veía diferente, el bigote bien recortado, gordo y con vestuario distinto al de general y jefe del ejército libertador del sur.
De acuerdo a los testimonios dados por viejos revolucionarios, existen la teoría de que el “Atila del Sur” no murió en la emboscada de Chinameca.
En Arabia hay una lápida en su honor, según los hijos de su compadre, lo enterraron allá y la tumba existe.
También corre el rumor en Cuautla de que a mediados de los años sesentas, un día se izó la bandera a media asta, sin que hubiera un motivo aparente, al no ser una fecha marcada por el calendario cívico.
Nadie supo el motivo, pero se especuló que Zapata había fallecido en Arabia.
Otro rumor señalaba que su hijo recibía cartas de otro país, en una de ellas su padre Emiliano le reclamó diciéndole: “Que dejara de hacer pendejadas, que ya sabía que haber sido Diputado, Presidente Municipal y que vivía del gobierno”, le pidió que no fuera flojo.
Pero fuera de estos rumores y diretes, su hijo Nicolás Zapata llegó a asegurar que, al momento de la emboscada, no era su padre Emiliano, si no Agustín Cortés compadre de Zapata y miembro de su tropa a quien habrían asesinado.
Aprovechando el parecido entre ambos, Zapata decidió enviar Agustín a la histórica reunión, como ya lo había hecho en ocasiones anteriores con otros compromisos.
Y aunque Agustín también sospechaba que sería traicionado, cumplió la encomienda del general.
Nicolás Zapata refirió que su padre se había decepcionado del giro que había tomado la revolución, pues vio que el país ardía en llamas y todos los supuestos libertadores mostraron sus verdaderas caras como dictadores, aún peores que don Porfirio.
Al ver que se venía una guerra sin fin, decidió no participar, por lo que, al salvarse de la emboscada, tomó la decisión de abandonar el país.
Cuando llevaban al supuesto Zapata muerto en una carreta, la gente se dio cuenta que no era el verdadero Emiliano por dos razones fundamentales, el lunar característico de su rostro, había sido pintado en el cadáver de Agustín y éste se había corrido a causa del hielo en el cual se iba a conservar el cuerpo.
Se percataron además que el cuerpo del supuesto Zapata tenía todos los dedos de sus manos completas y esto no podía ser posible pues Zapata en una charreada había perdido el dedo meñique a consecuencia del lazo quemante.
Así que sólo había dos posibilidades: o éste no era el cuerpo de Zapata, o Zapata después de muerto había hecho un milagro y le había crecido el dedo. La historia oficial dice que fue la segunda.
Nicolás Zapata refiere que a los aniversarios luctuosos en honor a su padre a los que solía asistir el famoso lingüista italoamericano Gutierre Tibón, éste llevaba noticias a Inés Alfaro Aguilar, viuda de Zapata y madre de Nicolás informándole año con año sobre la salud del general en tierras italianas.
Según Nicolás Zapata, su padre Emiliano había salido escoltado por su tropa hasta Tampico, en donde habría sido embarcado Europa.
Finalmente, la triste noticia esperada llegó a mediados de los años sesentas del siglo 20: Zapata había fallecido y había sido enterrado en un pequeño pueblo de Italia de nombre Villa Regio, en la región de toscana.
La última voluntad de Emiliano fue que sus restos descansaran en el mausoleo que él mandó a construir en el estado de Morelos. Su hijo Nicolás refirió los esfuerzos familiares para tener sus restos, solicitando la Presidencia de la República la autorización, la cual lo otorgó, pero con la condición de que se hiciera en secreto algo que los familiares no aceptaron, pues Zapata merecía ser homenajeado por todo el pueblo de México.
La presidencia negó la solicitud, aunque las pruebas apuntan a que la historia podría ser verídica, sólo pruebas forenses modernas podrían arrojar una luz definitiva sobre el tema.
Emiliano Zapata como persona fue un hombre valiente, controversial en su vida personal, audaz e inteligente y no menos héroe que la versión oficial.
Y si bien el mausoleo que mandó a construir sigue vacío, y la última voluntad del valiente caudillo del sur siguen sin ser cumplida, cada vez crecerá más la imagen de Zapata cabalgando triunfante por las serranías ya no sólo de México.
Su espectro ha trascendido fronteras e idiomas, dando la vuelta al mundo entero.
Donde haya injusticia social, se levantará un Zapata, donde la ley sea ignorada o corrompida por los gobiernos, se levantará un Zapata, donde se luche por la libertad de alma y pensamiento, ahí entre ellos, estará Zapata.
Aquella voz que se alzó en defensa de la justicia de los más necesitados y que los tiranos quisieron callar, lo único que lograron fue atizar más la flama de la libertad, esparciendo sus chispas para que incendiaran ya no sólo a México, sino al mundo entero.