SABINAS, COAH.- En las profundidades de la tierra, donde la luz del sol no alcanza y el aire se llena de polvo de carbón, Juan Humberto García Fuentes pasó cerca de 35 años de su vida.
Su historia es un testimonio de la dura realidad que enfrentan los mineros y sus familias, estos valientes trabajadores que de manera rudimentaria siguen aún laborando en algunos pozos o cuevas para poder llevar el sustento a su hogar y subsistir en el día a día-
Juan Humberto comenzó a laborar en los "pocitos", minas de arrastre y cuevas, desafiando además las norias de gran profundidad. A lo largo de los años, sufrió accidentes que pusieron en riesgo su vida, como la vez que una caída le lesionó la pierna y la cintura, o cuando casi pierde la vida al caerle encima dos postes de gran tamaño mientras subía la madera para colocar un castillo.
A pesar de los peligros inherentes a su profesión, Juan Humberto perseveró hasta que la preocupación por sus hijos lo llevó a meditar y retirarse.
"Hay que pensar en ellos, en la familia, no nada más en uno", enfatiza, recordando a su sobrino Reyes Francisco García de la Cruz, quien perdió la vida en un pozo de carbón en 2010 o 2011.
Hoy, mientras la comunidad espera noticias de los seis mineros que aún no han sido recuperados de la Mina El Pinabete, Juan Humberto ofrece palabras de consuelo y fe a las víctimas indirectas: "No hay que perder la fe, hay que tener esperanza y creer en Dios que van a salir".
Su mensaje es un recordatorio de la solidaridad y la fuerza que prevalece en la comunidad minera, incluso frente a la adversidad más sombría.
La historia de Juan Humberto no es solo la de un minero, sino la de un padre y un habitante de la Región Carbonífera que ha visto de cerca el costo humano de la extracción de carbón.
Mientras en el Municipio de Sabinas se preparan para dar cristiana sepultura a los recuperados, las almas de los que yacen en la oscuridad, esperan ser llevados a casa y a un lugar sagrado donde descasen sus restos.
