Saltillo Coah.- Son las 18:50 horas y dan inicio formal a la audiencia de Rogelio “N” en la Sala 1 del Centro de Justicia en Saltillo. La sala está dividida en dos partes: el Ministerio Público con dos abogadas representantes de un lado y el imputado con su abogada de oficio del otro. Detrás de ellos: cuarenta sillas disponibles para sus respectivos públicos. A espaldas del MP ocho asistentes, casi todas mujeres vistiendo colores vivos. Detrás de Rogelio, doce sillas ocupadas. La mayoría de los asistentes con ropas oscuras o colores neutros, el color más vivo es un rosa palo, que resalta entre los demás. Nadie habla, apenas y murmuran entre ellos.
Verónica, la madre de Rogelio, se acerca a una de las MP luego de que ésta le hiciera una seña con la mano. “Puede sentarse de este lado si gusta, usted también es víctima”, le dice la abogada con un tono bajo. La mujer hace un gesto negativo con la cabeza y en silencio regresa con su familia a la segunda fila de sillas detrás del imputado. Se sienta al lado derecho de su esposo y abraza su bolsa. Minutos después, el juez ordena leer los cargos que se le imputan al presunto multihomicida.
Parricidio, matricidio y feminicidio suenan entre ellos. Señalan a Rogelio de terminar con la vida de José Antonio, Hermelinda, María Aurelia y Virginia; sus abuelos maternos, bisabuela y tía, respectivamente. La abogada acusadora tiene apenas tres minutos describiendo los hechos cuando la hermana del inculpado sale con los ojos llorosos de la sala. Detrás de ella, su papá.
SILLAS VACÍAS
Rogelio no se da cuenta, entre él y su familia hay un oficial y una hilera de cinco sillas vacías que los separa.
Según la reconstrucción de los hechos relatados por una vecina, el sábado 1 de junio entre las 13:00 y 14:00 horas, Rogelio llegó en taxi a la casa de sus abuelos acompañado por una persona del sexo masculino, aún sin identificar. Entraron con normalidad a la casa, pues contaron algunos familiares que de vez en cuando Rogelio iba ahí a bañarse o comer, ya que tenía muy buena relación con sus abuelos y desde hace tiempo ya no vivía en casa de sus padres. La vecina pudo identificar a Rogelio porque tiempo atrás “Pepe” (el abuelo) se lo había presentado como su nieto.
Leen el testigo de Verónica. El lunes 3 de junio, luego de que su mamá no contestara sus llamadas el fin de semana y en su trabajo le dijeran que no asistió a laborar, decide ir a la casa en la colonia Latinoamericana. Encontró la puerta sin llave y pudo entrar. Fue recibida por un olor fétido “como a muerto”, lee la abogada del MP. Entra a la habitación de su abuela María Aurelia y la encuentra cubierta con una sábana, “como inflada del cuerpo y de la cara”. Sale de la habitación, sube las escaleras y ve a su tía Virginia tirada boca arriba, sobre un charco de sangre, en el piso del baño. Busca a su papá y lo encuentra igual: tirado en el piso del estudio sobre una mancha de sangre. A su mamá no la encuentra, hasta que busca en el cuarto de lavado y la halla tirada, con sangre salpicada en la lavadora.
Según las pruebas periciales, Rogelio habría sido el culpable de estrangular y degollar a su bisabuela, así como usar una arma punzo cortante con sus otros tres familiares. Los familiares de Rogelio escuchan los testimonios que expone la MP sin expresión en sus caras, como si ya supieran todas las versiones de los hechos. La mamá de Rogelio, no deja de abrazar su bolso.
Sigue la descripción de las hechos, más de un familiar menciona haber visto un pantalón Calvin Klein tirado en el piso, manchado de sangre del lado de la pierna derecha y unos tenis correspondientes a Rogelio. También leen la declaración del mensaje escrito en un espejo con labial “entre rojo y rosa”, que habría dejado Rogelio: “Después les entrego los restos de Rogelio. Esto le pasa a todos los pedófilos. CJN. Atentamente ZZZ25”.
El MP lee el expediente donde Verónica afirma que reconoció la letra de su hijo al leer el mensaje en el espejo. Además, no tuvo duda de que había sido Rogelio, pues últimamente lo había escuchado mucho usar la palabra “pedófilo/s”. Los padres también lo recibían en su casa para que se bañara y comiera de vez en cuando, pero estas visitas cesaron al descubrir que su hijo les había robado cosas para comprar droga, pues desde los 15 años tuvo problemas de drogadicción. En el testimonio, Verónica expone que en la última pelea que tuvo con él, Rogelio le dijo que la mataría, que también era una pedófila y una perra. Con esto, Verónica insistió a su mamá Hermelinda, que ya no recibiera en su casa a Rogelio, pues tenía miedo de que les robara como lo había hecho con ella anteriormente.
“Pero lo seguían recibiendo en su casa”, leen en el testimonio de Verónica al hablar de sus familiares de la colonia Latinoamericana. La mamá expone que seguían recibiendo a Rogelio porque los cuatro “lo querían mucho”.