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Piedras Negras

María Izquierdo: “Un ángel con talento criminal

Breve relato de la vida y obra de una de las más influyentes pintoras mexicanas, pionera del feminismo y a la que la historia no le ha hecho justicia

Yolo Camotes
Por Yolo Camotes - 08 julio, 2021 - 06:44 p.m.
María Izquierdo: “Un ángel con  talento criminal

Cuando pensamos en mujeres que han trascendido en el arte en México, el primer referente que se nos viene a la mente es el de Frida Kahlo, sin embargo, existen otras mujeres cuyo trabajo artístico es incluso más importante y poderoso que el de Frida.

Me refiero a “María Izquierdo, un ángel con talento criminal”.

Marías Zenobia Izquierdo Gutiérrez alcanzó fama internacional al ser la primera pintora mexicana en exponer sus obras fuera del país en el Art Center de Nueva York.

Nació en San Juan de los Lagos, Jalisco en 1902, en 1930, a la edad de 15 años, contrajo matrimonio con el General Cándido Posada Sánchez con quien tuvo tres hijos y con quien se mudó a la capital.

Ya en la ciudad de México, María Izquierdo se dio cuenta de la Revolución Cultural que se vivía en ese entonces y decidió divorciarse del General para entrar a estudiar a la Escuela Nacional de Bellas Artes.

En ese lugar conoció al director Diego Rivera y Rufino Tamayo, sin embargo, la estricta mentalidad clásica de la escuela le hartaron y decidió abandonarla.

Posteriormente sostuvo una relación sentimental con Rufino Tamayo desde 1929 hasta 1933.

En esos años, las obras producidas por ambos, presentaban varias correspondencias e influencias mutuas.

Representaron temas semejantes, incluyendo naturalezas muertas, retratos y desnudos y sus paletas eran también similares.

Tamayo compartió con Izquierdo sus conocimientos, enseñándole la técnica de la acuarela, por eso, la obra de María se distingue también por representar la tradición popular mexicana.

Formó parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, su contribución al movimiento nacionalista de la época, fue retomar el folklore y las fiestas tradicionales.

Tanto en su obra como en su vida personal, María trató siempre de establecer un equilibrio entre tradición y modernidad, sobre todo en cuanto al papel de la mujer en la sociedad y el arte.

Las escenas que ella plasma en sus lienzos son insólitas, surrealistas, abandonadas y destrozadas.

Se internó en las vanguardias europeas a través de un estilo propio con lo que consiguió la unión entre la tradición y la modernidad.

María fue una de las pocas mujeres artistas que destacó en la escena pública durante la primera mitad del siglo 20, junto a Frida Kahlo, Lola Álvarez y Olga Acosta.

A pesar de tener muy buenas relaciones con el grupo de intelectuales y pintores de la época, no estuvo exenta de sus desaires por ser mujer.

Un ejemplo de esto ocurrió en 1945 cuando sufrió uno de los mayores descalabros de su carrera, ya que luego de haber firmado un contrato para decorar el edificio del departamento del Distrito Federal, este proyecto fue cancelado porque Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, se opusieron a que ella realizara la obra con el argumento de que carecía de experiencia y calidad artística.

A pesar de las numerosas gestiones de sus amigos e incluso de cientos de firmas que se levantaron, la obra jamás se llevó a cabo.

Maria Izquierdo en un arranque de frustración a lo que consideraba una clara injusticia machista expresó esta frase célebre: “En México es un delito ser mujer y tener talento”.

María abanderó una postura feminista que se refleja en su obra, pero también en su actividad política, lo cual se expresa en sus propias palabras de la siguiente manera: “El primer obstáculo que tiene que vencer la mujer pintora, es la vieja creencia de que la mujer sirve solo para el hogar y cuando logra convencer a la sociedad que ella también puede crear, se encuentra con una gran muralla de incomprensión formada por la envidia y complejo de superioridad de sus colegas, después vienen los eternos improvisados críticos de arte que al juzgar la obra de una pintora, casi siempre exclaman: “Para ser pintura femenina, no está mal”,  como si el color, la línea, los volúmenes, el paisaje o la geografía, tuvieran sexo”.

La carrera de María Izquierdo se vio interrumpida cuando en 1948 sufrió una parálisis en el lado derecho del cuerpo que le hizo perder el habla.

Ante esta situación y sin poder pintar, relató en una entrevista dos años después: “Sino recuperó el movimiento de mi mano derecha, pintaré con la izquierda o con las dos, qué más da, no se pinta con las manos, la pintura debe salir del alma, pasar por el cerebro y luego la emoción la debe derramar sobre una tela, madera o muro, más aún, si mis manos nos sirvieran ya para pintar, colocaré los pinceles en mi boca y así pintaré, esa es mi promesa a mí misma y a los demás, y la cumpliré”.

Esta improductividad artística, complicó la situación financiera de María, pues al no poder pintar, perdió su principal fuente de ingresos.

Así pasó de una holgada situación económica a una de casi pobreza extrema, incluso las obras que salieron después de este penoso evento, se dice que no las pintó ella y que sólo las firmó con el fin de poder tener dinero para sustentarse.

Sus amigos se unieron para reunir dinero a través de una subasta, se creó un fondo bancario para que ella pudiese retirar una cantidad mensual, pero ante las presiones de su marido, se le entregó  el dinero a él y lo usó para comprar un departamento de lujo.

En los últimos años, María visitaba las galerías de arte, con un claro problema de peso, sola, abandonada, arrastrando una pierna y sosteniendo su brazo izquierdo con el derecho.

Fue abandonada tanto como artista, como ser humano y murió el 3 de diciembre de 1955 en la Ciudad de México víctima de una embolia.

Al morir María, se inició una lucha por el reparto de bienes, según testigos, aun con el cuerpo atendido, sus tres hijos ya discutían por la propiedad de los cuadros y de su extensa biblioteca.

El cuerpo de María fue bajado cubierto de palomas blancas de papel de china a forma de una cobija, testigos presenciales dicen que fue como ver a un ángel bajar a través de las escaleras.

En el homenaje de cuerpo presente, llegaron los que decían ser sus amigos pero que la habían abandonado en sus últimos años, asistiendo meramente por curiosidad.

Durante el funeral, se hizo un remate de las cosas pertenecientes a María, muebles y todo el resto de sus pertenencias, al terminar el funeral, todo ya estaba vendido.

Fue una escena muy triste para quien había sido una de las artistas más representativas de la escena nacional.

María Izquierdo destacó mucho en los círculos de intelectuales y literatos, en 1936, cuando el poeta Antonin Artaud visitó México se refirió a ella: “Incuestionablemente María Izquierdo está en comunicación con las verdaderas fuerzas del alma india”, fascinado de su arte y se convirtieron en grandes amigos.

Fueron muchos los poetas con los que compartió amistad y le dedicaron sus letras.

Sus obras conquistaron galerías de arte en París, Tokio, la India, Chile, Perú, Nueva york, Brasil, Guatemala,  solo por mencionar algunos.

Gracias a la trayectoria de María, se abrieron las puertas a muchas mujeres artistas y aunque no es tan popularmente conocida como Frida Kahlo, María ayudó a establecer una base sólida para las artistas femeninas que vinieron después de ella.

Respaldada con más de 400 obras en su haber, en el año 2012 fue nombrada “Mujer Ilustre”, es por eso que sus restos descansan hoy en día en la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón Civil de Dolores desde diciembre de ese año.

María, además de ser madre que atendió y crío a sus tres hijos, fue una artista moderna y comprometida con su oficio, nunca dudó en apoyar causas políticas que tuvieran que ver con la defensa de las libertades. Fue una suprema artista de su tiempo y una mujer con un ejemplar sentido cívico de la libertad creativa y personal.

Ella consideró que el arte no debe ser exclusivo de género, luchó por ello y gracias a su lucha, la cultura de México se enriqueció.

Donde quiera que estés, gracias María por plasmarnos en tu desorden mágico y tus colores eléctricos, una parte… de tu alma.

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