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Quitan hija a mujer analfabeta y discapacitada

Por Staff / La Voz - 14 mayo, 2018 - 00:24 a.m.
Quitan hija a mujer analfabeta y discapacitada

Saltillo, Coah.- Claudia era invisible para las autoridades, quienes le retiraron la custodia de su hija incurriendo en graves atropellos a sus derechos humanos. El amor por su nena es más grande que sus límites intelectuales, esta es la historia de su lucha, deténgase. Antes de empezar este reportaje, imagine por un segundo que no sabe leer. Que las letras que siguen son arañas uniformes, signos confusos que lo rodean, que lo persiguen, que no le dicen nada y solo otros entienden y que han usado para sacar ventaja de usted, para ayudar o ignorarlo. En su condición de analfabeta apenas sabe escribir su nombre. Y por estar el mundo como está, su única defensa es ya no escribirlo, ya nunca firmar nada porque la última vez que lo hizo, le arrancaron lo único que entendía y que amaba sin necesidad de palabras: su hija. Claudia se sube a la cama para alcanzar una bolsa amarilla sin polvo. La sacude cada vez que va a la Procuraduría de Niños, Niñas y la Familia (Pronnif) para intentar ver a su nena.

Claudia era invisible para las autoridades, quienes le retiraron la custodia de su hija incurriendo en graves atropellos a sus derechos humanos.

Adentro hay una muñeca que está como nueva, porque en diciembre no le permitieron dejársela a su niñita de carne y hueso, la que aprendió a colorear sin ella, la que todavía le gritó “mamá” la última vez que la vio, la que se duerme sin saber que Claudia la espera. Esa chiquilla es la dueña del juguete. En la Casa Cuna, tampoco dejaban que Claudia le llevara plátanos ni juguitos. La diferencia es que las frutas se podrían y los yogures podía regalarlos a otros niños de la cuadra. La muñeca vive en la bolsa esperando igual que Claudia a su hija.

Cuando la mamá de Claudia le dejó caer una piedra en la cabeza la condenó a dos cosas: a una discapacidad intelectual moderada y a que la entonces niña se jurara, a su manera, mientras la sangre le resbalaba por la frente, que cuando tuviera hijos ella nunca los maltrataría. Esta promesa le duele más todavía que todas las secuelas que provocó aquel golpe en su vida.

Hace casi dos años Claudia, ahora una mujer que carece de reflejos corporales rápidos y tiene una nivel intelectual menor al promedio, salió corriendo de su casa por una discusión con su esposo.

Se resbaló y, aunque quiso evitarlo, aplastó el brazo de su niña entonces de dos años. Una vecina denunció los hechos y pese a tener una situación de vulnerabilidad y posible violencia, las únicas puestas bajo investigación fueron ella y su hija. Fue internada en el Centro de Salud Mental (Cesame) durante 29 días y diagnosticada –sin valor para un peritaje médico legal– con “discapacidad intelectual moderada”.

Cuando salió ya no tenía hija, solo una receta de medicamentos que le están acabando a poco el hígado y que debe, le dijeron, seguir tomando de por vida. No ha recibido atención posterior ni a su padecimiento, tampoco ha recibido indicaciones sobre la toma correcta de sus medicinas ni apoyo para superar el shock emocional que le produjo la pérdida de su criatura en manos de la burocracia. Su traslado y posterior abandono por parte de las autoridades sanitarias viola su derecho de acceso a la salud y asistencia social consagrado en el artículo 7°, donde claramente estipula que el Estado tiene la obligación de “fomentar la creación de centros asistenciales, temporales o permanentes, para personas con discapacidad en desamparo, donde sean atendidas en condiciones que respeten su dignidad y sus derechos [personas con discapacidad]”, esto en la Ley de General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad .

Atención inmediata. Una mesa interdisciplinaria de la CEAV recibió la queja de Claudia para brindarle apoyo jurídico y psicosocial.

La Procuraduría de Niños, Niñas y la Familia (Pronnif) le arrebató a su bebé de entonces dos años sin fundamento legal ni aviso previo, según afirman ella y sus familiares. Esto violó sus derechos consagrados en la Convención Sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en el artículo 5° de igualdad y no discriminación, donde expresa que “los Estados Partes prohibirán toda discriminación por motivos de discapacidad y garantizarán a todas las personas con discapacidad protección legal igual y efectiva contra la discriminación por cualquier motivo”. Acorralada entre la invisibilidad de ser discapacitada y analfabeta, además del miedo y la costumbre a los desaires de las instituciones que deberían velar por sus derechos, Claudia aceptó que su hija se quedara en la Casa Cuna.

La última vez que pidió apoyo a las autoridades, quien terminó sedada y encerrada fue ella, una mujer pobre, cuyo único delito es quizá tener un coeficiente intelectual menor a 50 puntos y no poder explicarle a los policías que fue un accidente.

Desde entonces a Claudia solo le quedaba llorar a diario y por las noches, callarse como se ha callado todos los días de sus 44 años. Acudir a las citas para alguien con esa discapacidad y con bajos recursos era un reto monumental, de hecho las personas con este diagnóstico son tan vulnerables, que es fácil que caigan en redes de trata de blancas. Pero su amor era más grande que sus limitaciones intelectuales. Así que la mayoría de veces podía cumplir con las visitas.

Desde hace unos meses, cuando una tal “licenciada Ramos” comenzó a impedirle el acceso a los pases de visita a la convivencia con su hija, y también a negarle información y justicia al no proporcionarle el expediente de la niña, Claudia se ha sentido morir. Además, enfrentó un trato discriminatorio en el que devaluaron su integridad y dignidad como mujer, madre y ser humano.

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