CIUDAD DE MÉXICO.- Emilio Escalante tiene tatuado al Atlante en el corazón. Antes de ser el dueño y presidente del equipo, ya traía los colores azulgranas metidos en la sangre.
De la mano de su padre se aprendió el camino al Estadio Azteca, donde cada fin de semana aplaudía las hazañas del llamado Equipo del Pueblo.
El empresario también soñó con ser futbolista, jugó en el Atlante Satélite, pero luego de un par de años se dio cuenta de que su futuro no estaba en las canchas.
“El Atlante me ha dado los mejores momentos de mi vida, pero también los más tristes”, confesó a Grupo REFORMA.
Escalante fue de los pocos seguidores que tomó el auto y se fue a Puebla para atestiguar el regreso del cuadro azulgrana a la Primera División en la Temporada 90-91, donde el equipo se fue a la muerte súbita en penales para vencer al Pachuca.
Llegó a la vida de los Potros cuando jugaban en Cancún, entró como accionista minoritario.
Cada 15 días viajaba al paradisiaco lugar para verlos jugar, aguantando las embestidas de los malos momentos, primero perdiendo la categoría y luego con los años en que el proyecto se desmoronó.
Greg Taylor y Manuel Velarde, conocidos promotores del futbol mexicano, compraron al Querétaro y el empresario los acompañó inicialmente en la aventura, porque le habían vendido la idea de que esta franquicia sería la de los Potros más adelante.
Sin embargo, el empresario decidió sacar su capital y ante el nacimiento de la Liga de Expansión en el 2020, se lanzó al ruedo y compró al Atlante.
Sin saber nada de la administración de un equipo de futbol, llamó a Jorge Santillana para que le ayudara a armar el proyecto, contrató a Mario García, a quien le tiene una gran fe por la honestidad con la que se ha manejado a lo largo de su carrera como entrenador, y en menos de un mes echó a andar el equipo. Hoy son campeones de la Liga de Expansión y el torneo entrante apuntan a formar parte del grupo de equipos que van a pelear por el ascenso.
