CIUDAD FRONTERA, COAHUILA.- Una colección de sombreros de color negro y un paso firme en su largo caminar por las calles Soledad, Guerrero y Madero de Ciudad Frontera, caracterizaba a Rodolfo Luna Torres, pero sobre todo su terquedad, que por 28 años lo mantuvo en pie para cumplir su objetivo; construir el Teatro del Pueblo, aunque nunca se nombró como tal y hoy es el Gimnasio Municipal, ubicado en la Colonia Morelos.
El sonido de silbatazos, el bote del balón y una mirada profunda que se perdía entre los colores vivos y las formas que contrastan en la pared del Gimnasio que un día construyó su padre, enmarcó el relato de Rodolfo Luna Cárdenas, de 62 años de edad.
Rodolfo recordó a la travesía que su padre tuvo que pasar para lograr su objetivo.
Es el tercer hijo de los cinco procreados por Rodolfo y Bertha Cárdenas, quienes en vida vivieron en la Zona Centro de Ciudad Frontera.
Al igual que sus hermanos Odilia, Fernando, Bertha y Guadalupe, aún viven en este municipio, pero él más cerca de la herencia de su padre.
Con gran entusiasmo, sentado en el primer escalón de las gradas, hizo una pausa, sonrió y con una oratoria elocuente, como si estuviera ejerciendo su profesión como abogado, empezó a contar la historia de “Lunita”, como le decían de cariño a su padre.
Fue a finales de 1980 cuando Rodolfo tomó posesión como Presidente de la Feria de la Primavera y empezó a integrar su proyecto. Al año siguiente, el evento tuvo mucha concurrencia con la presentación de artistas destacados de la época como, Yuri, Juan Salazar, Juan Montoya, Fito García, entre otros.
“Lunita” fue muy querida por todos los fronterenses.
Tal fue el éxito, que la Feria arrojó un saldo positivo de 4 millones de pesos y se acordó construir el Teatro del Pueblo, integrando el Patronato Pro Construcción del mismo.
El entonces alcalde José Cerda Martínez, donó el terreno en la colonia Morelos y agregó 3 millones de pesos para la construcción del ambicioso proyecto.
Por si fuera poco, el mismo Patronato de la Feria repitió el éxito en el siguiente año y recabó más fondos.
“En ese entonces yo tenía 24 años. Recuerdo, que nunca se pensó en construir un Gimnasio. El proyecto era un Teatro del Pueblo, debido a que no existía uno en Monclova o San Buenaventura. Desafortunadamente fue el primero que empezó a construirse y el último en terminar”, argumentó.
Con los fondos recabados se inició con la compra de los insumos, sin embargo, los problemas empezaron cuando “paracaidistas” invadieron el terreno destinado para el Gimnasio. En aquel entonces era el doble de espacio, y se perdió, aunado a los procesos legales que fueron largos y tediosos.
SIN PLANOS Y SIN DINERO
Un cuaderno con portada color amarillo y hojas de cuadrícula, es un pequeño anecdotario de Rodolfo sobre la vida de su padre. Ahí anotó con recelo los datos más importantes y pasajes que marcaron su vida, pero sobre todo, la ayuda que ofrecía a los más necesitados.
“Recuerdo que en ocasiones él mismo les ayudaba a los albañiles a construir y a la vez fue muy exigente con ellos. Incluso yo le ayudaba a realizar tareas, fue una etapa muy buena”, declaró.
Rodolfo contó el legado de su padre.
Al poco tiempo la situación económica empeoró, los arquitectos que había contratado para trazar, exigían su pago, sin embargo, ya no había recursos.
Fue entonces que “Lunita”, que trabajaba en Provisión Social de AHMSA, acudió con sus jefes, quienes accedieron a la petición y le asignaron a los mejores arquitectos para trazar los planos.
“Los ingenieros de AHMSA les dijeron que sí lo apoyaban. Me da mucha risa cuando nos contaba que le dijeron, le iban a poner a los mejores, porque era muy terco, y si no, todos los días iba a estar ahí con ellos. La característica de mi padre era la terquedad, la honradez y a la vez el don de gente”, compartió.
Los albañiles se pusieron manos a la obra con los cimientos, los pilares, sentaron block y por fin las cuatro paredes ya tenían forma, sin embargo, todo iba bien hasta que impactó en la Región la crisis económica en el país desde la caída de los precios del petróleo, el pago de la deuda externa, nacionalización de la banca hasta la devaluación del peso.
"Una vez le dijimos, nos atiendes como hijos o sigues con esto, y aquí está el resultado", Rodolfo, Hijo de “Lunita”.
NO CONTABAN CON SU ASTUCIA
Pronto la construcción se convirtió en una obra negra y al paso del tiempo en un elefante blanco.
“Nadie lo quería ayudar. Iba con alcaldes de la época y hasta con gobernadores, le decían que sí, pero yo pienso que lo tiraban a loco a mi pobre padre”, comentó Rodolfo.
“Lunita” se negaba a dar su brazo a torcer, fue entonces que decidió realizar rifas.
A través de sus amistades mandaba traer de Estados Unidos televisiones, radios y cosas de la época, que llegaban en tren a la Estación de Ciudad Frontera y las recogía para luego hacer las rifas. Con la ganancia compraba más cosas y el resto lo invertía para pagarles a los albañiles.
Fue en el año 1988 cuando se aventuró a rifar una camioneta último modelo; caminaba diariamente por la calle Soledad, Guerrero y Madero, entre muchas más, vendiendo boletos casa por casa y hasta en pagos, logrando su objetivo de recabar recursos y de inmediato reanudar la construcción.
Tal fue el éxito, que 2 años más tarde rifó un automóvil, esta vez tuvo varias complicaciones y aunque pudo salir adelante, las cosas ya no eran iguales. La obra volvía a renacer, aunque por poco tiempo.
En el 2009 se develó una placa conmemorativa en su nombre y a la vez fue la inauguración del inmueble.
PLANTABAN ÁRBOLES Y RINDIERON FRUTOS
Con pala y pico, Rodolfo ayudaba a su padre a plantar árboles en los costados del Gimnasio. Eran largas pláticas durante ese proceso y se unían cada vez más como familia, sin embargo fue tanto el amor y pasión de su proyecto, que en ocasiones sus hijos se sentían descuidados.
“Una vez le dijimos, nos atiendes como hijos o sigues con esto, y aquí está el resultado. Nos decía que ya estábamos grandes, y que este proyecto si no lo hacía él nadie lo iba a hacer”, expresó con una sonrisa.
Así mismo, compartió que su padre seguía pagando de su bolsa a los albañiles. Tan pronto cobraba su quincena de inmediato la invertía, y asegura que durante todo el proyecto, él solo aportó un millón de pesos.
“Hoy lo vemos como algo divertido y gracioso, él se gastaba todo su dinero en este proyecto. La herencia que nos dejó nuestro padre fue el nombre y el apellido, esa es realmente la herencia, porque todo se lo gastó con los albañiles”, argumenta y ríe a carcajadas.
INAUGURACIÓN EN EL 2009
Como un chispazo, Rodolfo hace una pausa nuevamente, esta vez para sacar de su cuaderno una invitación que guarda con aprecio de la inauguración del Gimnasio el día 27 de noviembre del 2009.
“Para que se inaugurara el Gimnasio y que llevara su nombre, fue un largo tiempo. Se tuvieron que tocar muchas puertas y fue Humberto Moreira quien lo ayudó. Para la segunda inauguración, él ya no la alcanzó, ya había fallecido”, comentó.
En el transcurso del 2008, “Lunita” seguía en pie de lucha para terminar su Teatro del Pueblo y un día, el entonces gobernador tenía una gira por Ciudad Frontera, a quien le pidió el apoyo y la respuesta fue positiva.
Por disposición del Gobernador, en la junta de cabildo municipal se aborda el tema y se decide que no será un Teatro sino un Gimnasio, y que llevaría el nombre de otra persona.
El siguiente paso para Luna fue convencer que el Gimnasio llevara su nombre y nuevamente pidió apoyo por todos lados y al final lo logró en el 2009.
En la primera inauguración del Gimnasio, “Lunita” fue acompañado por toda su familia y amigos.
LA GRAN REMODELACIÓN
Centenares de deportistas empezaron a hacer uso del Gimnasio en las disciplinas de voleibol, basquetbol, box, gimnasia y pentatlón, además era sede de eventos culturales.
Con el paso del tiempo, el Gimnasio se deterioró y se estaba cayendo, esta vez “Lunita”, no pudo hacer nada debido a que estaba enfermo.
Pasaron 9 años para que alguna autoridad pusiera los ojos en esa obra, y fue el Gobernador Miguel Ángel Riquelme y el alcalde Florencio Siller, quienes lo remodelan a principios del 2018.
“En la segunda inauguración que fue el año pasado, me preguntaban cómo le había hecho mi papá para levantar el Gimnasio, debido a que no se tiene registro que un municipio o gobierno lo haya apoyado. Simplemente les dije que el dinero salía de su bolsa”, contó orgulloso.
EL LEGADO DE “LUNITA”
Actualmente el Gimnasio se encuentra en óptimas condiciones, cuenta con una cancha de basquetbol con tableros modernos y una pizarra electrónica.
Así mismo se puede utilizar como dos canchas de voleibol, cuenta con gradas móviles, tiene un espacio destinado para la zumba, baile o gimnasia. Incluso un área dormitorio con literas y regaderas para que los deportistas foráneos puedan hacer uso de ellos.
Diariamente ingresan centenares de fronterenses de todas las edades que disfrutan cada entrenamiento y juego.
También es sede de importantes eventos municipales, estatales y nacionales, todo gracias a la terquedad de “Lunita”.
El inmueble luce impecable y es usado por centenares de deportistas.
ORIGINARIO DE CUATRO CIÉNEGAS
Rodolfo cuenta que su padre nació el 13 de septiembre de 1929 en el ejido Reforma, en Cuatro Ciénegas. A temprana edad quedó huérfano y su madre Esperanza Torres decidió buscar mejores oportunidades, emigrando a Ciudad Frontera.
A los 8 años de edad falleció su mamá y fue criado por sus hermanas; tuvo que dejar de estudiar cuarto grado en la Primaria Vicente Guerrero, donde Sara Rendón fue su maestra y de inmediato empezó a trabajar en diferentes oficios.
“Mi papá queda huérfano muy chico y se quedó con ganas de estudiar. Es algo que siempre nos decía, que estudiáramos y realmente nos apoyó en todo”, indicó.
A los 15 años empezó a trabajar en AHMSA y estuvo por 38 años en diferentes áreas, así como en el Sindicato 147.
Durante toda su vida se dedicó a ayudar a las personas y coleccionaba sombreros redondos para disfrazar un poco su calvicie prematura. Era un apasionado por caminar por todo Frontera, ver el beisbol y el box, y aunque nunca practicó un deporte de manera oficial, obviamente por su labor para la construcción del Gimnasio, este lleva su nombre.
Cuando cumplió 70 años decidió estudiar su primaria en la escuela de adultos y logró obtener su certificado y de inmediato ingresó a primer año de secundaria.
Desafortunadamente empezó a tener problemas de salud, sus rodillas ya no funcionaban, cayó en depresión y el pasado 5 de enero del 2018, fue cuando “Lunita” falleció a los 88 años de edad para convertirse en una leyenda.