El 14 de mayo de 2025, el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA captó una erupción solar de clase X2.7, la más intensa registrada en lo que va del año. Aunque estas explosiones ocurren a millones de kilómetros, sus efectos pueden sentirse en la Tierra, incluyendo alteraciones en las comunicaciones por radio, apagones eléctricos inesperados, fallos en los sistemas de navegación GPS y amenazas para satélites y astronautas en órbita.
Estas erupciones solares pueden ir acompañadas de eyecciones de masa coronal (CME), grandes nubes de partículas cargadas que, al interactuar con el campo magnético terrestre, pueden desencadenar tormentas geomagnéticas. Estas tormentas pueden provocar auroras boreales visibles en latitudes inusuales y afectar infraestructuras críticas como redes eléctricas y sistemas de comunicación.
Actualmente, el Sol se encuentra en una fase activa de su ciclo de 11 años, lo que aumenta la frecuencia e intensidad de estas erupciones. Además, una de las regiones más turbulentas del Sol está rotando en dirección hacia la Tierra, incrementando las posibilidades de impactos directos.
La NASA y otras agencias espaciales monitorean de cerca estas actividades solares para emitir alertas tempranas y mitigar posibles efectos adversos en la Tierra.