Carlos Lowe acompañado del policía se dieron cuenta que las huellas del caballo se dirigían hacia la maleza y caminos de terracería, ya que el preso quería despistar sobre su paradero, sin embargo, los dos hombres lo encontraron, así como a Tinka.
La yegua estaba exhausta después de haber recorrido alrededor de cien kilómetros en menos de dos días. Carlos de inmediato se acercó con su caballo quien no opuso resistencia y dejó que su dueño la acariciara.
Por su parte, el policía arrestó al ladrón de la yegua, quien de nueva cuenta sería llevado a prisión después de haberse escapado junto a ocho presos más.