FRONTERA COAH-. En el marco del Día del Niño, el alcalde Roberto Piña se sumerge en el nostálgico océano de sus recuerdos, compartiendo con entusiasmo anécdotas que pintan una infancia rebosante de aventuras y travesuras. Para él, esos años dorados son un tesoro inigualable, una de inocencia y alegría.
Con una sonrisa en los labios y los ojos brillantes de emoción, el alcalde relata con detalle una de las muchas historias que habitan en su memoria. Rememora con cariño al lechero de Pozuelos de Abajo, el inolvidable Don Brigido, cuyas garrafas de vidrio cargadas de leche eran parte del paisaje cotidiano de su niñez.
Con apenas 7 años, y con su hermano Fabián a su lado, vivió uno de esos momentos que dejan una huella imborrable en el alma. Una pequeña tragedia que desató la valentía y el amor fraternal, llevándolo corriendo hacia su abuela para buscar ayuda ante la herida de su hermano.
Pero la travesura también formaba parte de su repertorio. Recuerda con picardía cómo se las ingeniaba para escapar del castigo, imitaba el timbre de la escuela para burlar las clases. Travieso e inquieto, su espíritu libre encontraba placer en desafiar las normas establecidas.
Con la mirada perdida en el horizonte del ayer, el alcalde revive encuentros con personas que marcaron su infancia, como la entrañable maestra Dora Moreno, quien con cariño atestiguó su paso por el mundo como un niño lleno de curiosidad y vitalidad.
Hoy, en un mundo que a veces parece haber perdido el encanto de la inocencia, el alcalde Piña se erige como un faro de confianza para los más pequeños. Cuando lo ven, los niños corren a su encuentro, tiene un compromiso con su bienestar, es algo innegable. Para él, cada niño es un tesoro que merece ser protegido y cuidado, una convicción que guía cada uno de sus actos.
Entre risas y anécdotas, el alcalde evoca su bulliciosa familia, sus juegos de infancia y las travesuras compartidas. Para él, aquellos años fueron un torrente de felicidad y descubrimientos, una etapa que atesora con amor y gratitud.
En su corazón reposan las imágenes de aquellos días, capturadas en fotografías que son testigos mudos de una vida vivida con intensidad y pasión. Para Roberto Piña, la niñez fue y será siempre su mejor capítulo, un tiempo de inocencia, diversión y aprendizaje que moldeó al hombre que es hoy.
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Recordó con alegría las travesuras que hacía de pequeño.
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