SAN BUENAVENTURA, COAHUILA.-Acompañado por globos blancos, fotografías y canciones que solía disfrutar, fue despedido este viernes Mario Daniel Torres Hernández, el joven de 24 años originario de San Buenaventura que, tras sufrir un accidente vial en Saltillo, dio una última muestra de generosidad: donar sus órganos para salvar la vida de otras personas.
Fue en punto de las 11:00 horas cuando sus familiares y amigos lo acompañaron a su última morada, en el panteón municipal Del Refugio, luego de haber sido velado desde la noche del jueves en la Funeraria de los Pensionados. Con lágrimas, música y abrazos, su comunidad rindió homenaje a un joven que, según sus más cercanos, "nació para ayudar".
Mario sufrió un accidente durante la madrugada del lunes 19 de mayo, mientras viajaba en motocicleta acompañado de su amigo Ángel Miguel por la calle Moctezuma de la ciudad de Saltillo. Ambos habían salido a buscar algo de cenar. Al tomar la curva que conecta con la calle Xicoténcatl, perdieron el control del vehículo e impactaron contra un poste.
La fuerza del choque los proyectó violentamente contra el pavimento. Mario sufrió un traumatismo craneoencefálico severo, que derivó en muerte cerebral confirmada el martes 20.
La tragedia dio paso a un acto de vida. Mario era donador de órganos y su familia, en medio del duelo, tomó la decisión de respetar su voluntad. Se logró la procuración de corazón, pulmones, hígado, riñones y una córnea, órganos que fueron trasladados a diversas Unidades Médicas de Alta Especialidad del país para su trasplante.
"Él era la alegría de la familia", recordó Miguel Navarro, primo del joven. "Sacamos juntos la licencia de conducir. Mario siempre quiso ayudar a los demás. Tenía porte de cholito, sí, pero con un corazón enorme. Al final, su vida terminó demasiado pronto, pero con esto dará vida a muchas otras personas".
Miguel, más que primo, lo consideraba su hermano. Vivieron juntos durante 14 años bajo el cuidado de su abuela, después de que los padres de Mario se separaran. "Nunca le faltó nada. Es más, él tenía todo lo que a los demás les faltaba en carácter y en personalidad: siempre sonriente, siempre alegre", añadió con la voz entrecortada.
Mario deja a su pequeño hijo Eitan, de apenas dos años, quien permanecerá al cuidado de su madre, pareja de Mario con quien vivía en unión libre. Durante el sepelio, su familia soltó globos blancos al cielo, colocó lonas con imágenes de su rostro y entonaron canciones que solía escuchar. El ambiente, pese a la tristeza, estuvo cargado de amor y gratitud.
La historia de Mario no solo es un testimonio de pérdida, sino también de esperanza: la vida de cinco personas continuará gracias a su última decisión. "Mario siempre fue vida —repetía su primo Miguel—. Incluso al final, lo sigue siendo