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Coahuila

"Anatomía de una masacre", la investigación sobre la tragedia de Allende, Coahuila

El guión está basado en una investigación periodística del 2017, por la estadounidense Ginger Thompson

Por Vanguardia Agencia - 26 mayo, 2021 - 12:13 p.m.
Anatomía de una masacre, la investigación  sobre la tragedia de Allende, Coahuila

Luego de que Netflix anunciara el lanzamiento de Somos. que es una serie de seis capítulos que estará disponible a partir del 30 de junio, que es dirigida por james Schamus, productor de Brokeback Mountain, cuyo guión fue escrito tanto por él como por Monika Revilla, escritora de La casa de las flores y Fernanda Melchor, quien es conocida sobre todo por su novela del 2017, Temporada de huracanes.

El guión está basado en una investigación periodística del 2017, por la estadounidense Ginger Thompson, quien tituló su trabajo como: “Anatomía de una masacre”.

De acuerdo a testimonios y documentos, fue una infiltración indebida de la DEA la que desató una terrible masacre del cartel de los Zetas contra decenas de personas en la pequeña ciudad fronteriza de Allende, en el Estado de Coahuila. El complejo reportaje de Thompson, sin embargo, se acaba de mudar a Netflix.

También lee: Va a Netflix la masacre de Allende

En la investigación menciona que en marzo de 2011, el tranquilo pueblo ganadero, de unos 23 000 habitantes y a solo 40 minutos en auto de la frontera con Texas, fue atacado. Sicarios del cartel de los Zetas, una de las organizaciones de narcotráfico más violentas del mundo, arrasaron Allende y pueblos aledaños como una inundación repentina; demolieron casas y comercios, secuestraron y mataron a docenas, posiblemente a cientos, de hombres, mujeres y niños.

Añade que la diferencia de la mayoría de los lugares en México destrozados por la guerra contra las drogas, lo que pasó en Allende no se originó en México. Comenzó en Estados Unidos, cuando la Administración para el Control de Drogas (DEA) logró un triunfo inesperado. Un agente persuadió a un importante miembro de los Zetas para que le entregara los números de identificación rastreables de los teléfonos celulares que pertenecían a dos de los capos más buscados del cartel, Miguel Ángel Treviño y su hermano Omar.

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Entonces, la DEA se la jugó. Compartió la información con una unidad de la policía mexicana que, por mucho tiempo, ha tenido problemas con filtraciones de información, aunque sus miembros habían sido entrenados y aprobados por la DEA. Casi de inmediato, los Treviño se enteraron de que habían sido traicionados. Los hermanos planearon vengarse de los presuntos delatores, de sus familias y de cualquiera que tuviera un vínculo remoto con ellos.

La atrocidad en Allende fue particularmente sorprendente, porque los Treviño no solo habían basado algunas de sus operaciones en las cercanías — con movimientos de decenas de millones de dólares en drogas y armas por la zona cada mes — sino que también habían hecho del pueblo su casa.

Durante años después de la matanza, las autoridades mexicanas solamente hicieron esfuerzos inconsistentes para investigar. Erigieron un monumento en Allende para honrar a las víctimas, sin determinar por completo lo que había sido de ellas ni castigar a los responsables. Al final, autoridades estadounidenses ayudaron a México a capturar a los Treviño, pero nunca reconocieron el costo devastador de ello. En Allende, la gente sufrió, sobre todo en silencio, porque estaban demasiado asustados para hablar públicamente.

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