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Coahuila

Adelita: la mujer que inspiró una canción inmortal

Por Staff / La Voz - 25 octubre, 2020 - 09:47 a.m.

Por: Yolo Camotes

El personaje femenino más popular de la Revolución Mexicana es sin duda la Adelita. Todos hemos escuchado esa famosa canción sobre un enamorado que le cantó a su amada en los días de la primera guerra que vivió México a principios del siglo XX.

Importante señalar que Adelita si existió en la vida real y fue soldadera en la Revolución Mexicana de 1910, participando como miles de valientes mujeres junto a soldados en labores de cocina, enfermeras, ayudantes e incluso guerrilleras.

Su verdadero nombre fue el de Adela Pérez Velarde y nació en Ciudad Juárez el 8 de septiembre de 1900, fue nieta de Rafael Velarde que fuera amigo de don Benito Juárez, en cuya casa el Benemérito se alojó en sus caminos el norte de la República Mexicana.

Adela se dedicó a la enfermería, la cual estudió pese a la oposición de su padre, un rico comerciante de Ciudad Juárez. Ella fue muy bella, alegre y amiguera, tenía solo 13 años de edad cuando abandonó la casa de sus padres y se unió a la Revolución.

En el ambiente revolucionario todos la asediaban, pero era escurridiza y sin perder la amabilidad se deshacía de los galanes que buscaban sus favores.

Adela se sumó al ejercito de enfermeras que asistían a los revolucionarios heridos, se especializó en hablar con los moribundos para prepararlos a bien morir y en muchos de los casos hablar con sus familiares cuando fallecían.

Transcurría el año de 1913 cuando conoció a un teniente que le arrebató el corazón, Antonio Gill del Río que se prendió también de ella a la primera vista.

Antonio era teniente villista que cada noche se paraba frente al tren donde dormía Adela y con su guitarra le cantaba canciones de amor. Ahí nació la famosa melodía que daría la vuelta al mundo.

Adela presentó a su novio con su jefa Leonor Villegas y le hicieron saber sus deseos de unir sus vidas y ella los animó ofreciéndoles todo su apoyo.

Antonio, enamorado, pidió a sus superiores que lo cambiarán de inscripción apuntando que deseaba servir a la Revolución desde la Cruz Blanca Neutral y le fue concedido, la razón: estar más cerca de su amor.

Fueron inseparables, disfrutaron los triunfos de Pancho Villa y celebraron gustosos con sus amigos, pero llegó la batalla de Gómez Palacios y sangrienta como es la guerra, Antonio fue alcanzado por la metralla y cayó moribundo.

Adela desde la distancia, observó el hecho que le estrujó el corazón y corrió hacia él, cuya cabeza colocó entre sus piernas, desesperada con el rostro cubierto de lágrimas. Él, con su último aliento de vida, le refrendó su gran amor.

Con sus últimas palabras, le recitaría parte de la estrofa de la famosa canción: “Si acaso yo muero en campaña, mi cadáver lo van a sepultar, Adelita por Dios te lo ruego, que con tus ojos me vayas a llorar”.

Días antes de morir, Antonio del Río miró fijamente a los ojos de Adelita y con su mirada penetrante de sus ojos azules le dijo: “Tengo un regalo para ti en mi mochila”, era nada menos que el famoso corrido.

Adela se lo dio a los músicos del regimiento y ahí mismo comenzaron a tocar, lo cantaron volviéndose viral entre toda la tropa e incluso entre los bandos enemigos que gustaban de entonarla pues era una canción que hablaba de un tema que todos comprendían: el amor en tiempos de guerra.Adela lloró día y noche la muerte de su amado, fue un golpe brutal que destrozó su alma, pero tenía un gran temple e inteligencia y comprendió que debería sobreponerse y decidió en honrar a su amado continuando en el servicio de enfermería de la Revolución.

Tenía además otra poderosa razón en su vientre y era el producto del amor de ella y de Antonio, un hijo varón que nacería unos meses después.

Adela era respetada por todos no sólo por su calidez humana, sino por su valentía y que no se dejaba amedrentar por nadie.

Pancho Villa, que era conocido por no permitir que ninguna mujer luchase a su lado, llegando incluso a emplearlas como “carnada” en la toma de Morelos, hizo una excepción con ella, pues se dice que fue la única dama a la que el Centauro del Norte nunca pudo domar.

Existen otras versiones acerca de quién fue el verdadero compositor del corrido, hay quienes se lo atribuyen al capitán veracruzano Elías Cortaza Ramírez, otros opinan que se debe a la pluma del sinaloense Ángel Biderique, que la creó a la orilla del mar, ya que uno de sus versos dice: “la seguiría por tierra y por mar”.

Se cree también el corrido fue compuesto en abril en 1913, cuando fue tomada la ciudad de Camargo en Chihuahua por las tropas revolucionarias.

A veces al corrido se le considera anónimo, o que una vez el General Domingo Arrieta lo escuchó en un rancho sinaloense, le gustó mucho y pidió al maestro de la banda militar Juan S. Reyes que lo escribiera y lo instrumentalizará.

Adelita estuvo con el ejército del noroeste en Chihuahua, Zacatecas, Torreón, Aguascalientes Morelos y la Ciudad de México. Tuvo entre sus conocidos a figuras como el General Pablo González, Carranza y por su puesto Pancho Villa.

Cuando la Revolución llegó a su fin, Adela recibió un homenaje por los servicios prestados en batalla. Viajó a la Ciudad de México donde consiguió empleo como mecanógrafa en la dirección de correos, viviendo modestamente sin ayuda del gobierno revolucionario, convertido ya en institucional.

Alguna vez se dice que entre sus conocidos mencionó que: “han hecho de la revolución algo horrible”.

Pero la tragedia volvió a tocar a su puerta, pues el hijo de Adelita, un joven apuesto, estudioso y respetuoso que entregaba todo su cariño a su madre, quiso ser militar y se hizo piloto. Sirvió con honor a México en la Segunda Guerra Mundial y murió en los aires.

Nuevamente tuvo que amortiguar otro severo dolor de muerte que le apretaba el corazón, continuando adelante y de pie.

En 1941 se le nombró veterana de la revolución por su participación contra la usurpación huertista, pero fue sólo hasta el año de 1962 que recibió una pensión vitalicia de 750 pesos mensuales por sus servicios prestados a la nación durante la Revolución.

Esa pensión le permitió retirarse del empleo que desempeñaba, pero esa misma pensión también estaba condicionada a que permaneciera soltera, si ella contraía matrimonio, le sería retirada esa pensión.

Cada 20 de noviembre las niñas mexicanas se disfrazan de adelitas como parte de las actividades para la celebración del día de la Revolución Mexicana.

En todo ese tiempo, Adelita nunca contrajo matrimonio con nadie, pues jamás olvidó su amado Antonio. Es sólo hasta el año de 1965 que Adela se reencuentra con el Coronel Alfredo Villegas el cual haber sido jefe de ambos durante la Revolución y que es mencionado en parte del corrido.

Nunca pudo olvidarla y siempre estuvo enamorada de ella, pero respetuosamente nunca intervino en contra de Antonio y su memoria, pero ahora, ya viudo, se dio a la tarea de buscarla y declarándole qué, a pesar de los años, jamás pudo olvidarla.

Y así, a los 65 años de edad, Adela contrajo matrimonio por primera vez, viviendo feliz y recordando lo bueno del pasado o quizá olvidándolo.

A pesar de que fue una gran soldadera, no se le reconoció su valor en combate fuera de la pensión que recibió por servicios prestados a la nación. La pensión le fue retirada por ese gobierno revolucionario institucional cuando contrajo matrimonio. Tras la Revolución Mexicana, Adelita se perdió de la memoria popular y moriría de cáncer el 4 de septiembre de 1971 en un hospital de San Antonio Texas, olvidada y en la pobreza económica pero al lado de su esposo el Coronel Alfredo.

Adela demostró a la sociedad de su tiempo que una mujer puede ser tan valiente y capaz como el más hábil soldado, sin que su delicadeza o belleza sean impedimento.

Todos recuerdan a los grandes caudillos de la revolución, pero pocos son los nombres de mujeres que se mencionan para honrar a las orgullosas guerreras.

Adelita vive aún entre nosotros, a través de su canción de amor, de lucha, una poesía entre dos personas que se aman profundamente a pesar de todo y de todos.

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