No siempre se cumplen 72 años de matrimonio y menos en estos tiempos, Benito Treviño y María Campos celebraron las bodas de Titanio, el amor sigue presente como aquellos primeros días de relación, se conocieron en Monclova y luego de una “escapadita” fueron “obligados” a casarse, así sellaron su amor.
Es un matrimonio longevo, han cumplido la promesa que se hicieron “Hasta que la muerte nos separe”, no todo fue color de rosa, ellos son el fiel testigo de que la frase “Hay que sufrir para merecer” es real.
“Yo me la robé, soy ladrón de mujeres”, señala Don Benito orgulloso de la travesura que hizo y de la que no se arrepiente. En aquel tiempo, él trabajaba en la candelilla, desde muy chiquito le tocó ganarse la vida y cuando tanteó que sí podía mantener a María, se animó.
Fue cuando ella cumplió los 15 años, recuerdan que fueron a un rancho a trabajar, e aquel tiempo acarreaban a la gente en camiones y entere estas personas iban ellos dos, cuando estaban por allá, pasó lo que tenía que pasar.
“Me la ganché cortando pitayas en un cerro”, antes de todo, él le dio una semana de plazo, para que pensara sí quería estar con él, le prometió que no andaría con mentiras ni engaños, que la cosa era enserio, así lo platica Benito mientras que su esposa María lo escucha hablar y sonríe, ella no sabe porque se enamoró de él, pero asegura que ese era su destino.
Cuando regresaron, sus familias se dieron cuenta de lo que había pasado y los llevaron a casarse, ese fue el principal objetivo.
“Nunca me he arrepentido, hasta la fecha, nos enojamos y seguimos juntos, nunca pensé en separarme de él o esto o lo otro no, aquí seguimos”, comentó Doña María.
En aquellos años Monclova era prácticamente un rancho y estaba reciente la llegada de Altos Hornos de México, Benito iba hasta la orilla de Chihuahua a la labor de candelilla, la quemaba para sacarle la cera y le pagaban según la cantidad, trabajaba de sol a sol, sus manos quedaban espinadas, cortadas y llenas de callos.
En aquellos años no sabían leer y apenas y conocían pocas palabras, llegó la electricidad a los hogares, pero no existían los aparatos electrónicos, la firma para cualquier documento era la huella.
Ellos mismos se fabricaban los huaraches, usaban las llantas de vehículos y cortaban la forma y la medida del pie, antes conseguir las cosas era muy difícil, hervían la ropa para lavarla “Y ahora solo se le pica a un botón”, comentó Doña María.
La pareja construyó su propia casa, ella estaba embarazada y junto a su esposo, hacían adobes, él preparaba el soquete y ella aplicaba aditivo orgánico.
El tiempo pasó y esta pareja concibió a 10 hijos en total, Ricardo, Gilberto (+), Armando, Enedelia, Norma, Irene, Francisco, Ismael, Benito y Manuel, cerca de 10 años pasó embarazada y todos su hijos nacieron con ayuda de una partera.
“Estas son mujeres”, comenta Don Benito, admirado a su esposa que le dio lo más hermoso que la vida pudo darle, sus hijos.
Lamentablemente Dios se llevó a uno de ellos, es uno de los cinco angelitos sepultados en el Panteón Guadalupe, los niños que murieron en 1959 al ser arrollados en lo que actualmente es el bulevar Pape, un ebrio gerente del Banco Londres fue el responsable. De los cinco niños que murieron, tres eran primos hermanos y dos vecinos.
La tragedia de perder a uno de sus hijos los unió más como pareja, Doña María estaba embarazada, recuerda haber pasado por un episodio traumático, enterarse que su hijo había muerto, verlo acostado en la cama, sangrando, le ocasionó perder el habla durante un buen tiempo.
Ella quería llorar, gritar por haber perdido a su hijo, pero no podía no le salía el llanto, la revisaron muchos doctores, tomó medicinas y muchas mujeres fueron a curarla de susto, hasta que un día logró recuperar la voz.
La vida los compensó con más hijos, la necesidad creció y él tuvo que irse a trabajar fura, mandaba el dinero, en aquel entonces 50 centavos, no alcanzaba para mucho, pero ni esto ocasionó problemas económicos entre la pareja.
A ella le tocó apoyar a su esposo, trabajó en casas ajenas de la colonia Guadalupe, también hacía tortillas de harina y de maíz para vender en los hogares, sus hijos eran los que entregaban sin importar los rayos del sol, frio o lluvia.
Actualmente la pareja formó un núcleo familiar de 127 personas entre hijos, nueras, yernos, nietos, bisnietos e incluso tataranietos. Don Benito señala sonriendo que dos de sus hijos siguieron su ejemplo, también se robaron a la novia.
“Estamos millonarios, estamos millonarios porque ahorita nada nos falta, gracias a Dios, a mi padre celestial, ben decía mi abuelita que para merecer teníamos que sufrir y ahorita nos sobra”, comentó.
Para ellos tener una familia tan grande es un gran orgullo y saben que todo lo que vivieron valió la pena, tener a sus padres vivos y unidos a esta edad es una gran bendición y eso lo saben cada uno de los hijos, nietos, bisnietos y taranietos de Don Benito y Doña María, que tienen este privilegio .
Enviaron un mensaje a la población, mencionan que hay que luchar por lo que quieren, hay que ser fuertes, enfrentar las adversidades, no rendirse a la primera, no olvidarse de los valores y cumplir con la promesa de amarse y respetarse todos los días de su vida, hasta que la muerte los separe.