MONCLOVA;COAH-_A los 42 años, Raffaele Bonetti Epifanía partió de este mundo dejando una estela de amor, entrega y servicio que permanece viva en todos los que lo conocieron. Fue un hombre de familia, un profesional brillante y, sobre todo, un ser humano cercano y generoso. Desde la dirección del Hospital Torre Médica San José en Monclova, lideró con visión y compromiso, logrando importantes mejoras que hoy siguen beneficiando a pacientes y personal médico. En cada decisión que tomaba, se notaba su pasión por construir algo mejor, por transformar con humanidad los espacios de salud.
Pero más allá de su carrera, Raffaele fue un padre presente, un esposo entregado, un hermano incondicional. Siempre saludaba a los pacientes, se preocupaba por sus necesidades, y hacía sentir a todos vistos y escuchados. Era esa clase de persona que deja huella sin proponérselo, que acompaña con solo estar, y cuya ausencia se vuelve imposible de llenar. La noticia de su partida, en un trágico accidente automovilístico el pasado sábado, estremeció a toda una comunidad que lo quería y lo admiraba profundamente.
Este domingo, fue despedido en la Iglesia Santuario de Guadalupe. El templo estuvo lleno de familiares y amigos, unidos por el dolor pero también por el amor inmenso que dejó Raffaele. Al finalizar la misa, se soltaron globos blancos al cielo, como un suspiro colectivo que elevó la esperanza de que el alma de Raffaele haya encontrado la paz. "La muerte es una entrada a la vida eterna", dijo el párroco durante la ceremonia, dejando una semilla de consuelo en los corazones rotos.
Su esposa, en un acto de profundo amor y fortaleza, le dedicó unas palabras que tocaron cada rincón del santuario:
"Siempre nos unió un lazo invisible pero fuerte. Él siempre estuvo presente, al pendiente, entregado... nunca dejó de estar cuando lo necesitábamos. Su mirada cambiaba cuando hablaba de ellos —de nuestros hijos— y su alma también. Gracias, Raffaele, por darme a mis tres tesoros más grandes. Te prometo que voy a cuidar a tus hijos con el alma, con cada parte de mí. Voy a estar para ellos en todo momento. Es mi compromiso contigo, con ellos y con la vida."
"Estás en la risa de Rafa, en la sensibilidad de Paula. Estás en cada abrazo, en cada silencio donde te buscan. Hoy puedo decir con amor que me siento agradecida por todo lo que fuimos y compartimos. Y sobre todo, quiero decirles a mis hijos —Silvana, Paula y Rafa— que su papá los amó con todo su ser, que su presencia no se termina con la ausencia física. El amor verdadero nunca muere."
También su hermana compartió el dolor que la atraviesa y el amor que la une a él más allá de la vida:
"Tu ausencia duele más de lo que puedo explicar. Éramos compañeros de trabajo, siempre creíste en mí y me apoyaste en todo. Nos alegra ver cuánta gente te quiere. Somos muchos los que nos duele tu partida. Te prometo que nunca voy a soltar a tus hijos; son tu reflejo y tu legado más grande. En tu estudio, que tanto disfrutabas, hoy nos dejas un hueco en el pecho y en el alma."
Hoy Raffaele vive en la risa de sus hijos, en el amor de quienes lo rodearon, en los recuerdos que se abrazan con lágrimas y gratitud. Porque cuando el amor ha sido verdadero, el alma nunca se va del todo.