Cuatro Ciénagas es uno de los Pueblos Mágicos más emblemáticos del norte del país, orgullo de los coahuilenses y cuna de grandes hombres como Venustiano Carranza, hace muchos en una tertulia nocturna con Don Roberto, me contó que él era originario de aquella comunidad y para ser precisos de un ejido llamado Santa Teresa de Sofia ubicado a más de 45 kilómetros de la cabecera municipal.
Don Roberto me contó que cuando apenas tenía 15 años allá por los años 50s, ocurrió en el ejido un milagro o un misterio, como cada fin de semana se hacían bailes en la comunidad pues era la única forma de distraerse luego de una semana de trabajo en la siembra, en la pisca o en la candelilla, que eran las únicas formas de ganar dinero en aquella comunidad, como cada sábado todos se pusieron sus mejores ropas para ir al baile, todo inició puntualmente como cada semana las mujeres solteras caminaban en circulo de izquierda a derecha y los hombres de derecha a izquierda para encontrarse e intercambiar miradas.
Toño amigo de Don Roberto se había quedado a cargo de su hermano Samuel de 4 años, esto por qué sus padres habían viajado a la cabecera municipal a realizar unos trámites, el hermano mayor decidió llevar a al pequeño al baile, en un momento de distracción el niño se alejó de su hermano y ya no volvieron a saber de él.
Toño y sus amigos comenzaron a buscar a Samuel por horas y luego el resto de la comunidad se unió a la búsqueda, pero nadie veía al niño por ningún lado, ya entrada la noche y a la luz de un quinque de petróleo encontraron unas pequeñas huellas que se adentraban al monte sin rumbo fijo, por cerca de 500 metros siguieron las huellas, pero estas se perdieron y decidieron detenerse.
Con el primer rayo de sol la búsqueda se reinició, los hombres ya montados a caballo y otros a pie comenzaron a peinar toda la zona, Toño desesperado iba al frente de la caravana de más de 30 hombres con la esperanza de que metros o kilómetros mas adelante encontrarían al niño, los horas pasaban y los kilómetros también y no había rastros de Samuel, cuando el reloj marcaba la 3 de la tarde bajo el sol de verano con más de 45 grados en él termómetro, en una polvosa brecha encontraron las huellas del niño, pero tras las pequeñas pisadas también estaban las huellas de un coyote que lo asechaba.
Los hombres continuaron peinando la zona pero ahora con la idea de que podrían encontrarse una escena desgarradora pues el niño era una presa fácil para el coyote salvaje; la búsqueda continuó como cosa misteriosa las huellas aparecían pero siempre por pocos metros y volvían a desaparecer, también siempre aparecían las huellas del animal asechando a Samuel.
La primera noche se llegó, los hombres agotados decidieron acampar y descansar, pero esa noche nadie pudo dormir pues los coyotes no dejaban de aullar y los hombres no dejaban de pensar en que estaría haciendo el niño y cual sería su destino, si tenia hambre, frio o sed.
Nuevamente con el primer rayo del sol la búsqueda continúo y el segundó día parecía un copia del anterior pues otra vez las huellas que aparecían brevemente y detrás de ellas el coyote, la caravana ya había recorrido más de 40 kilómetros.
En el Segundo día, cuando el sol comenzó a caer, la esperanza de encontrar a Samuel con vida también desaparecía, esta vez la caravana decidió recorrer una brecha que llevaba a un cerro, con el último rayo de sol cuando la tarde se pone de color azul para después transformarse en noche un hombre gritó ¡Veo algo creo que es Samuel! A poco mas de 100 metros se dibujaba la silueta de niño que los miraba temerosamente, mientras juntaba sus manos como sostenido una pequeña varita.
Los hombres se acercaron lentamente al niño y pidieron al hermano que fuera él quien se acercara primero para evitar que el niño se asustara, Toño a paso lento se aceró al pequeño –Samuel, soy yo Toño, tu hermano, ven vamos para la casa, ¿quieres un taco?- Luego de unos segundos Samuel reconoció a su hermano y corrió junto a él.
Esa noche en Santa Terea todos estaban cansados y contentos fueron dos días de una larga búsqueda, pero había algo que inquietaba a todos, que había pasado con el Coyote que seguía a Samuel.
El niño platicó a sus padres y hermano que él se alejó queriendo jugar, pero ya no supo como regresar al pueblo, luego se vio en medio del monte en plena oscuridad con sus palabras explicó que en su recorrido por el monte nunca estuvo solo, que siempre estuvo acompañado de un viejo con un bastón que caminaba con él, aquella persona le daba pan cuando tenía hambre y de un antiguo guaje de daba agua cuando tenía sed, cuando se acercaba el coyote el viejo con el bastón ahuyentaba al animal y durante la noche el hombre le encendió una fogata para que no tuviera frio mientras que el anciano vigilaba que el coyote no se acercara.
La tarde que lo encontraron mencionó que el anciano le pidió que se quedará ahí que pronto vendrían por él, que no tuviera miedo, que el tenía que seguir al coyote para vigilar que no hiciera nada malo.