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Coahuila

La vida dentro del CERESO

Un recordatorio constante de lo que no debes hacer.

Por Adriana Cruz - 03 enero, 2025 - 08:35 p.m.
La vida dentro del CERESOEl arrepentimiento se convierte en su principal herramienta para construir una nueva vida

MONCLOVA; COAH.- El Centro Penitenciario de Monclova, con 700 internos, es un lugar donde el tiempo se detiene y las decisiones del pasado pesan más que nunca. Convertido de un Centro Federal de Reintegración Social (CEFERESO) a un penal estatal, este espacio se presenta como una mezcla de orden y vigilancia, con cámaras que siguen cada movimiento y guardias atentos que velan por la seguridad. 

En esta prisión, el uniforme caqui de los internos es un recordatorio constante de su situación. Mientras la ciudad celebraba las pasadas fiestas decembrinas con luces y abrazos familiares, dentro de estos muros la atmósfera era completamente diferente: un lugar donde las risas son escasas y el arrepentimiento se convierte en la única compañía de muchos. 

La vida en el penal no da tregua. Desde las primeras horas del día, los internos siguen un estricto horario que incluye talleres y actividades educativas, sin embargo, incluso las ocupaciones más rutinarias no logran distraerlos del peso de sus errores. 

"Cada día aquí es una lección de lo que no debes hacer en la vida", comenta David, de 35 años de edad, quien cumple una sentencia de 13 años por tentativa de feminicidio. Lleva cinco años tras las rejas y está a punto de cumplir con los requisitos para una liberación anticipada por buena conducta. 

David reflexiona sobre cómo llegó hasta aquí: "La prisión no es solo un castigo físico, también es mental. Aquí no puedes escapar de tus pensamientos, y el recuerdo de lo que hiciste te persigue todo el tiempo. Mi madre es quien me da fuerzas para seguir adelante. Por ella intento cambiar, porque no quiero que mi vida termine así". 

Para muchos internos, el arrepentimiento no llega inmediatamente. Es un proceso que se desarrolla con el tiempo y las circunstancias. José "N", de 45 años, está cumpliendo una condena por robo a casa habitación. 

Aunque al principio justificaba sus actos, hoy admite el peso de sus decisiones: "Pensé que lo hacía por necesidad, pero la verdad es que estaba equivocado. Ahora solo pienso en todo lo que he perdido: mi familia, el nacimiento de mi nieta... la vida se me está yendo aquí" relató. 

La convivencia diaria con otros internos, el aislamiento y las actividades diseñadas para la reinserción social les ofrecen a los reclusos una perspectiva diferente. Algunos encuentran en la fe o en sus familias la motivación para cambiar, mientras que otros simplemente buscan sobrevivir al encierro. 

Para Lauro "N", de 44 años, el precio ha sido particularmente alto. Condenado a 40 años por desaparición forzada, lleva nueve años en prisión. Durante ese tiempo, perdió a su madre en la pandemia sin poder despedirse de ella. "Eso me rompió por completo. 

No hay día que no piense en lo que hice y en cómo mi familia está pagando por mis errores. Mis hijos me esperan, pero sé que he perdido momentos que nunca podré recuperar". Relató con voz entrecortada sin embargo con la fe puesta en Dios que pronto podrá estar al lado de sus seres queridos. 

Jesús "N", de 34 años, comparte una historia similar. Sentenciado a 27 años por homicidio, relata cómo una discusión familiar terminó en tragedia debido al alcohol y donde su suegro falleció tras una riña, el delito por el que lo señalan es homicidio. "Todo pasó tan rápido, y ahora estoy aquí. Mis hijos no han venido a verme, y sé que probablemente no me perdonen. Pero no dejo de pensar en ellos. 

Esa es mi condena más dura". Su madre es quien ha estado en todo momento en visitas, y a quien le pide que lleve el mensaje a sus hijos de cuanto los extraña. 

El penal de Monclova es un reflejo de la dualidad de la justicia: un lugar diseñado para castigar, pero también para transformar. Aunque las instalaciones cuentan con buenas condiciones, seguridad y programas de reinserción, la vida aquí no es fácil. 

"El mayor castigo no son los barrotes, es lo que dejas afuera", comenta Héctor "N", de 29 años, quien podría recuperar su libertad en los próximos meses. Se encuentra en este lugar por violación en agravio a su pareja. 

Para quienes tienen la oportunidad de salir, el arrepentimiento se convierte en su principal herramienta para construir una nueva vida. Sin embargo, no todos lo logran.

En este penal, las historias de redención y fracaso coexisten, recordando a la sociedad que la prisión no es solo un lugar físico, sino un estado de vida que deja marcas imborrables. 

En esta temporada de fiestas, las historias de los internos del CERESO de Monclova son un llamado a la reflexión. Son un recordatorio de que los errores tienen un costo, pero también de que, incluso tras los muros más altos, el arrepentimiento puede ser el primer paso hacia el cambio.

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