Muchos los hemos visto vendiendo quesos y tostadas en las esquinas, hombres y mujeres rubios de tez muy clara y vestimenta anticuada que parecieran sacados del siglo pasado. Así son los menonitas.
Este grupo proviene de la secta Ana Bautista que se separaron de las iglesias luteranas y reformadas en Holanda y Suiza en el siglo 16.
En 1543, el sacerdote católico holandés Menno Simons abandonó la iglesia católica para unirse a los anabaptistas.
Modificó al grupo, lo organizó y comenzó a llamarse los seguidores “menonitas”.
Muchas familias siguieron a Simmons y comenzaron a esparcirse por todo el mundo para fundar nuevas comunidades.
Hoy en día, son cerca de un millón y medio y los países que reportan mayor presencia menonita son Estados Unidos, Rusia, India, Zaire, Alemania e Indonesia.
Habitualmente viven en colonias y cada una de ellas tiene un jefe espiritual y otro civil, rechazan el concepto de nación, de guerra y servicio militar, es por ello que viven aislados en su comunidad la cual se encuentra localizada por lo general en medio del campo.
En el año de 1922, llegaron a México 3 mil menonitas invitadas por el Presidente Álvaro Obregón, cuyo gobierno corrió con los gastos.
Tenían como objetivo colonizar tierras consideradas de poco valor. El número en los años posteriores aumentó a diez mil distribuidos en Guanajuato, Durango y Chihuahua.
Los encargados de establecer el acuerdo para emigrar a México, fueron varios dirigentes menonitas que se encargaron de establecer una crónica de viajes.
Según él, los menonitas salieron del Rosenfeld hacia Winnipeg hasta llegar a Texas, de ahí pasaron por Arizona, luego Nogales y posteriormente a Sonora.
En marzo de 1922, salieron de Manitoba, Canadá seis trenes que llegaron a San Antonio de los Arenales.
Hoy en día se estima que aproximadamente 100 mil menonitas habitan en México, de los cuales 90 mil están establecidos en el estado de Chihuahua y 6 mil 500 en Durango, el resto está esparcido por distintos estados como Coahuila, Campeche, Tamaulipas, Zacatecas, San Luis Potosí y Quintana Roo.
Durante su migración a México, además de los artículos domésticos, cada familia llevaba animales de crianza, madera, materiales para construir sus casas y 15 millones de pesos. Cada familia tuvo derecho a 43 acres de tierra
Los inmigrantes que llegaron a Chihuahua se dividieron en dos colonias y en ellas formaron un gobierno teocrático dirigido por obispos elegidos según sus creencias por el Espíritu Santo.
Su misión es encargarse que los miembros de las colonias vayan por el buen camino, solamente pueden ser obispos aquellos hombres que han demostrado ser buenos padres y son casados así como bautizados.
Se trata de un grupo muy cerrado, endogámico, con costumbres muy antiguas, algunas de las cuales se remontan al medio europeo.
Conservan sus vestimentas tradicionales del siglo 16 del norte de Europa, suelen trasladarse en su mayoría en carruajes antiguos.Cada colonia menonita tiene sus normas propias, aunque en general se puede decir que no suelen trabajar para personas fuera de la comunidad, ni se casan con personas ajenas a la misma.
Mayoritariamente rechazan la modernidad la cual consideran “llena de pecado” y se dedican a la lectura de la biblia para alejarse de las tentaciones del diablo. No asisten a bailes, ni teatros, ni cines, solamente pueden cantar en la iglesia.Por supuesto que tienen prohibido el uso del celular el internet y la televisión. No se permite el uso de la energía eléctrica excepto para usos comerciales.La lengua que hablan los menonitas se llama Plautdietsch o Bajo Alemán menonita, integrado por varios dialectos que se hablan en Chile, Paraguay, Estados Unidos y México.
El bajo Alemán proviene de un grupo de menonitas que huyeron de la persecución que sufrían en los Países Bajos y en Bélgica del siglo 16, para refugiarse en Danzig.
Actualmente podemos encontrar menonitas en más de 60 países, los niños estudian solamente desde los 7 a los 14 años de edad, después los hombres se dedican a ayudar a las labores de sus padres y las mujeres ayudan en casa.
Sus hogares constan de una caballeriza, un taller doméstico y la casa habitación propiamente dicha, son tres cuartos, el destinado a las mujeres, el de los hombres y el de los padres.
Para los menonitas el domingo es un día diferente en cuanto sale el sol, todos acuden a la iglesia y estudian la biblia de dos a tres horas. Luego padres e hijos, descansan en sus casas y por las tardes se reúnen con los amigos y familias para platicar.
Los jóvenes en cambio se reúnen a lo largo de los campos para comer semillas de girasol y a veces, a escondidas, tomarse alguna cerveza y escuchar algunos cantantes populares del momento.
Han conocido a estos artistas, gracias a los vecinos mexicanos con los que trabajan en las siembras.
El desierto del norte de México pareciera perfecto para los menonitas hace ya casi 100 años, un lugar donde no había luz eléctrica, televisión, ni automóviles, pero paulatinamente la modernidad los alcanzó.
Pero no todas las comunidades se adhieren a las primeras formas tradicionales de pensamiento de sus antepasados inmigrantes, las necesidades de la vida moderna han obligado a algunos menonitas a usar celular, conducir vehículos y cambiar su vestimenta cuando es necesario para sus negocios, otros incluso han incursionado en las redes sociales abriéndose a la modernidad pero sin ser prisioneros de ella.
Los menonitas se dedican mayormente a la agricultura y a la producción de leche, mantequilla, crema y queso que venden en comercios no menonitas, cuyos productos han alcanzado gran popularidad debido a la alta calidad con que son elaborados, sobre todo libres de químicos y preservativos.
Ellos a través de trabajo, constancia y arduo dedicación, convirtieron el desierto en un vergel, a pesar de esto no están exentos de controversias, pues se les ha acusado frecuentemente del abuso en la explotación de los mantos acuíferos de las comunidades que habitan, dejando sin agua a las localidades vecinas.
También se les ha acusado de cambiar arbitrariamente el uso de suelo de pastoreo agrícola a sabiendas que un cambio de esta naturaleza concierne exclusivamente a la Federación.
Ante ello, es frecuente que sus vecinos los productores chihuahuenses, destruyan sus pozos y presas clandestinas.
Los agricultores chihuahuenses reconocen a los menonitas como buenos productores, pero al mismo tiempo les acusan de no contribuir nada al país, pues el producto de sus cosechas lo envían al extranjero y la maquinaria que emplean es importada, así como las refacciones para operar la misma.
Los acusan además de ser mexicanos sólo de nacimiento, pues dicen que ellos no se sienten mexicanos.
Uno de los casos más graves ocurrió en una colonia menonita llamada El Oasis, la cual pasó de la explotación a la depredación del agua hasta acabar con el manto acuífero denominado “los juncos” y el cual estaba en veda.
Originalmente se pasó del riego de una superficie de 8 mil hectáreas a más de 30 mil en pocos años.
Mientras el manto acuífero tiene una carga natural de 50 millones de metros cúbicos al año, la demanda superó los 437 millones de litros cúbicos obligando a los habitantes de la misma colonia menonita a emigrar a otras tierras con más agua y perforando más pozos.
Cabe señalar que las animosidades entre menonitas agricultores y mexicanos no es nueva, y data desde su llegada a México en 1922.
Las relaciones entre los menonitas y los pobladores locales no son del todo armoniosas, casi desde el arribo de los primeros grupos de colonos, los ganaderos mexicanos de las comunidades dejaban que su ganado pastara en los campos de cultivo de los menonitas y aunque pusieron cercas de alambre de púas, los ganaderos las cortaron sistemáticamente.
Hubo también varios robos cometidos contra los menonitas, principalmente de dinero y alimentos, también hubo algunos casos aislados de asesinatos y violación de sus mujeres.
En abril de 1922, el Gobierno Federal envió un grupo de soldados para proteger a los colonos, los asaltos siguieron, los menonitas a pesar de su pacifismo, decidieron armarse y salir de persecución de aquellos a quienes creían culpables.
También organizaron patrullas para vigilar a las aldeas y sus alrededores durante la noche.
A finales de 1929, el Gobierno Federal comenzó a destacamentar soldados en cada aldea, los oficiales encargados tenían la autoridad para enjuiciar a las personas acusadas y si según un criterio eran considerados culpables llevara a cabo la ejecución.
La aplicación de esta drástica medida, resultó en una disminución notable de los casos de robos y actos criminales contra los menonitas.
El gobierno mismo, adoptó una política cambiante respecto a ellos, mientras Obregón les dio todas las facilidades, no fue lo mismo con los gobernadores de Chihuahua que los veían con invasores.
Así también el Gobierno de Calles, revocó todas las posiciones otorgadas por obregón, mientras el gobierno de Cárdenas decidió respetar las concesiones otorgadas.
Actualmente los menonitas han llegado a un punto en que la conservación de sus tradiciones amenaza su propia existencia material.
Sin embargo, hay conflictos entre los que defienden sus costumbres ancestrales y los que promueven el progreso.
Hace pocos años, por ejemplo, una joven menonita representó al estado de Chihuahua en el concurso Señorita México.
Otros se rebelan veladamente, a escondidas escuchan en el radio, rentan cuartos de hotel en grupos para ver televisión, van al cine, fuman y hasta acuden a cantinas y casas de citas.
Por otro lado, otros más desean continuar tradiciones entregándose al trabajo compulsivamente, manteniéndose ajenos a cualquier otra esfera de vida.
La crisis económica y la prolongada sequía del norte del país ha golpeado con particular severidad a los productores agropecuarios por igual.
Las tensiones sociales se agudizan debido a las dificultades para establecer vías aledañas para las nuevas generaciones.
La falta de tierras no se compensa con un desarrollo tecnológico debido a las trabas religiosas y a su atraso educativo.
Algunos de ellos emigraron a Campeche donde en pocos años lograron convertir el lugar en una potencia agrícola, pero también comenzaron los problemas con los agricultores y campesinos de la actualidad por el uso y aprovechamiento del agua.
Si en el pasado los menonitas trajeron innovaciones importantes a la región, en el futuro próximo la disyuntiva para ellos no será entre la modernización y la conservación de sus tradiciones, sino entre adaptación al mundo contemporáneo y la supervivencia misma.
Podemos aprender mucho de los menonitas tanto lo bueno como en lo malo: destacar su ejemplo de trabajo, dedicación, empeño unión de grupo y de familia.
Es posible dentro de lo no tan bueno, los menonitas, aunque poseen una mentalidad de progreso en el trabajo, no tienen una conciencia de conservación del medio ambiente, lo que los ha enfrentado directamente con sus vecinos, así como su alto índice de natalidad.
También subrayar que el matrimonio entre sólo sus miembros, ha traído consecuencias genéticas con un alto índice mayor al promedio nacional.
Además, se ven a sí mismos como menonitas y no como mexicanos, auto marginándose y convirtiéndose en una isla dentro de un océano representado por la República Mexicana.
Por elección propia ya casi un siglo de permanencia en México, la mayoría de los menonitas radicados en México han decidido seguir siendo extraños en su propia casa.
Muchos coinciden en que es una dura carga de llevar, autoexcluyéndose, aislándose, luchando por conservar su esencia y buscando solo el contacto necesario con la cultura mexicana.