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Coahuila

Una vida entre risas y lágrimas

Yolo Camotes
Por Yolo Camotes - 29 julio, 2021 - 08:52 p.m.
Una vida entre risas y lágrimas
Fernando Soto “Mantequilla” fue un gran actor cómico de la época de oro del Cine Nacional.

A pesar de nunca haber estelarizado una película, Fernando Soto “mantequilla”, fue uno de los mejores y más reconocidos cómicos de la época de oro del cine mexicano.

En muchas de las obras que participó, a pesar de ser un actor secundario, era parte del atractivo principal en taquilla.

Lo recordamos como un escudero y fiel compañero del galán de la trama, sus ocurrencias y buen humor arrancaron muchas carcajadas durante sus más de 40 años de carrera artística.

Fernando Soto Astol, nació un 15 de abril de 1911, hijo de otro gran actor cómico Roberto Soto “El Panzón Soto” y de Socorro Astol actriz y cantante de zarzuela.

Fernando Soto inició su recorrido artístico a los 18 años de la mano de su padre a quien siempre admiró y de quien heredó el amor por el teatro, la actuación y por supuesto, los aplausos del público.

Sobre su apodo “Mantequilla”, existen dos versiones: la primera nos dice que sus primeros días de teatro al lado de su padre fue presentado al público como cancionista, pero tenía una voz un poco aguda y resbalosa, sus admiradores le comenzaron a llamar Mantequilla; la otra versión viene de su padre que le dio ese mote después de conocer algunas de sus aventuras amorosas en su juventud, diciéndole hijo tú no eres de carne y hueso, tú eres de Mantequilla, por lo resbaloso con las mujeres.

Mantequilla participó en más de 200 películas, debutó en el cine junto a Mario Moreno “Cantinflas” en “Ni sangre, ni arena” en 1944.

Actuó junto a figuras como Joaquín Pardavé, Pedro Infante, Dolores del Río, Sara García y Luís Aguilar entre muchos otros.

Era muy común verlo en la pantalla grande como el tipo simple que contrastaba con el héroe gallardo que daba serenatas y montaba bonitos caballos.

En el cine lo vimos acompañando a Pedro Infante en películas como “Cartas Marcadas”, “Nosotros los Pobres, Ustedes los Ricos”, “Pepe el Toro” o con David Silva en “Esquina bajan” y “Hay lugar para dos”.

También en la segunda versión de “México de Mis Recuerdos” donde ocupó lugar de Joaquín Pardavé como el personaje de Don Susanito Peñafiel y Somellera.

Mantequilla fue un hombre sencillo y de buen corazón, cuando se le insinuaba que merecía otra clase de personajes más dignos, mantequilla aclaraba sin titubear: “Merezco lo que tengo, nunca he sido de gran ambición, prefiero la tranquilidad y que se limiten los compromisos, el público es quien nos coloca”.

En otras ocasiones expresaba: “Los productores me acomodaron este personaje, por ejemplo, de rancherito fiel a su amo, y a pesar de los años me siguen llamando para que trabaje al lado de Vicente Fernández y Valentín Trujillo, así que estoy agradecido”.

En una entrevista, Fernando Soto confesó que en un inicio no deseaba ser cómico, sino bailarín, sueño que cumplió por un tiempo en el Teatro Arbeu.

En esa misma entrevista también expresó: “Cada actor o cómico representamos algo, es la suerte de cada quien, yo no pensé nunca en una gloria, sino en un trabajo, y aquí me tiene igual que ayer, haciendo un sketch”.

Pero no todo fue éxito, al iniciar su carrera artística al lado de su padre, cantaba temas sentimentales, pero sin tener buena respuesta, al grado que su propio padre, al anunciar una nueva obra de teatro decía: “Y les prometo que no pondré a cantar a Mantequilla”.

Fernando Soto fue un hombre muy activo siempre se le veía de un lado u otro, de un teatro a una carpa y de regreso al estudio.

Mientras tuvo salud, tampoco le faltó el trabajo, pero a pesar de que era un hombre trabajador, también era un hombre de principios que analizaba a fondo cada propuesta de trabajo.

Una anécdota que nos puede ilustrar sobre ello, es aquella que se dio en un ocasión en los años setentas, en aquel entonces el hoy famoso director de cine Chileno Alejandro Jodorowsky le llamó a y le propuso participar en su próximo proyecto, la película titulada: “La Montaña Sagrada”, obra que a la postre se convertiría en la obra maestra del director, la cual escribió, actuó, dirigió e incluso participó en la composición de la música al lado de figuras legendarias como John Lennon y que es considerada un pilar del cine esotérico y que serviría para inspirar a futuros artistas y cineastas películas como The Founding.

Jodorowsky a sabiendas que la carrera de Mantequilla ya había vivido sus mejores momentos, le dijo que ya era mucho de aparecer siempre como “charrito” o “peladito” y le propuso ingresar al cine de vanguardia.

Ante tal propuesta, Mantequilla se sintió intrigado, por lo que le preguntó que a qué se refería y Jodorowsky le propuso aparecer desnudo en una escena dentro de una iglesia católica, donde los fieles lo agarrarían a latigazos y lo harían sufrir como si fuera un Cristo.

Mantequilla aterrado ante tal proposición le dijo: “No, cómo cree, eso no va conmigo”. Jodorowsky insistió y le ofreció un muy generoso sueldo.

Mantequilla le respondió: Y porque mejor en lugar de una iglesia no lo hace en una sinagoga y que tampoco salga yo encuerado” esto lo dijo Fernando Soto a sabiendas de la ascendencia judío craneana del director, pero la respuesta fue que el papel no podía reescribirse.

Mantequilla con su carácter, le respondió: “No, gracias, no quiero vender mi alma al diablo, pobre, pero con mi conciencia tranquila, así me digan pobre o peladito”.

Alguna vez Soto comentó: “el dinero sirve para no dar lástima, pero yo vivo modestamente”.

Su modestia y gran corazón en la pantalla, fue un reflejo de su personalidad en la vida real, pues sus únicas pasiones fueron el juego y el amor.

Nunca se obsesionó por hacerse rico y una de las causas de su pobreza financiera al final de su vida, se debió precisamente a eso: su gran generosidad a quien lo necesitara.

En una ocasión el líder de los actores Jaime Fernández que también era su amigo, quiso ayudarlo para que administrar mejor sus ingresos, pues era irónico que un actor tan famoso, no tuviera dinero en la bolsa por dárselo a los demás, pero mantequilla no aceptó.

Cuando se le cuestionaba de donde sacaba tantas ocurrencias, chistes y muecas que causaban la risa de la gente, mantequilla decía con humildad y sencillez, que era gracias a su padre, un gran cómico, a su escuela y sus propias experiencias.

Por desgracia, escondido bajo la sonrisa y el carácter amable de Mantequilla, el cómico era quejado por la diabetes y aunque los médicos le había advertido que debería tener cuidado con ella, Fernando Soto hizo poco caso de las advertencias.

Continuó su ajetreado ritmo de vida, malpasándose y mal comiendo hasta que su cuerpo le pasó factura comenzando primero a tener problemas de la vista y después complicaciones mayores.

Fernando Soto nunca pensó que la diabetes le impediría trabajar, cinco años antes de su muerte, aún rebosaba de vida, cantaba, bailaba, reía, visitaba a sus amigos, comía antojitos, dulces, de todo.

Fue entonces cuando vino la diabetes que cambiaría el destino de este gran actor, lo que comenzó con un problema de la vista, se convirtió en ceguera total.

Poco después, perdería la movilidad del brazo izquierdo, para colmo de males, durante una presentación en el Teatro Blanquita, unos fierros le cayeron encima dejándolo en cama por mucho tiempo.

Sin poder trabajar, una admiradora suya y empresaria durante su tiempo de convalecencia se hizo cargo de sus gastos.

Más tarde también sufriría una pequeña embolia que aumentaría sus problemas de movilidad.

Mantequilla se veía visiblemente cansado, los que estaban cercanos a él veían el sufrimiento en su rostro, aún cuando continuaba con buen humor.

Con su enfermedad física vinieron también los problemas financieros, pues a pesar de la gran fama del actor, éste jamás se había obsesionado por hacer fortuna y la poca que tenía la repartía.

Su amigo Jaime Fernández al saberlo le organizó una comida en su honor, ahí asistieron 100 amigos del cómico quienes pagaron el cubierto y ese dinero recaudado se le dieron a Mantequilla, lo que le permitió vivir más dignamente.

En aquella ocasión Fernando Soto se sentía muy agradecido, aplaudió que esto se hiciera en vida y no de manera póstuma, su pesar, dijo, fue que ya no podía ver a quien abrazaba.

Él mismo declaró durante ese evento: “Siento no poder ver bien para abrazar a todos los que vinieron físicamente, me siento con ánimos, solo los ojos no me responden, aunque los médicos del Hospital General del Centro Médico del IMSS hacen lo posible porque yo me recupere, estoy desesperado, quisiera trabajar, pero en este momento me siento muy feliz de convivir con mis compañeros”.

Dos años antes de su muerte, Mantequilla confesó que la Asociación Nacional de Intérpretes (La ANDI) nunca le había pagado regalías por su trabajo en cine y en televisión.

En 1979, cuando el icónico Teatro Blanquita celebró su aniversario número 29, Mantequilla se despidió del escenario en el que tanto hizo reír a la gente.

Con visibles dificultades para caminar y completamente ciego logró subir al escenario y dirigir unas palabras a sus compañeros y al público en general.

Mantequilla en aquella ocasión no hizo reír a los asistentes, sino todo lo contrario, pues a pesar del aspecto dramático pudo decir lo siguiente: “Nosotros los actores cómicos hemos de provocar la risa o la sonrisa, la sonrisa es la mejor prueba de amistad, el signo de la limpieza del alma”.

Fue finalmente unos meses después de este evento, la madrugada del 11 de mayo de 1980 que el actor trascendió a un mundo mejor, vencido por un coma diabético.

Un día después, en las tres primeras funciones del Teatro Blanquita, le brindaron un minuto de silencio.

Treinta años antes el cómico había participado en la inauguración de este recinto, cuando murió, Mantequilla no tenía bienes y dinero, su generosidad hacia los demás irónicamente lo había hecho pobre.

Su familia estaba en tan precaria situación económica que no tenían dinero ni siquiera para sepultarlo.

Fue nuevamente gracias a la generosidad de su amigo de la infancia, Jaime Fernández, que pudieron darle un último adiós de manera digna.

Sus restos fueron depositados en una sencilla tumba en la sección especial para actores de la ANDA en el Parque Jardín de la Ciudad de México, junto a él reposan los restos de su padre Roberto Soto, el Panzón.

Mantequilla, quien tanto hizo reír por muchos años a la gente en los escenarios y el cine, dejó este mundo con apenas con unos cuantos amigos, añorando hasta sus últimos días, poder regresar al teatro.

Partió de este mundo a los 69 años de edad, cuando falleció recibía tan solo una pensión de 2 mil 500 pesos mensuales, el equivalente en aquel entonces a 103 dólares.

A pesar de que el final de este gran cómico y actor no fue lo que merecía, mantequilla fue feliz, un poco antes de que falleciera se le hizo una entrevista con un balance de su vida y donde expresó que no se arrepentía de lo que había escogido para dedicarse, pues para él, los aplausos del público, eran su mejor regalo, diciendo que si tuviera la oportunidad de nacer de nuevo, volvería a ser cómico.

Su mayor satisfacción fue hacer a la gente reír y que ésta lo aclamara por su talento, diciendo que era en esos momentos cuando se daba cuenta que había dado todo y su mejor esfuerzo.

¿Cómo podríamos definir a un auténtico cómico mexicano?, pues al parecer entre ellos, también existen clases, no se trata de ser famosos, no se trata de decir obscenidades, ni degradarse a sí mismo ni al público con bromas de mal gusto.

Entre los cómicos mexicanos la verdadera clase se adquiere por la capacidad de hacer reír, de tener un carácter sencillo y de comunicar de manera sana, alegría a un público que aplaude, ríe, llora y por un instante se convierte en uno con el actor.

Esa es la verdadera categoría, que solo los grandes cómicos de nuestro Cine de Oro lograron ostentar logrando ser uno más del pueblo, y el pueblo uno más de ellos.

Entre ellos nadie como el gran Fernando Soto “Mantequilla”.

  • Una vida entre risas y lágrimas

    Fernando Soto “Mantequilla” fue un gran actor cómico de la época de oro del Cine Nacional.

  • Una vida entre risas y lágrimas

    Participó al lado de actores de la talla como Pedro Infante o Luis Aguilar en papeles de “peladito” o “escudero”.

  • Una vida entre risas y lágrimas

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    La gente lo recuerda y celebra en su papel en Los Tres Huastecos.

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    A pesar de su fama, murió en la pobreza víctima de complicaciones de la diabetes.

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    Incursionó en el cine al lado de Mario Moreno “Cantinflas”.

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    Se le recuerda por sus ocurrencias, como el fiel escudero del protagonista.

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