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Coahuila

Vuelve Liz a sonreír

La libertad de su alma regresó cuando el juez sentenció a 18 años de cárcel a su violador.

Mónica Meza
Por Mónica Meza - 21 octubre, 2021 - 00:17 a.m.
Vuelve Liz a sonreír
Se hizo justicia.

Fue al inicio de esta semana que concluyó el caso de una joven que fue drogada y abusada sexualmente por un cirquero y que tras dos años de audiencias, pruebas, declaraciones y demás obtuvo justicia, 18 años en prisión que  jamás terminarán con la pesadilla que ella vivió.

El qué dirán, el miedo al juicio público, moral, ético, ¿Por qué lo hiciste?, ¿cómo vestías? ¿Cómo lo miraste?, ¿Por qué no gritaste?, a lo mejor le diste entre.

Solo un 30% de las mujeres víctimas de una agresión sexual se atreve a denunciar, la mayoría de ellas se queda callada, otras lo hace después de un tiempo y de esa cifra solo un tercio termina en tribunales y menos del 10% consigue que se dicte condena al agresor.

Liz N tiene 22 años. A los 20 fue víctima de violación, el hombre al que recientemente había conocido en un circo y con quien un día decidió salir, la drogó después de perder el conocimiento la violó.

Volver a recordar lo que pasó es difícil todavía, son cosas que no se borrarán de su mente nunca y ya ni siquiera hablar de detalles morbosos y terribles vale la pena.

Es muy difícil no ser sensible ante ese dolor, quienes la conocen vieron como la luz de sus ojos se fue apagando poco a poco, todo se tornó a un escenario triste, gris, ya no era aquella jovencita que apenas empezaba a conocer al mundo, que estaba llena de ilusiones.

Enfrentar un proceso judicial por abuso sexual y ser la víctima es un proceso muy difícil, doloroso, desgastante, ella creía en la justicia.

“Tuve mucho miedo, muchos ataques de ansiedad, fue muy estresante, cansado y difícil, muchas veces quise rendirme” recuerda como la depresión se apoderó de ella, se aisló”, no podía con la pena que albergaba su corazón, con la tristeza.

Incluso cambió su vestimenta inconscientemente o tal vez muy consciente de esto, buscaba “no llamar la atención”, además surgieron los problemas en la universidad, poco a poco todo se derrumbó, las cosas se fueron abajo.

¿Quiénes estuvieron con ella?, su madre, el Centro de Justicia y Empoderamiento para la Mujer, abogadas y su pareja durante estos últimos meses, le brindó apoyo y fue quien la impulsó a continuar con el proceso.

“Tenía miedo a la reacción que tuvieran cuando yo se los contara, recibí críticas, pero mi mamá me dio mucho apoyo y era quien siempre estuvo para mí desde el inicio hasta el final”, señaló.

Pensó que la justicia llegaría rápido pero dos años es mucho tiempo, ella mencionó que vivimos en un país muy machista, hombres que se creen con el derecho sobre las mujeres.

“Pasé situaciones similares pero siempre hubo quien me defendiera, debía hacerlo yo, aún me paralizó cuando estoy cerca de hombres”, comentó.

Le ha costado mucho trabajo, acudió a terapia psicológica en Atención a Víctimas, fue con terapeuta privado y tomó un curso en México sobre autoestima, esto le ayudó a seguir con su vida.

Recuerda exactamente lo que sintió cuando escuchó que su agresor fue declarado culpable tras pruebas y más pruebas.

“No sé cómo explicar exactamente esa sensación que tuve, sentí como si me hubiera quitado una carga de encima, me sentí libre, me sentí con mucha paz, sentí que volvería a ser feliz, recuperaría mi vida, en cierto sentido, el que me haya pasado esta agresión me ha hecho más fuerte”.

Es exigente entender que ante la misma situación, la reacción de una víctima no es la misma, es imprescindible comprender la violencia de género como problema social.

Relatar los hechos una y otra vez puede ser vergonzoso, es muy cansado física y mentalmente, en su caso hubo momentos en que pensó en renunciar al proceso.

“Les puedo decir que ahora conozco la importancia de mantenerse firmes, ellos deben pagar, todo acto tiene su consecuencia, yo pensaba que de nada me serviría a mí que le dictaran condena o no, pues sentía que ya me había arrebatado todo, era algo que nunca iba a recuperar, pero, puedo decirles que no hay nada más satisfactorio que saber que has obtenido justicia, sentirse libre nuevamente”, mencionó.

Hubo muchos días de llanto, noches sin poder dormir, al inicio siempre se preguntó llorando, ¿por qué a mí? ¿Qué hice mal?

“Me hacía muchas preguntas sin respuesta, pero después comencé a preguntarme ¿para qué me pasó eso a mí?, lo entendí, era para ayudar a más chicas como yo, las comprendería mucho más, pues sabría realmente como se sientes y podría guiarlas, ayudarlas”.

Hoy en día ya concluyó su carrera universitaria, sigue trabajando en recuperar su vida, es dedicada en lo que hace y forma parte de Aquelarre Violeta Monclova, un grupo de mujeres que buscan erradicar la violencia, pero sobre todo apoyarse unas a otras.

  • Vuelve Liz a sonreír

    Ha logrado salir adelante.

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    Se hizo justicia.

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    Ahora forma parte de Aquelarre Violeta.

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    Apoya a más mujeres.

  • Vuelve Liz a sonreír

    Solo un 10% de las víctimas de violencia sexual llegan hasta tribunales.

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