SALTILLO, COAH.- Hace nueve años, el Profesor Mario Alejandro Ochoa Soto se convirtió en un héroe al salvar la vida de al menos 60 alumnos de la Secundaria Federal 5 en la Colonia La Minita, en Saltillo, donde enseñaba artes, música y dibujo técnico desde hace dos décadas.
Sin embargo, desde el accidente en mayo de 2015 que cambió su vida, Ochoa Soto ha sido prácticamente olvidado por el sistema que debería haberle brindado apoyo y asegurado una mejor calidad de vida tras las secuelas físicas y psicológicas que le dejó el incidente.
Durante una fuerte tromba con granizo, el techo plano del patio cívico de la escuela se vino abajo: Ochoa Soto había advertido al Prefecto del plantel acerca del peligro que corrían los niños que jugaban en el patio, pero ante la negativa de este, decidió tomar cartas en el asunto y llevar a los alumnos a sus salones.
Mientras terminaba de evacuar a los últimos estudiantes, el techo colapsó y la viga principal cayó sobre él, dejándolo inconsciente en medio del granizo.
Incluso, un alumno del plantel perdió la vida al salvar la de dos compañeras, pues la viga central iba hacia ellos y él las empujó; su nombre era Juan Manuel Palacios González, alumno de la materia de música de Mario Alejandro Ochoa.
Cuando despertó, el profesor estaba en el Hospital Universitario. Los doctores inicialmente creyeron que sufría de hipotermia, ya que había estado una hora bajo el granizo; pero al poco tiempo descubrieron lesiones internas graves: su hueso acetabular estaba roto y su pierna derecha fracturada, durante dos días perdió por completo la memoria y no podía recordar lo que había pasado, ni a su esposa, sus hijas y al resto de su familia.
Por su parte, los médicos enfrentaron complicaciones para detener la hemorragia interna, que solo fue descubierta tras varias transfusiones y radiografías.
Ochoa Soto fue sometido a una operación en la que se le colocó una placa para sostener su hueso, pero el deterioro de su salud ha sido imparable.
Sufre de una fibrosis en la ingle y una hernia, lo que le impide mantenerse de pie. A pesar de sus evidentes limitaciones, se vio obligado a regresar a la escuela, aunque ya no como docente, sino en actividades administrativas.
Durante años, ha luchado para obtener una incapacidad total y permanente, recomendada por los médicos debido a la gravedad de sus lesiones. Sin embargo, se ha enfrentado a una serie de obstáculos burocráticos y a la indiferencia de las autoridades. La doctora Itzamara, responsable de su caso en el principio, llegó a burlarse de su situación, indicando que solo le concederían la incapacidad cuando llegara con la pierna colgada al hombro.
Ochoa Soto ha buscado apoyo en diversas autoridades, como Everardo Padrón, líder del Sindicato 5 del Magisterio, quien lo ha ignorado sistemáticamente; además, enfrenta la falta de medicamentos en el ISSSTE, vitales para su tratamiento.
Algunos de estos medicamentos tienen un costo de 7 mil pesos, un gasto que no puede asumir, obligándolo a soportar el dolor constante.
A pesar de haber salvado tantas vidas, Mario Alejandro Ochoa Soto sigue esperando justicia y el apoyo que merece. Su lucha es un recordatorio de la deshumanización y la negligencia que pueden sufrir quienes, como él, han dado todo por los demás.
Su petición es clara: atención y el trámite de su incapacidad total, para poder vivir con dignidad los años que le quedan.
