Fue el 5 de noviembre de 2004, cuando Silvia Stephanie de Sánchez Viesca Ortiz, de 16 años, salió de su casa junto con su hermano. Habían abordado un camión para dirigirse a sus actividades deportivas de la tarde; él se bajó primero, y a su regreso, después de acudir con la madre de una de sus amigas a pedirle dinero para completar el pasaje, fue desaparecida en la parada de la calle 28 casi esquina con Matamoros, en Torreón, Coahuila.
“La angustia empezó y salimos los a buscarte. Nos encontramos con tu hermano y ya los 3 anduvimos hasta las 05:00 de la mañana. En la segunda noche vi una estrella fugaz y el dolor fue enorme. A los 5 días una llamada nos advierte que unos tipos de una camioneta te agarran y te suben a la fuerza”, recordó su madre en el treceavo año de no tener indicios sobre el paradero de Fanny.
Y en ese mismo año, la madre agregó: “Hija mía, en casa una silla está vacía. Los corazones rotos, pero la esperanza de encontrarte no muere. Seguiremos buscándote hasta que la vida nos permita”.
A raíz de la desaparición de Fanny, como la llaman sus seres queridos, su madre, Silvia Ortiz y su esposo Óscar, formaron Gupo Vida (Víctimas por sus Derechos en Acción), y sus primeras investigaciones, donde las madres de los desaparecidos han encabezado la búsqueda de restos óseos en fosas clandestinas con la esperanza de que alguno de los ADN de los hallazgo corresponda con el de sus hijos, inició en enero de 2015.