Las encuestas están en la mira desde hace cuatro años en todo el mundo. La victoria del Brexit en el Reino Unido y, pocos meses después, el triunfo de Donald Trump ante Hillary Clinton, fueron letales para su credibilidad ante los ojos del público. Es verdad que son dos elecciones completamente diferentes, pero en ambas, el consenso de los encuestadores pronosticaba resultados opuestos, que coincidían con lo que esperaba la mayoría de los comentaristas y de los medios. Que se haya producido lo contrario los dejó muy expuestos.
Los comicios presidenciales de este martes en los Estados Unidos son una oportunidad para las consultoras de opinión pública. Un acierto podría ser una rehabilitación. Pero otro pronóstico errado podría ser demoledor.
A dos días de las elecciones, Joe Biden lidera con mucha claridad las proyecciones de intención de voto. El 52% de las personas que irían a votar —o que ya lo hicieron de forma anticipada— dice que lo hará por el ex vicepresidente, frente a un 43% que se inclina por Trump, según el promedio de las principales encuestas que realiza el sitio especializado FiveThirtyEight. La ventaja, de nueve puntos, es más del doble de la que tenía Clinton sobre el actual mandatario en 2016 (45,5% a 41,7%).
Eso significa que no hay una elección en los Estados Unidos, sino 51. El que gana en cada jurisdicción se queda con la totalidad de los electores que le corresponden, de forma vagamente proporcional a su población. El estado que más votos electorales aporta es California, con 55, y los más chicos otorgan tres. Para ser declarado presidente es necesario obtener una mayoría de al menos 270 de los 538 electores del Colegio.
Por eso, en lugar de ver las encuestas nacionales, hay que observar las de los estados. Un repaso revela que Biden lidera cómodamente en 20 y en la capital del país. En 18, por más de 10 puntos de diferencia, y en los tres restantes por entre cinco y diez puntos. Entre los 21, suman 233 electores, solo 37 menos de los que necesita para ganar la elección.
En peores condiciones está Trump. Aunque está al frente con cierta holgura en 20 estados —en 14 por más de 10 puntos y en seis por entre cinco y diez—, son casi todos poco poblados y suman solo 126 electores, 144 menos de los que requiere para ser reelecto.
El resultado de los comicios depende de cómo se repartan los diez estados restantes, en los que las diferencias en la intención de voto son inferiores a cinco puntos, o están entre cinco y diez, pero se trata de distritos en los que las encuestas tuvieron un margen de error demasiado grande en 2016. Entre los diez suman 179 electores y son la clave para ganar la elección.
“Es importante mirar las encuestas estatales, ya que nos dan una indicación de cuántos votos puede ganar cada candidato en el Colegio Electoral. En este momento, hay alrededor de diez estados peleados, incluyendo algunos como Texas y Florida, con un alto número de votos electorales. Biden y Trump están haciendo una fuerte campaña en ellos para ganar a los votantes indecisos y animar a sus seguidores a votar. Los encuestadores han mejorado su metodología para dar cuenta de los errores cometidos en 2016, pero sigue siendo un desafío determinar quiénes se presentarán y a qué candidato apoyarán los votantes indefinidos. Podemos confiar en las encuestas, pero debemos ser conscientes de estas posibles fuentes de error”, dijo a Infobae Mary Stegmaier, profesora de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad de Missouri.
Primer escenario: Biden presidente
El análisis de las encuestas en los diez estados decisivos permite trazar cinco escenarios posibles, con diferentes combinaciones de resultados en cada uno. El primero asume que en todas las jurisdicciones se produciría el resultado que anticipan los sondeos. En ese caso, Trump se impondría en apenas dos de los diez.
Uno es Texas, donde aventaja a Biden por 48,1% a 46,8 por ciento, según FiveThirtyEight. Es muy importante, porque es el segundo más poblado del país y otorga 38 electores, pero no es suficiente. De hecho, es inquietante para el mandatario tener un margen tan exiguo en un estado en el que los republicanos ganan sin excepción desde 1980, y donde él mismo le sacó nueve puntos de diferencia a Clinton en 2016.
Tercer escenario: empate
Los escenarios que se abren en este punto suponen que, como en 2016, las encuestadoras cometerían fallas graves de estimación en alguno de los estados. En Wisconsin, Michigan y Pensilvania, Biden está liderando por más de cinco puntos, así que un triunfo de Trump excedería largamente el margen de error aceptable.
En Wisconsin, que otorga diez electores, el candidato demócrata se acerca a los nueve puntos de ventaja: supera al presidente por 51,9% a 43,3 por ciento. Si una vez más los votantes de Trump fueran subestimados y él consiguiera quedarse con el estado, ganando los cinco anteriores, pero perdiendo Michigan y Pensilvania, habría un empate en 269 votos electorales.
En ese muy improbable caso, le correspondería a la Cámara de Representantes elegir al presidente. El sufragio no es individual, sino que cada una de las 50 delegaciones estatales tiene un voto, así que tienen que ponerse de acuerdo entre sus miembros para decidir a quién apoyar. Ocurrió en los comicios de 1800, cuando Thomas Jefferson y Aaron Burr terminaron empatados en el Colegio Electoral y los legisladores se inclinaron por el primero.
Cuarto y quinto escenario: Trump presidente
Si en vez de ganar en Wisconsin, Trump lograra imponerse en Michigan o en Pensilvania, entonces sí sería suficiente para ganar. En el primero, que suma 16 electores, Biden tiene 51,4% de intención de voto contra 42,7 de Trump. En el segundo, que aporta 20 electores, la ventaja a revertir es algo menor, porque el demócrata gana por 50,1% a 45 por ciento.
Si Trump se quedara con Michigan, incluso perdiendo en Wisconsin y en Pensilvania, sumaría 275 electores, cinco más de los necesarios para la reelección. El quinto escenario sería que se repita lo sucedido hace cuatro años y Trump se impusiera en estos diez estados, rompiendo todos los pronósticos y demoliendo la credibilidad de las encuestas. En ese caso, alcanzaría 305 electores y dejaría a Biden con 233.
Las encuestas y el fantasma de 2016
Un análisis riguroso de lo que pronosticaban los sondeos en las últimas elecciones y de lo que terminó sucediendo obliga a hacer una crítica más matizada. El promedio de FiveThirtyEight anticipaba que Clinton sacaría a nivel nacional el 45,5% de los votos (2,7 puntos menos de lo que sacó) y que Trump obtendría 41,7% (4,4 puntos menos de lo que obtuvo). Son diferencias perdonables, sobre todo porque en lo esencial el pronóstico era que Clinton ganaría el voto popular por 3,7 puntos y lo terminó ganando por 2,1.
“A nivel nacional, las encuestas de organizaciones de renombre fueron extraordinariamente correctas y predijeron que Clinton ganaría más votos que Trump. Las mejores, como las de YouGov, anticiparon el resultado de la votación con un margen de 0,5 por ciento. Los mejores agregadores de encuestas, como FiveThirtyEight, pronosticaron el resultado de la votación nacional con un margen similar. Las encuestas de las consultores partidistas, con una agenda para demostrar una causa ganadora, no pueden ser equiparadas a trabajos académicos y periodísticos honestos, y los agregadores de encuestas explícitamente disminuyen su peso o las descartan por completo. A nivel estatal, es cierto, las encuestas predijeron que Clinton ganaría suficientes votos electorales para ser presidenta. Pero hay que recordar que esos estudios requieren de muestras suficientemente grandes antes del día de la elección en los 50 estados y en el DC. En la mayoría, eso es difícil de obtener”, dijo a Infobae John Brehm, profesor de ciencia política de la Universidad de Chicago, especializado en métodos cuantitativos.
Cuando se hace el análisis estado por estado, en la gran mayoría hubo aciertos por parte de las consultoras. Lo delicado es que hubo errores importantes en algunos que terminaron siendo decisivos para el resultado final.
“El problema más importante, pero corregible, que se produjo es que algunas encuestas estatales no fueron representativas del electorado del estado —dijo Stegmaier—. Específicamente, sobrerrepresentaron a los ciudadanos con educación universitaria, y subrepresentaron a los que no tienen un título. Estas muestras deberían haber sido ajustadas, o estadísticamente ponderadas, para tener en cuenta esto. Los encuestadores son hoy conscientes de este problema y pueden calibrar mejor sus mediciones de intención de voto. Otra razón por la que algunas encuestas estatales fueron inexactas en 2016 es porque un número importante de votantes decidieron a quién apoyar en la última semana de la campaña o en el mismo día de las elecciones. En la cabina de votación, muchos de ellos se inclinaron a favor de Trump”.