Los norteamericanos tienen una frase para aludir a los chistes que a pesar de no ser nuevos siguen siendo buenos. Dicen: oldie but goodie. A esa categoría pertenece el siguiente chascarrillo, cuya edad se cuenta ya por décadas pero que ha conservado su gracia y picardía. Helo aquí. Una chica de opulento busto acudió a la consulta de un médico y le dijo llena de preocupación: “Quiero que me haga usted un estudio, algún examen, una serie de análisis o pruebas, porque mire, doctor: a mí me sucede algo muy raro”. Preguntó el facultativo: “¿Qué le sucede?”. Respondió la chica: “¿Verdad, doctor, que cuando una mujer se quita su brasier lo normal es que su busto baje un poco?”. Extrañado por esa insólita pregunta respondió el galeno: “Sí, así es. La ley de la gravedad no se puede soslayar”. Declaró la muchacha: “Pues a mí me sucede todo lo contrario”. “¿Cómo? -se desconcertó el médico-. ¿Qué le pasa?”. Contestó ella: “Doctor: cuando yo me quito el brasier mi busto, en vez de bajar, sube. Asciende. Se eleva. Se levanta. Va hacia arriba”. Manifestó el profesionista, incrédulo: “No es posible”. “Sí lo es, doctor -reconfirmó la chica-. Mire”. Y diciendo y haciendo se quitó el brasier. En efecto: ante el asombro y la estupefacción del médico el generoso busto de la joven, en vez de bajar, subió. Ascendió. Se levantó. Fue hacia arriba. Se elevó”. “¿Cómo ve, doctor? -preguntó la chica, preocupada-. ¿Qué será esto?”.
“Mire -replicó el facultativo-. No sé qué sea. Pero es contagioso, ¿eh?”. (No le entendí). Como en el cuentecillo, hay cosas que igualmente se contagian. Muestra de eso es la insensata declaración que hizo Gatell, principal criado de librea de López Obrador, en el sentido de que los padres de los niños con cáncer son “golpistas” por el hecho de pedir que haya medicamentos para sus hijos. Al decir eso, aunque luego se haya retractado. Gatell evidenció haber sido contagiado por las numerosas denuncias que ha hecho AMLO de un “compló” en su contra. Desde luego no es ésta la primera sinrazón que sale de la boca de Gatell. Ante eso hay que asumir una posición pragmática: que el obsecuente e ineficiente funcionario diga cuantos desatinos quiera, pero que esos niños tengan las medicinas y tratamientos médicos que necesitan para seguir viviendo. Lo demás son babosadas que se lleva el viento. Don Chinguetas y su esposa doña Macalota estaban en la playa. Pasó frente a ellos una joven mujer de esculturales formas, y el tarambana señor no pudo menos que mirarla y admirarla. Doña Macalota le preguntó, amoscada: “¿Qué tiene ella que no tenga yo?”.
Contestó don Chinguetas: “Tiene lo mismo, pero tú lo has tenido 40 años más”. Dos cazadores, Hubertino y Venatorio, fueron de cacería a África. Aquél le dijo a éste: “Te apuesto mil dólares a que puedo cazar con arco y flecha un león”. Aceptó la apuesta el amigo, y el otro salió en busca de la fiera. Una hora después se le presentó a Venatorio un león de melena negra. Ante el asombro del cazador le preguntó: “¿Conoces a un tal Hubertino?”. “Sí -respondió el otro, tembloroso-. Es mi compañero de safari”. Le informó el león: “Su viuda te debe mil dólares”. Hemos oído hablar de Meñico Maldotado, joven varón con quien natura se mostró avara al repartir los dones de entrepierna. Casó con Pirulina, mujer con bastante ciencia -y arte- mundanal. La noche de las bodas él se presentó por primera vez al natural ante su novia. Una mirada de desilusión apareció en los ojos de la desposada. (En los dos). Meñico advirtió eso y le recordó muy serio: “Piru: siempre me has dicho que te gustan las pequeña cosas de la vida”.
FIN.