El pasado 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, establecido en 1972 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. En las últimas cinco décadas esta conmemoración se ha convertido en una de las plataformas mundiales con mayor alcance a favor de las causas ambientales. Decenas de millones de personas se han sumado a participar de manera virtual y presencial en actividades, eventos y todo tipo de iniciativas alrededor del mundo.
Según la publicación de la misma ONU, el tiempo se está acabando. Para mantener el calentamiento global por debajo del 1.5º C este siglo debemos reducir a la mitad las emisiones anuales de gases de efecto invernadero para el año 2030, de lo contrario la exposición al aire contaminado aumentará en un 50% en la década actual mientras que los desechos plásticos que contaminan los ambientes acuáticos podrían triplicarse para el año 2040.
Y esto, desafortunadamente lo podemos comprobar. En nuestro país, en los primeros días del mes pasado una onda de calor provocó que en varias ciudades se alcanzaran temperaturas extraordinarias. La Ciudad de México llegó a tener 34.3º C, Toluca tuvo 33.6º C, en Ciudad Victoria se registró una temperatura de 47.4º C, superando la marca anterior que era de 46º C de mayo de 1998. Otras ciudades de nuestro país en las que se superaron los registros históricos fueron Cuernavaca, Mérida, Campeche, Progreso, Torreón, Puebla y Querétaro.
Este fenómeno meteorológico motivó que las autoridades hicieran un llamado a la población a tomar medidas de precaución para evitar el golpe de calor, especialmente a los grupos más vulnerables como niños, ancianos y personas con enfermedades crónicas.
Pero volviendo a las Naciones Unidas. El secretario general del organismo, el portugués António Guterres lanzó una advertencia con las siguientes palabras: “Al igual que el meteorito que acabó con los dinosaurios, nuestro impacto es enorme. En el caso del clima, no somos los dinosaurios. Somos el meteorito (…) Son ya doce meses consecutivos de los meses más calurosos de la historia (…) Nuestro planeta está intentando decirnos algo. Pero parece que no escuchamos”.
En otra parte de su mensaje, Guterres señaló: “Estamos jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta. Necesitamos una rampa de salida de la autopista hacia el infierno climático. Y la buena noticia es que tenemos el control de la ruleta (…) El 1% más rico emite tanto como dos tercios de la humanidad y es una parodia de justicia climática que los menos responsables de la crisis sean más afectados: los más pobres, los países más vulnerables, los pueblos indígenas las mujeres y las niñas”.
Y no es la contaminación el único factor que afecta notablemente las condiciones del medio ambiente. Algunas decisiones humanas (muchas veces sin la intención de hacer daño) han resultado en deterioro de la situación ambiental. Por ejemplo: el mar de Aral.
Aral (en kazajo) o Aralsk (en ruso) es una pequeña ciudad de Kazajistán. Hasta la década de los años 60’s del siglo pasado, era una ciudad portuaria del llamado mar de Aral. Este mar interior era uno de los cuatro lagos más grandes del mundo, con una superficie de unos 68,000 kilómetros cuadrados (un poco más grande que la extensión territorial del estado de Nuevo León) y un volumen de unos 1,100 kilómetros cúbicos. Sin embargo en la actualidad su área es menor al 10% de la que tuvo alguna vez.
En los años 60’s del pasado siglo, el gobierno de la Unión Soviética realizó la desviación del cauce de los ríos Amu Daria y Sir Daria con el objetivo de convertir parte de una región desértica de Uzbekistán y Kazajistán en tierra productora de algodón, principalmente.
Al desaparecer la Unión Soviética, surgieron conflictos entre algunas de las repúblicas que la integraban. En el caso del mar de Aral, las repúblicas arriba mencionadas tienen diferencias con Kirguistán y Tayikistán por cuyos territorios corren las aguas que anteriormente alimentaban la enorme laguna. Además, el ahora desértico lugar que ocupaba el lago está altamente contaminado por los residuos de fertilizantes y otros proyectos industriales.
Otro caso parecido pero en el continente africano es el de el lago Chad. Este cuerpo de agua se ubica en la frontera entre Chad, Níger, Nigeria y Camerún. Fue descubierto por los europeos apenas en 1823 y llegó a tener una superficie de unos 26,000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el tamaño del estado de Tabasco) aunque ahora solamente cubre un área de menos de mil kilómetros cuadrados.
En nuestro país también tenemos un par de ejemplos de lagunas que en otras épocas fueron de mayores dimensiones a las actuales. En San Pedro de las Colonias, en el estado de Coahuila está la laguna de Mayrán la cual a partir de la segunda mitad del siglo pasado fue desapareciendo por la construcción de las presas “Lázaro Cárdenas” y “Francisco Zarco”. Una fuente consultada señala que sus dimensiones llegaron a ser de 50 por 60 kilómetros.
El otro ejemplo es el Valle de México. Al llegar los españoles a Tenochtitlán los cinco lagos sumaban una superficie similar al lago de Chapala (unos 1,150 kilómetros cuadrados). La decisión de mantener la ciudad en el mismo lugar obligó a desecar los lagos de la región.
Desde hace mucho tiempo he escuchado opiniones acerca de que se acaba el tiempo para evitar daños mayores. Espero que esta vez se tomen las acciones necesarias para evitar males mayores.
Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.
Que tengan ustedes una excelente semana.