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Opinión

El último paso hacia el abismo climático

Marcos Durán Flores
Por Marcos Durán Flores - 16 noviembre, 2021 - 09:46 p.m.
El último paso hacia el abismo climático

Hace muchos, pero muchos años, existió un mundo que se parecía al nuestro. Tenía vastos océanos y una atmósfera potencialmente amigable para que la vida se desarrollara. Así se mantuvo por casi mil millones de años hasta que un mal día, las cosas empezaron a cambiar y luego todo salió mal. Era Venus, nuestro planeta vecino, el segundo desde el Sol y nombrado así en honor de la diosa de la mitología romana del amor, de la belleza y la fertilidad.

Pero ¿Por qué Venus se convirtió de un paraíso a un infierno? Hay quienes creen que fue a causa de su cercanía al sol, pero no es así, ya que Mercurio, el planeta más cercano al astro rey tiene una temperatura de 179 grados Celsius y la de Venus es de 465 grados, más que suficiente para fundir plomo en su superficie.

Los científicos creen que fueron sus volcanes que empezaron a emitir inmensas cantidades de dióxido de carbono y entonces todo se empezó a cubrir de gruesas nubes de ácido sulfúrico. Su atmósfera se llenó y esto impidió que la luz del sol escapara, pero el sol continuaba emitiendo radiación que llegaba a su superficie.

El suelo al calentarse emite radiación hacia arriba, sin embargo, el CO2, que dejó pasar la radiación del Sol, no es transparente a la luz infrarroja y por lo tanto la refleja de regreso a la superficie de Venus. La energía ya no pudo escapar y el resultado fue el infierno.

Esta misma ciencia fundamental se aplica a la Tierra y lo estamos viendo en el denso velo gris que está ahogando a muchas ciudades del planeta. El cambio climático afecta a las sociedades humanas, empezando por la disminución de la producción agrícola, el empeoramiento de acceso al agua dulce y la acidificación de los océanos. 

Si, ya lo sabemos que es calentamiento planetario implacable que, dicen los científicos, es una consecuencia de la actividad humana y plantea profundos riesgos a largo plazo a la civilización y la naturaleza. Uno de ellos será que el calor sea mucho peor en las próximas décadas; que las plantas y los animales sean llevados a la extinción y la fusión del hielo de la tierra eleve los mares a un ritmo acelerado.

Ya sabemos también que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la (COP26), que reunió en Glasgow, a representantes de unos 200 gobiernos con el objetivo de acelerar la acción climática para el cumplimiento del Acuerdo de París de hace unos años, donde se comprometió y no se cumplió a disminuir la utilización de combustibles fósiles y sucedió lo opuesto.

Ahí, de nuevo todos los políticos aceptaron que el mundo tenía dos opciones: reducir en las emisiones de carbono y de efecto invernadero al medioambiente y disminuir el uso de combustibles fósiles; de no hacerlo empezaría el principio del fin del mundo como lo conocemos. No hay opciones, más que detener el incremento en la temperatura de la Tierra.

Pero al igual y como siempre en la historia, la cumbre sobre el cambio climático sé “contaminó”, pero por la política, pues los dirigentes mundiales se comprometieron a cambiar, pero no dijeron cuánto ni cuándo. Desconocen que la naturaleza no se preocupa por la política y simplemente hace su trabajo conforme a las normas bien establecidas descritas por la ciencia. 

Así que nuestro querido planeta azul va sobre la misma ruta de Venus, un mundo en donde el cambio climático fue causado por la naturaleza, pero en el caso de la Tierra, además de la naturaleza estamos los humanos, una especie que por milenios se adaptó para poder sobrevivir y que hasta hace poco había encontrado siempre la solución a sus problemas.

Pero hoy, aun en contra de nuestro propio riesgo, ignoramos las reglas básicas de la naturaleza y reaccionamos mal y en forma tardía, lo que pone en duda la siempre cuestionable “inteligencia humana”, una inteligencia que deja de lado la evidencia de alertas tan graves como el calentamiento de la Tierra o la concentración de CO2 como el que volvió un infierno a Venus. Hoy los humanos corremos presurosos al precipicio y las advertencias solo han servido para que aceleremos hacia nuestra propia destrucción. Nietzsche decía que “Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”. Quizás tantos años de estarlo viendo, nos han animado a dar el último paso.

 @marcosduranf

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