Mujeres en tiempo de crisis
A partir de análisis realizados en diferentes instancias públicas y privadas acerca de las consecuencias de la pandemia del COVID 19, que incluyen áreas como la sanitaria, social, emocional, económica, educativa, política, laboral, etc., se ha encontrado que las mujeres, consideradas al igual que los niños, ancianos y discapacitados dentro del sector vulnerable y de menor influencia en la sociedad, hemos retrocedido en los avances laborales y sociales conseguidos a través de años de esfuerzo, valentía, perseverancia y sobre todo capacidad demostrada por el género femenino en todos los ámbitos del quehacer humano.
Por la necesidad del confinamiento en los hogares, son las mujeres quienes, en su mayoría, han tomado la responsabilidad de atender todas las necesidades en el hogar, ya sea físicas, emocionales, educativas, la atención de las labores domésticas y cuidado de otros miembros de la familia -adultos mayores y/o discapacitados-, en jornadas extenuantes y sin horario fijo.
Si además de estas responsabilidades se agregan las actividades relacionadas con un trabajo remunerado (modalidad home office, híbrida o presencial), la carga física y emocional de las mujeres se multiplica.
La crisis del desempleo ha afectado principalmente a las mujeres y por decisión propia o porque han sido despedidas, se han visto obligadas a suspender procesos de superación personal y proyectos familiares y laborales.
Crisis matrimoniales por la violencia intrafamiliar que se ha incrementado a raíz del confinamiento en casa y la falta de valores cristianos en el hogar, la depresión en la economía y la falta de equilibrio emocional de cada integrante de la familia, entre otros, de manera que el índice de divorcios también se ha elevado.
La educación, considerada como una de las principales fuentes de bienestar social y económico, se ha puesto cada vez más fuera del alcance de los sectores de la sociedad más vulnerables. El nivel educativo de los niños, adolescentes y jòvenes ha disminuido y la deserción escolar, a pesar de los esfuerzos realizados por la comunidad educativa para responder eficaz y oportunamente a esta crisis sanitaria ha aumentado en niveles preocupantes, especialmente en la educación básica.
Debido a la crisis emocional y desesperanza que han provocado los cambios repentinos que hemos experimentado en nuestro estilo de vida, los suicidios son cada vez más comunes entre los jóvenes, adolescentes y adultos de diferentes contextos económicos y culturales.
Podríamos considerar otros problemas relacionados con el cambio de época que se ha realizado ya en nuestra sociedad y en el mundo entero; sin embargo, la principal crisis que enfrentamos es la falta de fe.
Se puede perder la fe en los líderes políticos, religiosos, sociales y aún en los padres, cuya función en el hogar es la de proveer, guiar, enseñar valores y proteger a su familia de los ataques que sufre desde el principio de la vida en comunidad.
Es indispensable cultivar, restaurar y fortalecer la fe en Dios y sus promesas, cumplidas y garantizadas a través de su Hijo unigénito Jesucristo, quien se dio en sacrificio vivo una vez y para siempre, para traer al mundo esperanza, paz, salud y vida eterna.
Podemos disfrutar de una vida abundante en medio de cualquier crisis que esté presente a nuestro alrededor si tenemos un cimiento firme en Jesucristo, la Roca eterna.
Jesucristo revolucionó las tradiciones humanas basadas en mandamientos de hombres al dignificar a la mujer, restaurando su posición de menor valor en la cultura de la iglesia primitiva, a una posición de honor junto al varón, conforme al propósito original de Dios:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” Génesis 1:27-28
El apóstol Pablo declara la libertad que Cristo trajo a la vida de hombres y mujeres, para recibir todos los privilegios de un hijo de Dios, rompiendo paradigmas culturales, sociales, económicos y de género:
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” Gálatas 3:28-29
Jesucristo ofreció respuestas y solución a las necesidades de las mujeres que conoció. Su propósito se cumplió en mujeres enfermas (La hija de Jairo y la mujer que tocó el manto de Jesús); en crisis moral (La mujer adúltera); afligidas (María y Marta, ante la muerte de su hermano Lázaro); mujeres sin hijos (Ana, esposa de Elcana); mujeres pobres y en soledad (la provisión a la mujer viuda) y muchas más.
Mujer que lees este mensaje ¿cuál es tu necesidad? Jesucristo sigue atendiendo y bendiciendo a las mujeres que se acercan a él con humildad y sinceridad de espíritu.
La necesidad principal del hombre y la mujer es la de poder acercarse al Padre confiadamente como hijos amados ante el trono de su gracia y esto ha sido posible mediante el sacrificio de Jesucristo para pagar por el pecado que nos separó de Dios y de sus bendiciones.
¡Somos libres de condenación! Hoy podemos formar parte de la familia de Dios, si creemos y aceptamos por fe sus promesas.
“Mas a todos los que le recibieron (a Jesucristo), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” S. Juan 1:12
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