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Opinión

El misterio que nos sostiene

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 15 agosto, 2021 - 11:23 a.m.
El misterio que nos sostiene

El misterio que nos sostiene

Hoy todos los seres humanos en el mundo necesitan alimento. Y este alimento no es sólo el que sirve para satisfacer el hambre física. Hay otras hambres: de salud, de amor, de inmortalidad de la vida, de afecto, de ser cuidado, de perdón, de misericordia. Esta hambre puede ser saciada sólo por el pan que viene de las alturas. Jesús mismo es el Pan vivo que da la vida al mundo. Su cuerpo ofrecido por nosotros en la cruz, su sangre derramada para el perdón de los pecados de la humanidad se hace disponible para nosotros en el pan y el vino de la Eucaristía que se transforma en la consagración

 La Eucaristía es el misterio de la carne, misterio de la fe y misterio del amor que nos acerca no sólo al cielo, sino a Dios. ¿Qué o quién es ese misterio que se oculta tras las especies de pan y vino? La respuesta es amplia y matizada: Es un hombre, Jesús de Nazaret, como nosotros, pero que ha bajado del cielo. Es la Sabiduría de Dios que nos invita a un banquete para adquirir inteligencia, como leemos en el libro de los proverbios. Es el Hijo del Padre, que nos quiere hacer partícipes de su vida divina. Es el Señor glorioso a quien la comunidad cristiana entona salmos, himnos y cánticos inspirados, como nos recomienda San Juan.

1. Mysterium carnis. El misterio de la Eucaristía es de un realismo fuera de serie: “El que come mi carne y bebe mi sangre...”. La carne y la sangre del hombre que les está hablando, de Jesús de Nazaret, del Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. La Eucaristía no es sólo recuerdo ni celebración, no es la encarnación de una idea bella y generosa, no es una fórmula mágica o un conjuro ritual, es “la carne del hijo del hombre”, es la humanidad y la divinidad de Jesús de Nazaret la que se nos entrega en el pan transustanciado. ¡Qué sobrecogimiento, pero también qué gozo!

2. Mysterium fidei. Después de la consagración del pan y del vino el sacerdote dice: “Este es el sacramento de nuestra fe”. Y la asamblea responde: “Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor”. Misterio de fe, misterio de salvación. ¡Maravilloso compendio de la Eucaristía! Sólo por fe estamos capacitados para descubrir en el pan eucarístico la presencia de Jesús, Sabiduría de Dios; como Sabiduría de Dios, a quien de Él se alimenta le hace partícipe de esa misma Sabiduría, “que está más allá de toda capacidad humana” y que le permite conocer los misterios de Dios. Sólo la fe nos conduce a quitar el velo de las especies para ver a Jesús, Hijo de Dios, y Señor glorioso del tiempo y de la historia, de la humanidad y de la creación entera. Sólo la mirada de fe penetra en el misterio de muerte y resurrección que se verifica cuando el sacerdote consagra el pan y el vino para la remisión de nuestros pecados, y la redención integral de nuestra pobre existencia.

3. Mysterium amoris. La Eucaristía es el último y supremo gesto de amor que Dios se inventó en favor de la humanidad. En el Evangelio Jesús nos dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y Yo en él... el que me coma, vivirá por mí”. Fórmulas que en otras palabras nos hablan de permanecer en el Amor, ser poseídos por el Amor, vivir por el Amor. En la medida en que la creatura humana ha experimentado un amor que no sea puramente sensible y ha sido elevada a otras formas del amor, estará mejor preparada para captar más fácilmente el amor de Jesús Eucaristía. Un Amor, presente en el pan eucarístico, que la asamblea cristiana celebra y adora en la liturgia dominical con cantos y con himnos de alabanza y acción de gracias. El Amor merece ser celebrado públicamente para que se nos contagie a todos y para testimoniarlo a los demás.

La contemplación y disfrute de los frutos de este misterio nos fortalece el alma. En este tiempo de pandemia los consuelos más grandes, las alegrías más auténticas, las bendiciones reales, las gracias transformantes han brotado de los momentos que hemos podido estar ante Jesús Eucaristía. La Eucaristía no es sólo una recompensa para los buenos, sino también la fortaleza para los débiles y pecadores. Es el perdón y el sustento que nos ayuda en nuestro camino.

La Eucaristía no termina con la participación en el pan y la sangre del Señor en la misa. Nos lleva a la solidaridad con los demás. La comunión con el Señor es necesariamente una comunión con nuestros hermanos y hermanas. Y, por tanto, el que se nutre del cuerpo y la sangre de Jesús no puede permanecer impasible cuando ve que sus hermanos sufren la miseria y el hambre. Los alimentados por la Eucaristía estamos llamados a llevar la alegría del Evangelio a aquellos que no lo han recibido. Fortalecidos por el Pan vivo estamos llamados a llevar esperanza a los que viven en las tinieblas y en la desesperación.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

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