Contactanos

Opinión

La victoria sobre la soledad

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 03 octubre, 2021 - 10:42 a.m.
La victoria sobre la soledad

La victoria sobre la soledad

Es muy emotivo ver cómo Dios, según el libro del Génesis, se interesa por la soledad del hombre. Entendemos que Dios no ha creado al hombre para vivir en soledad, sino en relación, en compañía. La compañía de los animales domésticos es buena, no viene criticada, pero es insuficiente. Adán da a cada uno su nombre; con ello se quiere significar que ejerce dominio y señorío sobre ellos. Pero no basta. Es una relación de dominio, es una relación dispar, que no da plenitud de realización y de gozo al ser humano.

La única relación plena, satisfactoria, regocijante, es la relación con quien es igual que él, “carne de su carne”. Es la relación propia de los seres humanos. El grado sumo de esta relación es la relación matrimonial del varón y la mujer, por la que “los dos llegan a ser una sola carne”. El matrimonio no es, pues, la única forma de relación ni el único modo de vencer la soledad. La relación de amistad, de compañerismo, de hermanos en religión, etc., vence también la soledad del hombre. Sin embargo, el matrimonio y la familia son instituciones naturales en las que la victoria sobre la soledad puede lograr la máxima altura.

Estar solo es triste, penoso. Estar interiormente dividido, lo es todavía más. División de la inteligencia y de la voluntad: ¿Me caso o no me caso? División del corazón: De los jóvenes que conozco, ¿quién me puede ayudar más a vencer la soledad y a hacerme feliz? ¿a quién puedo yo ayudar mejor a amar y a ser feliz? División de las experiencias vivas: ¡tantas experiencias con este, aquel o el otro partner, que dejan el alma vacía, el corazón medio roto, la amargura de la frustración, el descontento de uno mismo, la conciencia intranquila o hasta gravemente herida!

El matrimonio, vivido en todo su esplendor y belleza, unifica. Unifica las fuerzas de la inteligencia, que se orientan hacia la vida matrimonial y familiar. Unifica las fuerzas de la voluntad, que acepta el querer de la persona amada y tiende a hacerle el bien. Unifica el corazón, centrándolo en el esposo o esposa y en los hijos. Unifica las experiencias de la vida, que son vividas todas en referencia a la experiencia fundamental, que es la experiencia conyugal y familiar. Es verdad que, ya en el matrimonio, se puede uno topar con fuerzas centrífugas que intenten de nuevo dividir, resquebrajar la unidad. Es verdad que pueden existir situaciones extremamente duras y difíciles. En el amor profundo y auténtico que logró, en el momento de casarse, superar la “división”, existen recursos y energías para promover y defender la unidad frente a las fuerzas hostiles.

Es el amor del que Jesús es el mejor modelo. En Jesús todo su ser está unificado por el amor a la humanidad, amor que no le ahorra ningún sacrificio. Nadie ama más que aquel que da la vida por el amado. Por el sacramento del matrimonio los cristianos participan del amor con que Jesús Esposo amó a la Iglesia Esposa. Ese amor redentor de Jesús, eficazmente presente en los cónyuges cristianos, les hará superar cualquier tentación de división, y promover la unidad como el mayor bien de los cónyuges, de la familia y de la sociedad.

En estos tiempos hay que “mentalizar” a los niños sobre la naturaleza del matrimonio y su sentido cristiano. Y con mayor razón a los adolescentes, a los jóvenes y a los adultos. Hay que echar mano de la clase de religión en las escuelas, de la catequesis en las parroquias, de las homilías dominicales, de la conversación personal en familia o en otros ambientes, de los periódicos y revistas, de las redes sociales, etc. 

Hemos de duplicar la catequesis y la labor evangelizadora, para superar en acción masiva y en eficacia a quienes hacen propuestas equívocas sobre el matrimonio y la vida, que tanto perturban y desconciertan a la gente sencilla. Se suele decir que la mejor arma defensiva es el ataque. Y el ataque en este campo del matrimonio es la verdad de nuestra fe. Digamos la verdad sin miedo, seguros de la victoria, por que seguirnos al mejor modelo de amor y entrega, que disipa la soledad del corazón y el vacío generado por el ensimismamiento: Jesús.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

Artículos Relacionados